La vida de Valeria da un giro inesperado cuando descubre la infidelidad de su novio, Alex. Desolada y herida, decide marcharse sin decir una palabra, buscando refugio en la casa de su amiga. Alex, al darse cuenta de su ausencia, se embarca en una búsqueda frenética para encontrarla, convencido de que puede reparar su relación. Sin embargo, su mejor amiga, Claudia, está decidida a proteger a Valeria del dolor que su ex le ha causado y se niega a revelar su paradero.
A medida que Alex se enfrenta a obstáculos y a la interferencia de su amante, Valeria comienza a redescubrirse y a sanar. Pero cuando el amor verdadero está en juego, las decisiones del pasado pueden amenazar el futuro.
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Capitulo 6: El silencio como respuesta
Alex se detuvo frente al edificio de Claudia, el pulso acelerado y una mezcla de ansiedad y determinación en su pecho. Había pasado horas buscando a Valeria sin éxito, y cada momento lejos de ella se sentía como un pequeño tormento. Necesitaba respuestas, necesitaba saber dónde estaba, y Claudia era su única opción.
Subió las escaleras con pasos pesados, cada peldaño parecía pesar más que el anterior. Al llegar al departamento de su amiga, se detuvo un momento para calmar su respiración antes de tocar el timbre. Esperó, contando los segundos con creciente frustración. Finalmente, la puerta se abrió.
—Alex. —Claudia lo miró con una mezcla de sorpresa y desdén.
—Hola, Claudia. Necesito hablar contigo.—Su voz salió entrecortada, cargada de urgencia.
—¿De verdad? —respondió ella, cruzándose de brazos—. Porque no creo que tenga nada que decirte que te interese.
La frialdad en su tono lo golpeó como un puñetazo. Alex se obligó a no retroceder.
—Escucha, solo quiero saber dónde está Valeria. No puedo dejarla así, sin más.
Claudia hizo un gesto despectivo con la mano.
—¿Y qué? ¿Esperas que te dé su dirección y te la entregue en bandeja? —su mirada era intensa—. Valeria está herida, Alex. Tienes que entenderlo.
—Yo lo sé. Estoy arrepentido. —Su voz se volvió más suave, casi suplicante—. No sabía que las cosas habían llegado a este punto. Cometí un error y lo reconozco. Solo necesito hablar con ella, explicarle lo que realmente siento.
Claudia lo miró fijamente, como si estuviera midiendo sus palabras.
—¿Y qué va a cambiar eso?—preguntó, desafiante—.¿Crees que un "lo siento" va a borrar el daño que le hiciste?
Alex sintió que el aire se le escapaba.Era cierto. Las palabras no eran suficientes para reparar lo que había roto.
—Por favor, solo déjame intentarlo.—dijo, tratando de mantener la calma—. Si no te importa, puedo hacer cualquier cosa.
—Cualquier cosa, excepto dejar que Valeria regrese a ti, ¿verdad?—Claudia le lanzó una mirada fría—.No voy a ser cómplice de tu egoísmo.
Las palabras de Claudia resonaron en él como un eco. Tal vez era egoísmo, pero no podía soportar la idea de que ella estuviera sufriendo.
—No estoy pidiendo que me ayudes a manipularla. Solo quiero que entiendas que necesito una oportunidad para demostrarle que puedo cambiar.
Claudia suspiró, su postura relajándose un poco, pero aún mantenía una barrera entre ellos.
—Valeria necesita tiempo y espacio. Lo que tú deseas no importa si ella no está lista.
El silencio se hizo pesado. Alex podía sentir el abismo entre ellos, una distancia que ni él ni Claudia podían cruzar.
—Si no me vas a ayudar, está bien.—su voz se volvió más grave—. Solo pensé que podrías entender.
Claudia lo miró con una mezcla de tristeza y desafío.
—Entender no significa ayudar. Valeria necesita sanarse, y tú no eres parte de eso en este momento.
Sin más, ella dio un paso atrás, cerrando la puerta lentamente. Alex se quedó parado en el umbral, con el corazón apesadumbrado. Había perdido a Valeria y ahora también a la oportunidad de acercarse a su amiga.
Con una sensación de derrota que lo envolvía, se dio la vuelta y se alejó del edificio. Claudia tenía razón; él era parte del problema, no de la solución. Cada paso que daba lo llevaba más lejos de ella, y la distancia se sentía insuperable.
