 
                            Ella necesita dinero desesperadamente. Él necesita una esposa falsa para cerrar un trato millonario.
El contrato es claro: sin sentimientos, sin preguntas, sin tocarse fuera de cámaras.
Pero cuando las cámaras se apagan, las reglas empiezan a romperse.
NovelToon tiene autorización de Yazz García para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
Resaca y confusión
...💎...
...CAPÍTULO 16...
...----------------...
...EMMA RÍOS...
Despertar con dolor de cabeza era algo que esperaba.
Despertar desnuda y abrazada por Leonardo Blake, no.
Abrí los ojos lentamente, sintiendo una pesadez en los párpados y un zumbido constante en la cabeza.
El sol se filtraba entre las cortinas, directo a mi cara. Intenté moverme, pero un brazo —fuerte, pesado y muy masculino— me sujetaba por la cintura.
No… no puede ser.
Giré apenas el rostro y ahí estaba él.
Cabello despeinado, ceño fruncido incluso dormido, y la respiración profunda rozándome el cuello.
Estaba completamente desnudo.
Y yo también.
Tragué saliva.
Vale, Emma, tranquila. Esto tiene que tener una explicación lógica.
Seguro fue el alcohol. Seguro no pasó nada. Seguro todavía tengo dignidad.
…Ok, lo dudo.
Suspiré, intentando no entrar en pánico.
Pero el muy descarado se movió en sus sueños, acercándose más, pegando su pecho a mi espalda.
Y ahí sí, se me escapó un grito ahogado.
—¡Leonardo! —le di un manotazo en el pecho.
El hombre gruñó medio dormido, abriendo un ojo con lentitud.
—¿Qué demonios…? —murmuró con voz ronca.
—¿Qué demonios? —repetí yo, indignada—. ¡Eso mismo te pregunto! ¿Al menos usaste protección?
Él parpadeó confundido.
—¿Qué… qué cosa?
—¿En serio? —me senté, jalando la sábana conmigo—. No me digas que no recuerdas nada, querido esposo falso.
Ahí sí se enderezó de golpe, mirándome con el rostro pálido.
—¿Nosotros…? ¿Tú y yo…?
—¿Tú qué crees? —respondí con sarcasmo, levantando una ceja.
Leonardo se llevó las manos a la cara y soltó un suspiro entrecortado.
—Dios mío… esto no puede estar pasando.
—Oh, créeme, está pasando.
—¿Y tú no planificas? —soltó de pronto, mirándome con reproche.
Me reí incrédula.
—¿Perdón?
—Sí, ya sabes… píldoras, inyecciones, lo que sea.
¡Eres una adulta, Emma! No puedes ser tan irresponsable.
—¿Irresponsable? —lo señalé con un dedo acusador—. Primero: no sabes si pasó algo o no. Segundo: yo sí planifico, pero la responsabilidad no cae completamente sobre mi. Además no te pregunté por protección por las razones que tú crees.
Frunció el ceño.
—¿Cómo que no por las razones que yo creo?
—Simple —crucé los brazos—. Como últimamente te la pasas acostándote con no sé cuántas mujeres, prefiero prevenir alguna infección. Ya sabes, por si la estupidez fuera contagiosa.
Leonardo se quedó mirándome unos segundos, completamente sin palabras.
Luego se frotó las sienes con gesto de dolor.
—Me duele la cabeza. Y tú no ayudas.
—Ay, pobre playboy millonario con resaca —bufé, buscando mi ropa por el suelo.
—¿Podrías dejar de gritar? —dijo con tono grave—. Mi cerebro va a explotar.
—¡Estoy hablando normal!
—Emma… —suspiró, apoyándose contra el cabecero—. ¿podemos, por una puta vez en la vida, tener una conversación normal? Sin que grites, sin que me insultes, sin que estés a la defensiva. ¿Es mucho pedir?
Lo miré por encima del hombro, todavía envuelta en la sábana.
—¿Normal? ¿Después de despertarme desnuda contigo en la cama? Difícil.
—Lo digo en serio. —Su voz bajó, más cansada que enojada—. Estoy harto de que cada palabra entre nosotros sea una batalla.
Eso me desarmó un poco.
Porque no lo dijo como Leonardo Blake, el tipo arrogante de siempre.
Lo dijo como alguien agotado, confundido… y tal vez un poco arrepentido.
Me quedé en silencio unos segundos, mirándolo.
—Tienes razón —dije al fin, con un suspiro—. Pero no sé cómo hablar contigo sin querer lanzarte algo a la cabeza.
Él soltó una risa suave, ronca.
—Eso ya es progreso.
Rodé los ojos, intentando no sonreír.
Me agaché a recoger mi vestido y cuando me incorporé, lo vi… mirándome.
Directo.
Sin disimulo.
—¿Qué miras? —pregunté, cubriéndome mejor.
—Solo estoy… comprobando si tengo motivos para arrepentirme.
—Y los tienes —dije tajante.
Él arqueó una ceja.
—No lo sé, Ríos. Quizá no tantos.
Ese tono… ese maldito tono me descolocó.
El mismo que usó la noche anterior, justo antes de que todo se descontrolara.
Me di la vuelta rápidamente, fingiendo no escucharlo.
—Voy a ducharme —dije.
—Buena idea —murmuró él—. Tal vez el agua fría te quite lo gruñona.
—Y a ti, el ego inflado.
—Difícil, eso no se quita con agua —contestó con media sonrisa.
