Monserrat Hernández es una respetada abogada defensora⚖️. Una tarde como cualquiera otra recibe una carta amenazante📃, las palabras la aterraron; opción 1: observar como muere las personas a su alrededor☠️, opción 2: suicidate.☠️
¿Que tipo de persona quiere dañar a Monserrat con esta clara amenaza mortal?✉️.
Descubre el misterio en este emocionante thriller de suspense😨😈
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(CAPITULO 22) INFORMANTE FUERA DE LA ECUACIÓN
Monserrat salió de la librería y se dirigió hacia su departamento, su mente enfocada en la noche que se avecinaba. Al llegar, comenzó a preparar todo lo necesario.
Tomó sus documentos y los guardó en su bolso, junto con el dinero que había guardado durante meses. Luego, metió la ropa que había conseguido en una pequeña maleta, suficiente para unos días. Finalmente, agregó su arma Magnum .357, un objeto que había adquirido para su misión.
Con todo listo, Monserrat se dirigió hacia la oficina del dueño de los departamentos. Le pagó lo que hacía falta pagar y le agradeció por su hospitalidad.
— Gracias por todo, señor — dijo Monserrat. — Me voy de la ciudad por un tiempo.
El dueño asintió, sin hacer preguntas.
— Buen viaje, entonces — respondió.
Monserrat recogió sus cosas y se despidió del cuarto que había sido su hogar durante meses. Luego, llamó a un taxi y se dirigió hacia la estación de autobuses.
Al llegar, buscó el lugar designado para guardar equipaje y documentos. Dejó su bolso, dinero y maleta en consignación, asegurándose de que estuvieran seguros hasta su regreso.
Con su carga emocional y física aliviada, Monserrat se sintió lista para enfrentar la noche que se avecinaba. Su destino era la casa del señor Julián, y su misión era sacarle la información que necesitaba.
Monserrat se dirigió a una cafetería acogedora llamada "El Rincón de la Ciudad", ubicada en una esquina tranquila de la ciudad. La fachada de la cafetería era de piedra caliza, con una puerta de madera oscura y ventanas grandes que permitían entrar la luz del sol de la tarde.
Al entrar, Monserrat fue recibida por el aroma a café recién hecho y la suave música de jazz que sonaba en el fondo. La cafetería estaba decorada con un estilo retro, con mesas de madera y sillas de cuero rojo. Las paredes estaban adornadas con obras de arte locales y fotografías en blanco y negro.
Monserrat se sentó en una mesa cerca de la ventana y miró el menú, que ofrecía una variedad de opciones desde café y té hasta sandwiches y ensaladas. La camarera, una mujer amable con un delantal blanco, se acercó a tomar su pedido.
— ¿Qué deseas ordenar? — preguntó la camarera.
— Un café negro, por favor — respondió Monserrat.
Mientras esperaba su café, Monserrat miró por la ventana y vio la gente caminando por la calle. Sus pensamientos se dirigieron hacia la vida que había dejado atrás. Se había despedido de sus amigos sin hogar, a quienes había dejado todo su dinero para que pudieran seguir adelante. También se había despedido de su jefe en la librería y del dueño de los departamentos.
Era el fin de la vida de Sarah, la persona que había sido durante las últimas semanas. Ahora, Monserrat se preparaba para enfrentar un nuevo capítulo en su vida, uno lleno de incertidumbre y riesgo.
La camarera regresó con su café y Monserrat lo tomó, sintiendo el calor y la energía que necesitaba para seguir adelante.
Entendido. Aquí está la narrativa hasta el momento en que Monserrat se queda esperando:
Monserrat salió de la cafetería y caminó hacia la parada de taxis más cercana. Después de unos minutos de espera, un taxi se detuvo frente a ella y la llevó hacia la mansión de Julián.
— Déjeme aquí, por favor — pidió Monserrat al taxista, señalando un punto a una cuadra de distancia de la mansión.
El taxista asintió y se detuvo en la oscuridad total. Monserrat pagó y salió del vehículo, mirando alrededor con cautela.
Avanzó sigilosamente hacia la mansión, cubriéndose detrás de los árboles y arbustos que rodeaban la propiedad. Al acercarse, observó que el auto de Julián estaba aparcado en la entrada, pero también había otro auto estacionado junto a él.
Monserrat se sorprendió. No esperaba que Julián tuviera una visita en ese momento. Su plan había sido enfrentarlo a solas, pero ahora debía adaptarse a la situación.
Se escondió en la oscuridad, observando la mansión y esperando a que la visita saliera.
Dentro de la mansión de Julián, una impresionante estructura de estilo colonial con paredes de piedra y ventanas de madera tallada, la sala principal estaba iluminada por la luz tenue de las lámparas de araña. Los muebles de lujo, tapizados en terciopelo rojo, contrastaban con la elegancia sobria de la decoración.
