Al morir y regresar, después de saber su destino; decide dejar todo por lo que siempre se esforzó y tratar de sobrevivir, sin importar lo que el resto de la gente a su alrededor, diga.
En su camino encuentra a la persona que la ayudará y será su apoyo en un futuro, al menos eso cree.
Para ello tendrá que casarse con aquel desconocido.
¿Será verdad?
¿Un contrato puede ser cumplido o se tendrá que romper?
¿El amor puede surgir a pesar de no conocerse?
Historia de Johana y Donatello, el principio de su vida...
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Familia
Los padres de Donatello, eran personas demasiado precavidas, por esa razón tenían una gran cantidad de gente para vigilar cada una de sus propiedades, al igual que a sus hijos, exceptuando al general, que se había independizado de ellos desde hacia tiempo.
—Son las decisiones de mis padres— respondió.
Para ese momento, ya habían dejado de ser tímidos en muchos aspectos como pareja, pues diariamente comían juntos o daban paseos cortos y largos, también platicaban de sus gustos y de lo que no les gustaba, así poco a poco se fueron conociendo, haciendo más llevadera su relación, que dio inicio como algo contractual, pero por decisión mutua, decidieron llevar eso a algo mucho más largo y próspero.
Pasaron todo el día juntos, disfrutando de largas conversaciones y sobre todo de su compañía.
—Es hora de descansar, ¿podríamos dormir juntos, al menos por esta noche?— casi suplicaba por ello, se había acostumbrado a sentir su calor y cuerpo a su lado.
—Solo por hoy— aceptó, pues aunque no lo dijera en voz alta, el duque sabía que ella también lo deseaba.
Fue un día maravilloso el que habían pasado, pero todo eso debía cambiar porque el nuevo día le daba también, la bienvenida a los padres de Donatello.
A lo lejos se pudo ver una caravana con varios carruajes, para ser exactos seis, eso dejó sorprendida a Johana, nunca creyó que irían tantas personas, ¿por qué eran demasiados carruajes?, aquella vista la puso muy nerviosa.
—Señorita, debemos esperar en la puerta principal— una de las doncellas de la castaña, le avisó.
Para que Johana no se sintiera acosada y nada parecido, el general decidió poner a su servicio a cuatro doncellas, iban a rolar cada día, de dos en dos, para que así la chica tuviera mucha más privacidad en sus asuntos y cada una de las doncellas, estaría vigilada todo el día, por los guardias que cuidaban de la castaña. El general no se daría el lujo de exponer a su prometida algún incidente que pudiera ocurrir con alguna de las empleadas, aunque parecía que no confiaban en las chicas, ellas lo aceptaron sabiendo lo que pasó con Delia, desde el principio.
Todos bajaron a la primer planta y fueron directo a la puerta principal, unos minutos después, los carruajes se estacionaron frente a la mansión.
En una fila perfecta, los sirvientes recibían a los recién llegados, cinco mujeres y cuatro hombres, vestidos elegantemente, eran los nobles, pues en otro lugar se habían formado los sirvientes y las doncellas.
—Bienvenidos a todos, madre, padre— hizo una reverencia el general.
—Mi querido hijo, espero estés muy bien— una mujer de cabello dorado y ojos del mismo color, se acercó al joven y lo abrazó tan tiernamente, ella era su madre.
—Ven hijo, saluda a este anciano— ahora un hombre de más de cuarenta años, abrazaba al general.
—Los he extrañado— podía sentir el cariño de sus padres.
—Eres un ingrato, si tanto nos extrañabas, debiste visitarnos— lo reprendió su madre.
—Saben que ahora estoy más ocupado, me disculpo por no haberlo hecho— se disculpó
—¿Es ella?— intrigada preguntó una joven de cabello totalmente negro, figura esbelta y piel trigueña, era hermosa.
—Si es ella— extendió su mano para que Johana la tomara. —Familia, les presento a Johana Chian, mi prometida y futura esposa— la acercó para que todos la pudieran ver, mientras que la castaña hacía una perfecta reverencia, aún estando nerviosa.
—Es un placer conocerlos— habló, mientras se mantenía inclinada haciendo la reverencia.
—Eres hermosa— sonrió la mujer que antes abrazó al general.
—Cierto, yo soy Licia, la más pequeña de los hermanos, así que seré tu cuñada— la joven que había preguntado por Johana, sin importarle nada, se aseguró de abrazar fuertemente a la castaña, dejándola perpleja.
—Es un gusto, señorita Licia— creía que al ser hermanos de Donatello, no habría problemas en llamarlos por su nombre, al menos no siendo los menores.
Se fueron presentando uno a uno, siendo en total tres hermanos, una hermana, los padres y tres cuñadas. Al parecer era obvia la razón por la que le exigían que se casara, era el único que faltaba y no era de los más chicos.
—Eres muy joven, ¿tus padres aceptaron este matrimonio?— por primera vez, el padre del duque, hizo una pregunta a Johana.
—Bueno eso, verá, lo que pasa es que…— los nervios se apoderaron de la joven, que no pudo seguir hablando.
—Hablemos adentro— pidió el duque, intentando ayudar a Johana.
—Pediré que sirvan el desayuno— Johana se alejó lo suficiente para poder respirar con tranquilidad, ¿qué debía decirle a los padres del general?, no hablaron sobre el tema y no sabía si decir la verdad o mentir, aunque tratándose de sus futuros suegros, no le parecía que fuera correcto.
—Madre, padre, hermanos. Si pudieran no hacerle preguntas a Johana sobre su familia, se los agradecería. Ella ha sufrido mucho con ellos y prácticamente tuve que raptarla para que no siguiera sufriendo— era una súplica que su familia no le podía negar, en sus ojos se veía la preocupación por la mujer que amaba.
—Disculpen, el desayuno ya está siendo servido por si gustan pasar al comedor— tímida y nerviosa, informó.
Era un comedor grande, nada parecido al que había en la mansión, aún siendo la cabaña más pequeña, se sentía realmente acogedor.
—Todo se ve delicioso— elogió la pequeña cuñada, ella apenas tenía 13 años.
—Se lo agradezco señorita— su nerviosismo era visible para todos.
—Ella misma preparó varios de los platillos que hoy degustarán— presumía Donatello.
—Vaya, eres una caja de sorpresas pequeña, nunca supe que alguna mujer noble, se metiera a la cocina. Nos terminaremos todo, agradeciendo tu gesto—
—Se lo agradezco señor—
—Nada de señor. Puedes llamarme padre— el hombre mayor, sonrió amablemente.
Los ojos de Johana se cristalizaron de inmediato, no podía creer que un hombre que apenas conocía, le diera permiso de llamarlo padre y que el conde siendo su padre biológico, le exigiera que le hablara con su título, le parecía una ironía.
—Todos aquí somos tu familia— Licia la tomó de la mano. —Bueno alguna que otra araña por el lugar— miró fijamente a una de sus cuñadas —pero todos estamos de tu lado, ¿lo entiendes?— su sonrisa irradiaba luz y paz.
—De verdad agradezco sus palabras— se limpiaba algunas lágrimas que habían logrado escapar de sus ojos.
—También quisiera que me enseñaras a preparar esta deliciosa comida, algún día me casaré y quisiera consentir a mi esposo— su súplica era tan tierna.
gracias por escribir