Luigui Cardona hijo adoptivo de Cardona el encargado de la mafia Italiana.
Enamorado de Emma Greco Alvarez una de las hijas menores de Giacomo Greco y Soledad Alvarez .
Emma es la menor de las trillizas y es la última de los hijos de esta familia .
Es la más parecida en la forma de ser a Soledad pero tiene la fuerza , fortaleza de Giacomo.
Enamorada de Luigui en la cual le declara su amor a él siendo rechazada , eso le rompe el corazón a la pequeña Emma , pero no le impide después de cinco años aprovechar la situación y obligarlo a casarse con él así cumpliendo las palabras que le dijo ese día.
Luigui aceptará ese gran amor que siente por Emma desde el primer día en que la conoció .
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CAPITULO 19
Esa noche, Emma no pudo dormir bien. Dio vueltas en la cama una y otra vez, pero su mente no dejaba de pensar en lo que estaba por suceder.
Mañana volvería Emma a ver a Luigui después de cinco años.
Cinco largos años en los que él no le contestó ni una llamada, ni un solo mensaje. Cinco años de silencio, de incertidumbre, de noches enteras preguntándose qué hizo mal para que él la rechazara de esa manera.
Exhaló pesadamente, sintiendo un nudo en la garganta. Se incorporó con lentitud, se puso una bata de seda y bajó las escaleras en completo silencio. La casa estaba sumida en la penumbra, solo iluminada por las luces tenues del jardín que se filtraban por los ventanales. Caminó hasta la barra de la cocina y tomó una botella de vino.
—Solo una copa —murmuró, aunque en el fondo sabía que no se detendría en una sola copa, pero la necesitaba.
Su mano temblaba cuando vertió el líquido rojo oscuro en la copa la llevo a sus labios y le dió un pequeño sorbo que la hizo cerrar los ojos. Con cada trago, su mente la llevaba a él, al hombre que amaba desde los trece años, al hombre que, sin siquiera intentarlo, se convirtió en el centro de todo su mundo y se robó su corazón.
Se preguntó si todo lo que estaba haciendo realmente valía la pena.
—¿De verdad todo esto vale por demostrar que mi amor es genuino? —susurró, girando la copa en su mano—. ¿Todo lo que estoy haciendo solo para demostrarle a Luigui que no soy una niña , que soy una mujer dispuesta a hacer lo que sea por tener su amor?
Era absurdo que lo amara tanto, con cada fibra de su ser y cada día que pasa con más intensidad . Había pasado media vida amándolo, y él jamás le había dado la oportunidad de demostrarle lo que sentía. Siempre la vio como una niña, como alguien a quien debía rechazar por su propio bien. Pero Emma ya no era una niña. Había crecido, había madurado, había aprendido a valerse por sí misma. Y, sobre todo, había aprendido a luchar por lo que deseaba y quería tener en su vida.
—Esta vez no me vas a rechazar, Luigui porque si lo haces me lastimaras de nuevo y no sé si lo pueda soportar. Esta vez voy a demostrarte que ya no soy una niña y que aquí estoy porque te amo, con todo mi ser.
Terminó el vino de un solo trago y dejó la copa sobre la barra. Se miró en el reflejo de la ventana y dejó escapar una pequeña risa llena de ironía.
—Sigues siendo la misma tonta enamorada de siempre, Emma.
Cerró los ojos por un momento, sintiendo el peso de la nostalgia oprimiendo su pecho. A la mañana siguiente lo vería, y no tenía idea de cómo reaccionaría él. ¿La miraría con la misma indiferencia de siempre? ¿O esta vez la vería realmente con amor?
Suspiró y subió las escaleras con pasos lentos. Se metió en su cama y, aunque su mente seguía llena de preguntas sin respuesta, el cansancio terminó por vencerla y por fin se durmió.
Al otro lado de la Ciudad
En la celda fría y oscura, Luigui tampoco podía dormir. Caminaba de un lado a otro, con los brazos cruzados y la mirada clavada en el suelo. Sus pensamientos eran un completo caos.
—Maldita sea —murmuró, pasándose la mano por el cabello—. ¿Qué demonios querrá Emma a cambio de sacarme de aquí?
No entendía por qué ella estaba haciendo esto. Podía haberlo dejado pudriéndose en la cárcel, sin mover un solo dedo por él. No se lo merecía porque no había sido bueno con ella. La había despreciado, ignorado, alejado de su vida con una frialdad que ni él mismo entendía del todo si la ama. Pero Emma… su pequeña enana, había decidido mover cielo y tierra para sacarlo de ahí.
¿Por qué?
¿Venganza?
¿Diversión?
¿O de verdad seguía amándolo?
Ese último pensamiento le removió algo en el pecho. Se detuvo y miró hacia la cama de su compañero de celda. Dylan dormía profundamente, o al menos eso creía él.
Luigui se apoyó contra la pared y dejó escapar un largo suspiro.
Aunque odiaba admitirlo, Dylan era lo único bueno que había sacado de ese infierno. En los últimos días , se había convertido en un amigo, en alguien con quien podía hablar sin miedo a ser traicionado.
—Deja de mirarme como si te gustara, Luigui. Me das miedo —murmuró Dylan sin abrir los ojos, con una sonrisa burlona.
Luigui resopló y cruzó los brazos.
—Pendejo.
Dylan se giró en la cama y abrió un ojo.
—Duerme un rato, amigo. Deja de caminar como león enjaulado. Esa mirada intensa tuya me despertó y la verdad… no sé si sentirme halagado o asustado.
—Eres un idiota —gruñó Luigui, aunque no pudo evitar sonreír.
—Y tú eres un terco. Si Emma va a sacarte de aquí, ya te enterarás de lo que quiere cuando la veas. No vas a resolver nada pasando la noche sin dormir.
Luigui se sentó en la orilla de la cama y miró al suelo.
—Es que no sé qué espera de mí, Dylan. No sé qué va a pedirme a cambio, y eso me da miedo.
Dylan lo miró con seriedad.
—No te hagas el tonto, amigo. Esa mujer te ama. Lo ha hecho desde que era una adolescente y sigue haciéndolo ahora. Seguro que quiere que le des algo a cambio, pero dudo que sea dinero o poder.
Luigui se quedó en silencio.
—Lo peor de todo —continuó Dylan con una sonrisa— es que cuando le pidas que me saque a mí también, no te quedará de otra que hacer lo que te pida.
Luigui bufó y le lanzó una almohada en la cara.
—Cállate y duérmete de una vez.
Dylan soltó una carcajada y se arropó con las cobijas.
—Deja de hablarme entonces, y deja de mirarme así. Es incómodo.
Luigui negó con la cabeza y se recostó en su cama. Cerró los ojos, pero la imagen de Emma apareció en su mente.
Sus ojos.
Su sonrisa.
La forma en que siempre lo miraba como si él fuera su mundo entero y su postre listo para comérselo.
Quizás Dylan tenía razón.
Quizás Emma solo quería una cosa de él…
Y lo peor es que, probablemente, él estaba dispuesto a dárselo o tal vez no.
—Mañana te volveré a ver —susurró Luigui antes de quedarse dormido...
Continuara...
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