Julián se encontraba en la sala con un hombre de unos 60 años, llamado Víctor. Víctor era un hombre de aspecto imponente, con cabello gris y ojos fríos.
— ¡Eres un idiota, Julián! — exclamó Víctor, su voz llena de ira. — ¿Cómo pudiste ser tan tonto para dejar que alguien te investigara y te enviara esa carta?
Julián se puso pálido, su rostro reflejando la sorpresa y el miedo.
— No sé de qué hablas — balbuceó.
Víctor se acercó a Julián, su voz baja y amenazante.
— No te hagas el tonto, Julián. Sabes perfectamente de qué hablo.
Julián, recuperando algo de su dignidad, respondió con voz feroz:
— ¡No tengo ni una maldita idea de que alguien nos estuviera siguiendo! ¿Cómo podía saberlo? ¿Tú me estabas vigilando también?
Víctor se detuvo, sorprendido por la reacción de Julián. Su expresión se volvió más severa.
— No te atreves a cuestionarme, Julián. Tú eres el que ha fallado. Tú eres el que ha puesto en peligro nuestros intereses.
Julián se mantuvo firme, aunque su corazón latía con fuerza.
— No sé qué quieres que haga, Víctor. Pero no voy a dejar que me trates como a un perro.
Víctor sonrió, su sonrisa cruel.
— Veremos quién es el perro aquí.
Víctor sacó la carta de su bolsillo y la desplegó, a punto de leer.
La habitación estaba en silencio, solo interrumpido por el tic-tac del reloj de pared y la respiración agitada de Julián.
Excelente corrección. Aquí está la narrativa con las correcciones:
Víctor desplegó la carta y comenzó a leer:
"Hola, señor Julián. Usted no sabe quién soy yo, pero conozco cada movimiento que hace desde la hora que despierta por las mañanas, a las 6 de la mañana, a la cafetería que va a almorzar, o al gimnasio en el que va a ejercitarse. Las horas que pasa en su trabajo, o cuando sale a comer en la hora de la comida, o lo que haces en las tardes y noches después de salir del trabajo. Conozco su rutina, conozco todos sobre usted."
Julián se puso pálido, su rostro reflejando el terror.
— ¿Quién puede ser? — pensó Julián. — ¿Cómo sabe tanto sobre mí?
Víctor continuó leyendo:
"Usted tiene una información que necesito. Y un día de estos, sin que usted se entere, en el momento menos preciso, en el momento menos pensado, llegaría a su puerta y le sacaré esa información a las buenas o a las malas."
Julián tragó saliva, su corazón latiendo con fuerza.
— Esto es una amenaza — pensó. — Estoy en peligro.
Víctor siguió leyendo:
"Usted arruinó mi vida, o fue parte del plan que idearon para arruinarla. Así que prepárese, porque el destino le va a cobrar con creces cada una de sus acciones. Porque esto no es un juego."
Víctor levantó la vista, su mirada penetrante.
— Cometiste un error muy grave, Julián — dijo. — Un error que puede costarte la vida.
Julián se puso pálido, su rostro reflejando el terror.
— ¿Qué puedo hacer? — preguntó. — Necesito que me ayudes.
Víctor sonrió, su sonrisa cruel.
— Consígueme un arma — dijo Julián. — Para poder defenderme.
Víctor se rió y sacó un arma de 9 mm de su cintura. La acarició mientras miraba irónicamente a Julián.
— Sí, te voy a ayudar — dijo.
Mientras hablaba, Víctor sacó un silenciador de su bolsillo y se lo puso a la boquilla del arma, su mirada fija en Julián.
Monserrat se mantuvo escondida en la oscuridad y el silencio de la noche fuera de la mansión, su atención fija en la ventana donde había visto a Julián y Víctor. La tensión era palpable, y su corazón latía con anticipación.
De repente, el silencio se rompió con un sonido seco y metálico: un "pof" casi imperceptible, seguido de un destello cegador que iluminó la habitación durante una fracción de segundo.
El resplandor del disparo fue como un relámpago en la noche, iluminando los contornos de la habitación y proyectando sombras ominosas en las paredes. El sonido del arma fue como un latido en el silencio, un golpe seco y mortal que hizo que Monserrat se tensara instintivamente.
La llama del disparo brilló como un punto rojo en la oscuridad, y el humo del arma se elevó como una nube fina y blanca, flotando en el aire como un espectro de muerte.
Monserrat contuvo la respiración, su mirada fija en la ventana, su corazón latiendo con un miedo creciente.
¿Qué había sucedido dentro de la mansión?
¿Quién había sido el objetivo?
La oscuridad y el silencio volvieron a envolverla, pero Monserrat sabía que nada volvería a ser igual.