Melanie Harper quiere disfrutar de unas merecidas vacaciones antes de enfrentar su dura realidad y tomar una decisión que afectará, sin duda, el resto de su vida, sin embargo, no contaba con que Conor Sullivan apareciera en su vida, y la hiciera vivir todas las aventuras que alguna vez soñó con experimentar.
Conor Sullivan guarda un secreto, es el Capo de la mafia Irlandesa, pero no dejará que Mel se aleje de él por su trabajo, antes peleará con la misma muerte de ser necesario.
Porque si encuentras a la persona que te hace feliz tienes el derecho a hacer lo que sea para conservarla a tu lado, incluso si aquello implica que sangres.
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Primer paso
Melanie
En cuanto atravieso las enormes puertas de bronce, quedo impresionada. Los altos techos de mármol con decoraciones en oro son impresionantes. Todo el lugar lo es.
Pensé que tenía dinero, pero me equivoqué. Nunca tendré el poder adquisitivo, que las personas, que están pululando a nuestro alrededor, tienen.
Todo es mucho más lujoso que en la alfombra roja para los premios Óscar y sin duda el vestuario y las joyas son más costosas.
Miro mi vestido y me alegro de no desentonar. La ropa de Mauro Farina destaca, incluso, en lugares como este.
–Cierra la boca –murmura, en mi oído Conor, mientras coloca su dedo índice debajo de mi mentón–. Recuerda lo que te enseñé, debes actuar como uno de ellos para no llamar la atención.
–Lo siento, es solo que… Vaya –digo mirando una vez más a mi alrededor–. De ahora en adelante seré como una de esas herederas que caminan sobre dinero todo el día –juro.
Conor sonríe y deja un suave beso sobre la cima de mi cabeza.
Me tenso momentáneamente y luego oculto mi incomodidad con una suave tos, antes de alejarme unos centímetros de él.
Odio no poder controlar mi cuerpo cuando me toca. Es como si su cuerpo traspasara al mío una cálida corriente eléctrica, cada vez que me mira o me toca.
Es realmente fastidioso. Sobre todo, ahora, que no podemos hacer nada para matar esta tensión sexual que está acabando conmigo. No después de lo que me dijo, y no después de admitir que entre ambos no hay sentimientos, solo atracción.
Concéntrate, Mel, me ordeno.
Me acerco a él y acomodo su pajarita para poder susurrarle al oído.
Esta noche se ve guapísimo. Lleva puesto un traje negro de dos piezas, una camisa blanca impoluta y una pajarita roja que cierra el conjunto. Se ve tan atractivo que es físicamente doloroso.
–Quiero que me presentes con Adam –le recuerdo.
Baja su cabeza y acaricia mi oreja con sus labios. –No estoy seguro de que sea una buena idea –masculla–. No te quiero cerca de ese hijo de puta.
–Es por él que sigo aquí –le recuerdo–. Y no pienso irme sin lo que necesito.
–Eso dolió –suelta mordazmente antes de alejarse.
Antes de que pueda preguntarle a qué se refiere, un mesero se acerca con una bandeja de oro llena de copas de cristal.
–¿Champaña? –pregunta en un tono afable.
Conor retira dos copas, y me entrega una, antes de agradecerle al mesero, quien parece sorprendido. Imagino que no muchas personas de las que están aquí se dan el tiempo para agradecer a quienes les sirven.
Conor me abraza y vuelve a acariciar mi oreja con sus labios.
–Adam está llegando en este momento –dice y coloca su mano en mi cintura con confianza y posesión, como si fuéramos una pareja, antes de girarme un poco para darme la visión de Adam Nowak llegando a la reunión.
Todo el mundo se le acerca, millonarios, meseros y políticos, impidiéndole seguir avanzando.
–Es el alma de la fiesta.
–Es quién financia a la mayoría de las empresas y políticos corruptos del mundo. Le encanta que le laman el culo. Es por eso que están todos acá –murmura despacio.
–Tenemos que acercarnos –le pido ansiosa.
–Él se acercará. Ha querido hacer negocios con mis amigos y conmigo desde hace años –devuelve y luego se inclina y deja un suave beso en el costado de mi cuello–. El socio de Adam está caminando hacia nosotros –advierte.
–Conor Sullivan –saluda un hombre moreno, pelo oscuro, con algunas canas grises, y de estatura baja. Sonrío, quizá ahora todos me parecen bajos al lado de Conor–. Pensé que no tendríamos la fortuna de contar con alguno de ustedes.
–Jarek Petri –saluda Conor–. Solo estoy yo, y creo que Renji pasará más tarde –agrega y puedo ver como el rostro de Jarek palidece un tono.
–Siempre es un agrado saludar a Renji –dice mientras abre un botón del cuello de su camisa–. Veo que tienes una acompañante.
–No solo una acompañante, es mi novia, Erika Smith –me presenta con el nombre que escogimos hace dos días–. Es americana –agrega ya que cuando intenté hablar con otro acento, fracasé estrepitosamente.
–Oh, americana, que encantadora –exclama como si estuviera hablando con una niña. Toma mi mano y la lleva a sus labios–. Encantado, Erika. Soy Jarek Petri y me encantaría invitarte a un baile.
