En un mundo donde los ángeles guían a la humanidad sin ser vistos, Seraph cumple su misión desde el Cielo: proteger, orientar y sostener la esperanza de los humanos. Pero todo cambia cuando sus pasos lo cruzan con Cameron, una joven que, sin comprender por qué, siente su presencia y su luz.
Juntos, emprenderán un viaje que desafiará las leyes celestiales: construyendo una Red de Esperanza, enseñando a los humanos a sostener su propia luz y enfrentando fuerzas ancestrales de oscuridad que amenazan con destruirla.
Entre milagros, pérdidas y decisiones imposibles, Cameron y Seraph descubrirán que la verdadera fuerza no está solo en el Cielo, sino en la capacidad humana de amar, resistir y transformar la oscuridad en luz.
Una historia épica de amor, sacrificio y esperanza, donde el destino de los ángeles y los humanos se entrelaza de manera inesperada.
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El juicio de la Luz
El alma de Lester ascendió envuelta en una bruma espesa, fragmentada por la culpa y el remordimiento.
Seraph la observó elevarse con impotencia, sabiendo que nada podía hacer ya.
La oportunidad de redención se había esfumado, y con ella, la razón de su misión.
El aire a su alrededor comenzó a vibrar.
Una corriente invisible lo arrastró hacia arriba, a través del velo que separa la Tierra del Cielo.
Su entorno se tornó dorado, luego blanco, luego nada.
Cuando volvió a ver, estaba de rodillas ante el Consejo de los Arcángeles.
La luz de su presencia era tan intensa que cualquier criatura humana habría enmudecido o enloquecido al contemplarla.
Desde el centro del resplandor, una voz habló:
—Seraph, hijo de la Luz, fuiste enviado a guiar a un alma hacia la redención.
Su tono era calmo, pero su poder atravesaba el espacio como una sentencia.
—Tu misión era proteger sin interferir, amar sin poseer. Pero cediste a tu deseo. Abandonaste a tu protegido.
Seraph mantuvo la mirada baja.
Su corazón, un fuego dividido entre amor y vergüenza, ardía en silencio.
—No fue deseo —murmuró al fin—. Fue compasión… Ella sufría, y no pude dejarla sola.
—¿Y qué precio pagó el hombre por tu compasión? —preguntó otra voz, profunda como el trueno.
El silencio que siguió fue tan vasto como el vacío.
Seraph bajó la cabeza.
—Lester murió… sin redimirse.
Un murmullo recorrió el recinto.
Algunos ángeles inclinaron sus alas, otros desviaron la mirada.
El Cielo no castigaba con ira, sino con desaprobación… y esa desaprobación era un peso insoportable.
El arcángel principal, envuelto en un resplandor dorado, dio un paso al frente.
Su voz era al mismo tiempo humana y eterna.
—Has roto la Ley del Equilibrio. Tu corazón se ha mezclado con el dolor de los mortales, y ahora la línea que te separa de ellos se ha desvanecido.
El silencio volvió a llenarse de luz.
—Por tanto, Seraph, serás apartado de tu rango. No descenderás más como guía, ni tocarás alma alguna hasta que comprendas la magnitud de tus actos.
Seraph cerró los ojos.
No temía el castigo; temía el vacío que vendría después.
La distancia.
La imposibilidad de volver a ver a Cameron, ni siquiera desde las sombras.
—Por favor… —susurró—. No me aparten de ella. Déjenme velar por su alma, solo mirar, solo cuidar. No interferiré, lo juro.
La voz luminosa respondió:
—El amor que no aprende el límite se convierte en condena.
Un resplandor atravesó su pecho, borrando las alas doradas de su espalda.
Donde antes había fuego, ahora solo quedaba una tenue ceniza de luz.
Seraph cayó, sintiendo cómo la eternidad se desvanecía bajo sus pies.
El cielo se volvió distante, su canto, un eco que se apagaba.
Mientras descendía hacia la Tierra, una última voz lo alcanzó, suave como el suspiro de una estrella:
“Aún no todo está perdido, Seraph.
El amor puede destruir… o salvar.
Pero antes de salvar a otro,
deberás aprender a salvarte a ti mismo.”
La oscuridad lo envolvió por completo.
Y por primera vez desde su creación, Seraph sintió lo que era ser verdaderamente humano:
caer, dudar, y no saber si volvería a levantarse.
gracias Autora