En el lujoso mundo de los negocios, donde el poder y la codicia son la regla, surge una historia de amor llena de traiciones, celos y secretos ocultos. "Sombras de Pasión" narra la vida de Sofía Valente, una joven mujer independiente y decidida, que lucha por cumplir sus sueños en un mundo controlado por hombres de hierro. A lo largo de la novela, su vida se entrelazará con la de Gabriel Ríos, un empresario frío, calculador y exitoso, cuya única pasión parece ser el dinero y el control.
NovelToon tiene autorización de Artemys para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
Capítulo 7: Sombras del Pasado
Sofía no podía quitarse la sensación de que estaba caminando sobre una cuerda floja. El rechazo a la oferta de Gabriel había creado una grieta en su mundo, pero también un vacío en su corazón. Sabía que había hecho lo correcto, pero la verdad era que el precio de su independencia comenzaba a ser más alto de lo que había anticipado.
El teléfono sonó una vez más. Sofía miró la pantalla y, por un momento, su estómago se encogió. El nombre que aparecía era el de **Mariana**, su mejor amiga desde la universidad, la única persona con la que había compartido todas sus luchas desde que decidió embarcarse en el mundo de la moda. Se había convertido en su confidente, y aunque no estaba en el mismo ámbito empresarial, siempre había sido su ancla emocional.
—¿Sofía? —la voz de Lina sonaba preocupada al otro lado de la línea—. ¿Estás bien?
Sofía suspiró, tratando de esconder la fatiga que la invadía.
—He estado mejor, Mariana. El negocio está complicado. Gabriel ha vuelto a aparecer con una propuesta más agresiva.
Hubo una pausa en la llamada, y Mariana respiró hondo antes de responder.
—Sabes que no puedes confiar en él, ¿verdad? No sé por qué te sigues poniendo en esa situación.
Sofía se recostó en el sofá, cerrando los ojos por un momento, sintiéndose agotada. Sabía que Mariana tenía razón, pero también había una parte de ella que seguía sintiendo que estaba atrapada en un laberinto sin salida. Las palabras de Gabriel seguían resonando en su mente, como una amenaza latente. Sabía que si no aceptaba su oferta, la presión aumentaría, y su negocio correría el riesgo de desmoronarse.
—Lo sé, pero estoy empezando a darme cuenta de que el poder que él tiene sobre el mundo de los negocios es innegable. Cada vez más, siento que estoy perdiendo terreno, Mariana.
—No puedes permitir que el miedo te controle. Estás demasiado cerca de lograrlo por ti misma. No puedes dejar que Gabriel te absorba —contestó Mariana con firmeza—. ¿Recuerdas por qué empezaste *Valente*? Porque tenías una visión, una idea, un sueño. ¿No has visto todo lo que has logrado sin su ayuda? ¿Por qué ceder ahora?
Sofía no respondió de inmediato. Sabía que Mariana tenía razón. El sueño de *Valente* había nacido de su propio esfuerzo, del deseo de crear algo que marcara la diferencia, algo que fuera únicamente suyo. Y a lo largo de los años había logrado construir algo poderoso, algo que la representaba por completo. Pero el miedo a perderlo, el miedo a no estar a la altura de las expectativas, la estaba debilitando.
**Ese mismo día, al caer la tarde**, Sofía decidió visitar el taller. Tenía que ver con sus propios ojos el progreso de la nueva colección que estaba preparando. Las telas, los diseños, todo estaba casi listo para la primera presentación. Sin embargo, la energía en el taller estaba tensa. Sus diseñadores y trabajadores no se atrevían a hacer preguntas ni a plantear dudas. Parecían estar tan atemorizados por los plazos que Sofía casi podía ver cómo el ambiente se había impregnado de estrés.
El sonido de la máquina de coser retumbaba en el aire, interrumpido solo por el susurro de los pinceles sobre las telas. Sofía se acercó a un maniquí en el centro de la sala, observando el vestido que se estaba terminando. Era espectacular. La idea había surgido de su mente, una combinación entre elegancia y fuerza, con bordados intrincados que hacían resaltar la feminidad sin perder la audacia. Cada prenda en ese taller llevaba su sello, su esencia.
