El Despertar De La Reina Elfa

La luna llena iluminaba el sendero de piedra que conducía al templo de la Gran Sacerdotisa. La princesa Elaria, con su capa de terciopelo azul oscuro ondeando al viento, avanzaba con determinación. Su corazón latía con fuerza, no solo por la urgencia de su misión, sino también por la esperanza que albergaba en su pecho. Las aldeas de su reino estaban siendo devastadas por una plaga mortal, y solo la bendición de la sacerdotisa podría traer alivio.

Al llegar a las imponentes puertas del templo, Elaria fue recibida por dos acólitos que la guiaron a través de los pasillos adornados con tapices y estatuas de antiguos dioses. El aire estaba impregnado del aroma del incienso, creando una atmósfera de misticismo y reverencia. Finalmente, llegaron a una gran sala circular, donde la Gran Sacerdotisa Melissa estaba sentada en un trono de mármol blanco, rodeada de velas encendidas.

Elaria se arrodilló ante ella, bajando la cabeza en señal de respeto.

- Gran Sacerdotisa, vengo a pedir tu ayuda.

Dijo con voz firme pero cargada de emoción.

- Las aldeas de nuestro reino están siendo consumidas por una plaga mortal. Necesitamos tu bendición para purificarlas y salvar a nuestro pueblo.

Perla, una mujer de porte majestuoso y ojos penetrantes, se levantó de su trono y se acercó a Elaria.

-Princesa Elaria, levántate.

 Dijo suavemente.

- Cuéntame más sobre esta plaga y cómo ha afectado a las aldeas.

Elaria se puso de pie y miró a la sacerdotisa a los ojos.

- La plaga apareció hace unas semanas. Al principio, solo unos pocos enfermaron, pero pronto se extendió como un incendio. Los síntomas son terribles: fiebre alta, erupciones dolorosas y una debilidad que consume a los infectados hasta la muerte. Hemos intentado todo tipo de remedios, pero nada ha funcionado. La gente está desesperada y teme por sus vidas.

Perla asintió, comprendiendo la gravedad de la situación.

- La plaga que describes suena como una maldición antigua, una que solo puede ser contrarrestada con la intervención divina. Necesitaremos realizar un ritual de purificación en cada aldea afectada. Será un proceso arduo, pero con la ayuda de los dioses, podremos salvar a tu pueblo, pero eso sí, necesitare de la ayuda de su poder Alteza.

La sacerdotisa se volvió hacia los acólitos y les dio instrucciones para preparar los elementos necesarios para el ritual: agua bendita, hierbas sagradas y amuletos de protección. Elaria estaba confundida, no sabia de que poder hablaba la sacerdotisa pero no le hizo caso en ese momento pues pensaba que era por su estatus. Luego, tomó la mano de Elaria y la condujo a una pequeña capilla dentro del templo.

- Antes de partir, debemos pedir la bendición de los dioses.

explicó Perla

Ambas mujeres se arrodillaron ante un altar adornado con símbolos antiguos y comenzaron a rezar. Elaria cerró los ojos y dejó que las palabras de la sacerdotisa la envolvieran, sintiendo una paz interior que no había experimentado en semanas. Después de unos minutos, Perla se levantó y extendió una mano hacia Elaria.

- Estamos listas. Los dioses nos han escuchado y nos guiarán en nuestra misión.

Salieron del templo y se montaron en los carros que las esperaban. Acompañadas por un pequeño grupo de acólitos, se dirigieron a la primera aldea afectada. El viaje fue largo y agotador, pero Elaria no se permitió descansar. Sabía que cada momento contaba y que la vida de su pueblo dependía de su éxito.

Al llegar a la aldea, fueron recibidas por el jefe del pueblo, un hombre anciano con el rostro marcado por la preocupación.

- Princesa Elaria, Gran Sacerdotisa, gracias por venir.

dijo con voz temblorosa.

- Nuestra gente está sufriendo. Por favor, ayúdennos.

Perla asintió y comenzó a organizar el ritual. Los aldeanos se reunieron en la plaza central, observando con esperanza y temor mientras la sacerdotisa, sus acólitos preparaban el altar. Elaria se unió a ellos, ayudando a distribuir amuletos de protección entre los aldeanos y ofreciendo palabras de consuelo.

Cuando todo estuvo listo, Perla levantó las manos al cielo y comenzó a recitar una antigua oración en un idioma olvidado. El aire se llenó de una energía palpable, y los aldeanos sintieron un calor reconfortante en sus corazones. La sacerdotisa roció agua bendita sobre la multitud y quemó las hierbas sagradas, creando una nube de humo fragante que se elevó hacia el cielo.

Elaria observó con asombro cómo los rostros de los aldeanos se iluminaban con una nueva esperanza. La fiebre comenzó a disminuir y las erupciones se desvanecieron lentamente. La plaga estaba siendo expulsada por el poder de la bendición divina.

Después de varias horas, el ritual llegó a su fin. Los aldeanos, ahora libres de la plaga, se arrodillaron ante Elaria y Perla, agradeciéndoles con lágrimas en los ojos.

- Gracias, princesa Elaria. Gracias, Gran Sacerdotisa. Nos han salvado.

dijeron una y otra vez.

Elaria sintió una profunda satisfacción y gratitud. Sabía que aún quedaban muchas aldeas por bendecir, pero este primer éxito le dio la fuerza y la determinación para continuar. Se volvió hacia Perla y le sonrió.

- Gracias por tu ayuda, Gran Sacerdotisa. Juntas, salvaremos a nuestro reino.

Perla asintió, devolviéndole la sonrisa.

- Así es, princesa. Con la bendición de los dioses, nada nos detendrá.

Y así, con renovada esperanza y fe, Elaria y Perla continuaron su misión, llevando la luz de la bendición divina a cada rincón del reino, hasta que la plaga fue erradicada por completo.

Luego un punto donde la sacerdotisa estaba cansada así que pasó a pedirle ayuda Elaria, ella no entendía como podría ayudar si ella no posee el poder de una santa.

- Crea en usted Alteza, solo rece a los dioses ellos la ayudarán.

Con la fe alterada Elaria empezó a recitar las mismas palabras que le había oído a la sacerdotisa en los últimos días, y todo cambió, se dio cuenta de que todo su entorno era diferente, sin siquiera saberlo ya había purificado toda la aldea, y sin necesidad el agua bendita.

...

- Uriel, basta por favor.

- Estás segura Seraphina.

-Hasta cuando debo decirte que si lo estoy.

- Está bien, me iré, pero déjame decirte algo, vendré a buscarte, y te llevaré conmigo ya verás.