Mientras caminaba por las calles vacías, su mente se llenaba de recuerdos de Valeria, sus risas y los momentos compartidos. Tenía que encontrar la manera de demostrarle que podía cambiar, que valía la pena luchar por su amor. Pero, ¿cómo? El silencio de Claudia lo había dejado aún más perdido, y la angustia de no saber dónde estaba Valeria lo consumía.
Sin un rumbo claro, Alex siguió caminando, la soledad acompañándolo mientras se preguntaba si alguna vez podría recuperar lo que había perdido.
Mientras Alex se alejaba del edificio de Claudia, el peso de la culpa lo aplastaba. Las calles estaban desiertas, pero su mente estaba en un torbellino. Cada paso que daba era un recordatorio de lo que había arruinado. No solo había traicionado a Valeria, sino que también había perdido la confianza de su mejor amiga.
Caminó sin rumbo, pensando en cómo había llegado a este punto. Recordaba las risas compartidas con Valeria, sus planes, los momentos que parecían perfectos. Pero también venían a su mente las sombras de sus inseguridades, de cómo su relación había comenzado a desmoronarse.
Se sentó en un banco del parque, con la cabeza entre las manos. No sabía cómo acercarse a Valeria, cómo encontrarla..La ausencia de su risa y su calidez lo golpeaba en el estómago. Sabía que debía hacer algo, pero ¿qué?
Mientras pensaba, su teléfono vibró. Era un mensaje de uno de sus amigos, preguntándole si todo estaba bien. Alex miró la pantalla y suspiró. Nadie podía entender el caos que había desatado en su vida. Responder parecía trivial, como si su mundo se hubiera reducido a esa sola pregunta.
Decidió no responder y guardó el teléfono. En ese momento, una idea cruzó su mente. Si Claudia no iba a ayudarlo, tendría que buscar a Valeria por su cuenta. Tal vez podía intentar visitar algunos de los lugares que solían frecuentar, lugares donde él sabía que ella se sentiría cómoda.
Se levantó del banco y comenzó a caminar de nuevo, esta vez con un propósito. El primer lugar que se le ocurrió fue la cafetería donde pasaban horas hablando y riendo. Era su refugio, un lugar donde las preocupaciones parecían desvanecerse entre tazas de café y risas.
Cuando llegó, el aroma a café recién hecho y a pasteles horneados lo envolvió. La familiaridad del ambiente lo tranquilizó un poco, pero al mirar a su alrededor, su corazón se hundió. No había rastro de Valeria.
Se acercó a la barra, decidido a preguntar si alguien había visto a Valeria. La barista, una chica de cabello rizado que solía servirles, lo miró con curiosidad.
—Hola, Alex. ¿Estás bien? —preguntó con preocupación.
—No, en realidad no. —Respondió, sintiéndose vulnerable—. ¿Has visto a Valeria por aquí?
La barista frunció el ceño, bajando la voz.
—No desde hace unos días. Ella vino sola, se veía un poco… diferente.
La mirada compasiva de la chica lo hizo sentir aún más culpable.
—Sí, ya… —murmuró, sintiendo que las palabras se le escapaban. Solo quería asegurarme de que estaba bien.
—Espero que la encuentres. Ella es genial. —dijo la barista, sonriendo con tristeza—. Si la ves, dile que la estamos extrañando.
Alex asintió, agradecido, y se dio la vuelta para salir de la cafetería. A cada paso, el sentimiento de desesperación crecía. ¿Qué iba a hacer si no podía encontrarla?
A medida que caminaba por las calles, decidió visitar el parque donde solían pasear juntos. Quizás, solo quizás, si la fortuna estaba de su lado, ella podría estar allí.
El parque estaba tranquilo, el sol comenzaba a ocultarse en el horizonte, pintando el cielo de tonos naranjas y rosas. Alex se sentó en una de las bancas, con la esperanza de que Valeria apareciera. Pasaron los minutos, luego las horas, y el cielo se oscureció.
A medida que la noche caía, la desolación lo envolvía. Se dio cuenta de que cada intento por encontrarla lo llevaba más cerca de la desesperación. No solo había perdido a Valeria, sino también su camino.
Se levantó y decidió que necesitaba un plan. Si Claudia no quería ayudarlo, tendría que hacerlo solo. Buscaría a Valeria, hablaría con sus amigos, visitaría todos los lugares que solían ir. No iba a rendirse.