Sin embargo, al mirar el vestido, Sofía no pudo evitar pensar en el precio que estaba dispuesta a pagar por mantener ese control. Si su negocio caía, si no conseguía las inversiones que necesitaba, si no podía mantener el ritmo... todo lo que había construido, todo lo que había soñado, se desmoronaría.
**“Es ahora o nunca.”**
Un sonido familiar interrumpió sus pensamientos. El teléfono de Sofía vibró en su bolso, que descansaba en una mesa cercana. Se apresuró a tomarlo, y lo que vio en la pantalla la dejó sin aliento: un mensaje de Gabriel.
**“Sé que estás en crisis. Mañana quiero hablar de lo que podemos hacer por *Valente*. No olvides, yo siempre tengo una carta más.”**
El mensaje la dejó inquieta. ¿Cómo podía estar tan seguro de que ella estaba en crisis? ¿Acaso había estado observándola? No había duda de que Gabriel estaba más cerca de lo que parecía, más involucrado en su vida y en su empresa de lo que ella había querido admitir. Era una jugada más de su parte, un movimiento para mantenerla en su juego.
El teléfono sonó nuevamente. Esta vez era **Elena**, la contadora de la empresa. Su voz seria y preocupada no tardó en llenarla de ansiedad.
—Sofía, necesitamos hablar. Los números no cuadran. Hay gastos que no habíamos previsto, y si no conseguimos una solución rápida, podríamos tener problemas serios de liquidez.
El miedo se apoderó de Sofía. La preocupación por las finanzas, el aumento de los costos de producción y la falta de inversiones empezaban a dibujar un panorama sombrío. Había tratado de mantener la calma, de pensar que todo saldría bien, pero la realidad le estaba dando de golpe en la cara.
—¿Qué podemos hacer? —preguntó, intentando mantener la calma mientras su mente corría a mil por hora.
—Necesitamos dinero, Sofía. No hay forma de tapar los huecos sin una inversión importante o sin tomar un préstamo que cubra las deudas actuales.
Sofía se quedó en silencio, sintiendo cómo el peso de las decisiones comenzaba a hundirla. Estaba atrapada. No podía seguir sin la inversión, pero aceptar la oferta de Gabriel significaba poner en riesgo todo lo que había construido.
**Esa noche, mientras caminaba sola por las calles vacías de la ciudad**, Sofía no pudo evitar pensar en su pasado, en cómo había llegado hasta allí. En los años de lucha, en las noches sin dormir, en las veces que había querido tirar la toalla, pero había decidido seguir adelante. Todo había valido la pena hasta ahora. Pero ahora, con el futuro de *Valente* en la cuerda floja, no podía evitar sentir que había llegado al borde del precipicio.
En su camino, pasó por una pequeña cafetería. La luz suave y cálida que salía de sus ventanas la hizo detenerse un momento. **Una taza de café.** Solo eso necesitaba para despejar su mente. Entró y se sentó en una mesa junto a la ventana. El café caliente la reconfortó momentáneamente, pero pronto la serenidad que había buscado se desvaneció.
El teléfono sonó nuevamente. Esta vez era un número desconocido.
—Sofía Valente, ¿verdad? —una voz masculina, fría y calculadora, la sorprendió—. Te estoy llamando porque creo que puedes estar interesada en lo que tengo para ofrecerte.
Sofía frunció el ceño. No había escuchado esa voz antes. Pero algo en el tono de la llamada la hizo sentir una ligera incomodidad.
—¿Quién es? —preguntó, el nerviosismo en su voz apenas disimulado.
—Alguien que tiene la respuesta a tus problemas financieros. Pero necesitas ser cuidadosa. No todos en tu entorno son lo que parecen.
La voz era sombría, inquietante, y Sofía sintió un escalofrío recorrer su columna vertebral.
**"No todos son lo que parecen."**
Las palabras resonaron en su mente mientras el teléfono se apagaba abruptamente. ¿Quién había llamado? ¿Gabriel? ¿Algún competidor desconocido? ¿O alguien más que jugaba en las sombras?
Sofía se levantó, dejando su café apenas tocado. La sensación de que algo peligroso estaba por suceder la envolvía.
La batalla por *Valente* no solo se libraba en los números o en las ofertas, sino también en las sombras, entre secretos, traiciones y alianzas que aún no había descubierto.
Y el juego, por supuesto, apenas comenzaba.