–No creo que sea… –empieza Conor.
–Estaría encantada –interrumpo–. Amo bailar y Conor… Digamos que me gustaría volver a casa con mis pies intactos esta noche. ¿Verdad, mi vida? –le pregunto a mi novio falso con una sonrisa en mi rostro.
Jarek ríe a carcajadas mientras las puntas de las orejas de Conor cambian a un color más rojo.
Conor me pega a su costado en un abrazo íntimo, y luego acaricia suavemente mi cadera para finalmente dejar su mano descansando sobre la parte más alta de mi trasero, posesivamente.
Mi cuerpo comienza a arder de inmediato.
La Mel malvada que vive en mí quisiera que Conor moviera la mano un poco más abajo, justo donde mi piel arde alocadamente.
Detente, Mel calenturienta, me digo furiosa conmigo misma.
Esa puerta con Conor está más que cerrada, está sellada.
–Justo a tiempo –dice mi novio falso cuando la orquesta comienza a tocar una adorable melodía–. Creo que le tengo que enseñar a mi chica que está a salvo conmigo, incluso en la pista de baile. Si nos disculpas –le dice a Jarek y me arrastra al medio del enorme salón.
–¿Qué haces? –pregunto frustrada cuando me toma en sus brazos y comenzamos a bailar–. No hay nadie más bailando y arruinaste mi oportunidad para hablar con el socio de Adam.
Acerca su nariz a mi cuello y respira profundamente. –Me encanta tu perfume.
–No llevo perfume, genio. Solo llevo…
–Tu gel de ducha, lo sé. Amo tu olor. Frambuesa –susurra y mi corazón comienza a martillear en mi pecho furiosamente.
–Conor –advierto.
–¿Qué? Se supone que estamos enamoradísimos, ¿no? Tenemos que interpretar bien el papel si no quieres que nos descubran.
Toma mi cintura y en un movimiento me tiene sobre sus pies.
–¡Conor! –chillo divertida–. Mañana no podrás caminar.
Toma mi mejilla en su mano. –Te ves hermosa, Erika –dice y luego acerca su boca a mi oreja–. Eres preciosa, mi Mel.
Quisiera decirle que no soy suya, pero me callo porque mi vientre se siente inestable y estoy amando la sensación.
–¿Por qué no puedes ser un hombre con un trabajo ordinario? –pregunto frustrada.
–Porque soy extraordinario –responde con una enorme sonrisa.
–Lo eres –confieso. No podría estar más de acuerdo con sus palabras–. La vida es una mierda –me quejo mientras recuesto mi cabeza en su pecho–. Quisiera poder cambiar las cosas y al mismo tiempo quisiera poder dejarlas tal y como están, porque ahora todo parece perfecto y real. Tan real –suspiro.
Apoya su barbilla en la cima de mi cabeza. –Somos reales, Mel. Todo esto es real.
–No lo es. Tú lo dijiste, ¿no lo recuerdas?
Sube mi rostro y me obliga a mirarlo. –¿Recordar qué?
–No hay sentimientos involucrados, tú lo dijiste.
Sonríe. –Eso lo dijiste tú, Mel, no yo.
Me sonrojo al recordar que tiene razón. Yo dije eso.
–Pero tú estuviste de acuerdo.
–Pensé que eso es lo que querías oír.
Mi respiración queda atascada en mi garganta con lo que acaba de decir, pero me obligo a mantener la compostura.
–Eso no importa ya. Tomamos la decisión correcta –digo tanto para convencerlo a él como a mí.
–¿Estás segura? –pregunta afirmando su frente en la mía–. Porque en este momento no se siente como la decisión correcta.
–Nos sentimos así porque sentimos atracción el uno por el otro, eso es todo –declaro con convicción–. Cuando todo esto termine, ambos veremos que tomamos la decisión correcta.
Su hermoso rostro hace un mohín adorable y tengo que esconder mi rostro de nuevo en su pecho para no besarlo.
–Odio que seas tan lista –masculla.
Sonrío ante su tono arisco.
–Si te hace sentir mejor, yo también odio ser tan lista.
Comienza a reír, pero luego todo su cuerpo se tensa, sorprendiéndome.
–¿Qué pasa? –pregunto, pero me callo al ver a Adam Nowak frente a nosotros.
Trago el nudo que se forma en mi garganta al estar frente al hombre que ha dañado a tantas mujeres y niños. Quisiera acusarlo y apuntarlo con el dedo, pero sé que no debo. Ya llegará el momento de exponerlo.
–No sabía que estabas tan bien acompañado, Sullivan –murmura con una voz ronca y siniestra, que eriza todos los vellos de mi cuerpo–. Me encantaría poder bailar con tu acompañante –exige con una sonrisa pecaminosa–. Si no te molesta, claro.
Golpeo el pecho de Conor, advirtiéndole que no arruine mi oportunidad.
–Encantada –digo mostrándole mi mano, la cual coge de inmediato y la lleva a su asquerosa boca.
Lucho contra las ganas de empujarlo.
–Hermosa y decidida. Tú y yo pasaremos una hermosa velada esta noche –declara y me obligo a sonreír.
Paso uno, listo.