Sinopsis:
Joarah siempre había vivido una vida tranquila en México, hasta que se vio obligada a huir del país, dejándolo todo atrás. Perseguida por Emmanuel Gonzales, un poderoso magnate del crimen, no entiende sus verdaderos motivos, pero sabe que debe salvarse a cualquier precio.
Al llegar a Sicilia, Joarah pide ayuda a la única persona que conoce, su amiga Alice. Las cosas se complican cuando descubre que Emmanuel está más cerca de lo que imaginaba. Durante un tenso encuentro, Joarah se enfrenta a una sorprendente revelación: es idéntica a la ex esposa de Emmanuel, una mujer que muchos dieron por desaparecida y otros por muerta.
Emmanuel, frío y calculador, le propone un trato impensable: que Joarah se convierta en su esposa de alquiler, no por amor, sino por necesidad, para garantizar el futuro de su hijo y la seguridad económica de su padre. Joarah descubre secretos familiares que cambian su visión del pasado y de Emmanuel.
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Capítulo Dois
Joarah González
Aún estaba temblando cuando Adriano se acercó. El pavor de estar en territorio desconocido, huyendo de un hombre al que apenas conocía, me tenía en alerta constante. Alice me cogió de las manos, intentando tranquilizarme.
- Adriano, necesito ayudar a mi amigo. Con o sin tu ayuda, no puedo darle la espalda", dijo Alice con firmeza.
- "De acuerdo, preciosa. Ayudaré a tu amiga", respondió resignado.
Nos dirigimos al coche de Adriano, con las piernas temblándome y el corazón latiéndome con fuerza. Cuando llegamos al aparcamiento, casi se me para el corazón al ver a Emmanuel allí de pie, esperándonos.
Un escalofrío me recorrió la espalda y se me revolvió el estómago. Me sentí paralizada.
- ¿Creías que no te encontraría? ¿Crees que soy un cazador que tiene que ir en busca de su presa? - dijo Emmanuel, con la voz aguda como el hielo.
— Emmanuel, está asustada. No la asustes, si no tendrás que buscarla siempre -dijo Adriano, intentando calmar la situación-.
- No sé qué te motivó a venir a Sicilia. No creas que busco una esposa que huya. Nuestro matrimonio es algo profesional. No siento nada por ti. Si tienes miedo de que tu vida sea un martirio, seré el primero en anular el acuerdo con tu padre - dijo Emmanuel con frialdad, mirándome fijamente.
Alice se acercó y me susurró al oído:
- Amigo, creo que dice la verdad.
Mi mente estaba revuelta, pero sabía que no tenía otra opción.
- Está bien, Emmanuel. Iré contigo, pero espero que te atengas a lo que acabo de oír y que tus palabras no sean falsas -dije, intentando mantener la voz firme mientras me acercaba a él.
Emmanuel subió al coche y yo hice lo mismo a regañadientes. Condujimos hasta un hotel de Sicilia en silencio.
- Creía que hoy volvíamos a México -dije bajándome del coche a la entrada del hotel.
- Como he dicho antes, no he venido a buscarte. Tengo algunos asuntos de los que ocuparme. Quiero que te prepares y estés lista en dos horas -dijo sin siquiera mirarme.
Fuimos a recepción y Emmanuel sacó dos tarjetas de acceso a las habitaciones. Me dio una y dijo:
- Sube, prepárate y no llegues tarde. En dos horas estaré en la puerta de la habitación para recogerte.
- No tengo ropa para esto. ¿Cómo voy a salir contigo? - pregunté, intentando no mostrar mi creciente pánico.
- Sube, Joarah. Espero que no vuelvas a escaparte. No voy a buscarte. Además, eres adulta, deja que tu padre te solucione las cosas -dijo, alejándose de mí.
Suspiré, sintiendo una mezcla de rabia y frustración.
- Vaya, qué hombre más seco -murmuré para mis adentros, mientras subía al dormitorio. Las dos horas siguientes transcurrieron en un torbellino de emociones encontradas. Me cambié de ropa unas tres veces, había un perchero de dos metros lleno de vestidos y conjuntos, la cama estaba repleta de lencería, joyas y cajas de tacones esparcidas por el pasillo de aquella enorme habitación de hotel, terminé de arreglarme cuando faltaban unos minutos para que él apareciera, aunque me sentía hermosa aún intentaba recomponerme. El miedo seguía ahí, pero sabía que tenía que afrontar la situación. Cuando Emmanuel llamó a la puerta de la habitación, yo estaba preparada, al menos en apariencia.
Cuando abrí la puerta, me encontré con sus ojos fríos e implacables. No sabía qué esperar, pero estaba decidida a afrontar lo que viniera.
- Estoy preparada -dije, intentando sonar segura de mí misma.
Se limitó a asentir y empezamos a caminar juntos para enfrentarnos a lo que fuera.
Se limitó a asentir y empezamos a caminar juntos para enfrentarnos a lo que fuera que nos esperaba esa noche.
Continúa...