...----------------...
Ya vestida y con el cabello aún húmedo, salí de la suite intentando que nadie me viera.
Solo quería un café, ibuprofeno y fingir que anoche no pasó.
Fácil, ¿no?
Claro que no.
En la pequeña sala del hotel estaba Gisela, estaba sentada en el sofá, con una tablet en una mano mientras hablaba por teléfono.
Cuando me vio entrar, cortó la llamada con una sonrisa traviesa.
—Pero mira quién despertó de su coma etílico. —Alzó una ceja—. ¿Dormiste bien, cuñadita?
—No empieces, Gisela —gruñí, ordenando un vaso con agua—. Solo tengo resaca, ¿ok?
—Ajá. —asintió con lentitud teatral y me examinó con una expresión entre divertida y curiosa—. Entonces, ¿por qué traes la bata de mi hermano puesta?
Casi me atraganto.
—¡¿Qué?! No, esto es… esto no es… —miré el bordado dorado en la manga—. ¡Perfecto, fabuloso! Ni siquiera puedo vestirme sin parecer una fan tóxica. Oh, por favor Gisela, cualquiera podría haberse confundido de bata.
Gisela soltó una carcajada tan fuerte que hasta los empleados voltearon.
—Tranquila, tranquila, no te voy a juzgar. Pero tengo ojos, Emma.
—¿Y? —me crucé de brazos.
— Y sé cuando alguien tuvo una noche intensa.
—No pasó nada —mentí.
—Ajá… —sonrió más—. Entonces esa sonrisa de mi hermano cuando bajó hace veinte minutos también es pura coincidencia.
—¿Qué? —se me fue la voz—. ¿Bajó sonriendo?
—Sí, y con cara de “vi el fin del mundo y me gustó”. —Gisela dio un sorbo a su bebida y agregó divertida—. No sé qué pasó anoche, pero el ambiente está… cargadito.
Rodé los ojos y me senté frente a ella.
—Nada pasó, ¿sí? Tomamos demasiado, y… bueno, fin del tema.
—Mmm… si tú lo dices —murmuró, estirando la palabra con malicia—. Pero solo te digo una cosa, Emma: un poquito de base, no te caería mal.
—¿Qué?
—Nada. —Sonrió inocente—. Solo piensa en eso mientras intentas no sonrojarte cada vez que lo veas.
Le lancé una mirada asesina, pero ella solo soltó otra risita.
—Voy a desayunar —murmuré, alzándome de la silla.
—Ve, ve, cuñadita. Pero por favor, no rompas más muebles.
Giré sobre mis talones, fulminándola.
—¡No pasó nada!
—Claro, claro, “nada”… —canturreó.
Cuando salí del elevador para ir a desayunar, el universo volvió a jugar conmigo: Leonardo Blake, impecable en una playera blanca y shorts beige, hablaba por teléfono justo frente a la puerta del elevador.
Genial.
—Buenos días —dijo él apenas me vio, con voz neutra.
—Si tú lo dices —respondí, tratando de sonar relajada.
Colgó su llamada y me miró con esos ojos que tenían la odiosa habilidad de leerme el pensamiento.
—Podemos fingir que no pasó —dijo al fin.
—Eso pensaba hacer, gracias. —Me crucé de brazos.
—Perfecto. —Asintió, pero su mirada bajó lentamente hacia mi cuello.
—¿Qué? —pregunté.
Él sonrió de lado, con ese maldito gesto arrogante.
—Nada… solo que deberías cubrirte eso.
—¿Cubrirme qué? —fruncí el ceño.
—El recuerdo que dejé. —Sus dedos rozaron apenas mi piel, donde sentí un leve ardor.
Salté hacia atrás, horrorizada.
—¡Eres un idiota!
—No fui solo yo —respondió con una media sonrisa—. Te recuerdo bastante… entusiasta.
—¡Habla más bajo!
—¿Por qué? ¿Te da vergüenza admitir que lo disfrutaste?
—Eres insoportable —bufé.
—Y aun así sigues aquí, gritándome en bata.
—Porque no tengo escapatoria, genio. —Di media vuelta, pero su voz me detuvo.
—Emma.
Respiré hondo, resignada, y lo miré.
Él se veía distinto. Más serio.
—No quiero que pienses que te falté al respeto —dijo.
No sonaba sarcástico. Sonaba sincero.
Y lo odié por eso, porque me confundía aún más.
—Está bien —murmuré—. Yo tampoco quiero que pienses que…
—¿Que te enamoraste? —interrumpió con una sonrisa ladeada.
Le lancé una mirada asesina.
—Que me arrepiento.
—Ah, eso sí suena a ti. —Pasó junto a mí, el aroma de su colonia me golpeó de lleno—. Te veré abajo. No llegues tarde.
—Sí, cariño. —Lo dije en tono burlón, pero por dentro me latía el corazón como tambor.
...----------------...
Esa noche, mientras revisaba los bocetos de la universidad en la cama, Leonardo salió del baño con el torso desnudo, una toalla colgando de su cadera.
Yo casi dejo caer el iPad.
—¿Puedes vestirte? —pregunté, cubriéndome el rostro.
—Es mi habitación también, ¿recuerdas? —respondió tranquilo.
—¡Eso no significa que tengas que exhibirte!
—Relájate, no te muerdo.
—Pues avísale a tu toalla, porque está a punto de caer.
Él soltó una carcajada ronca, divertida.
—¿Por qué te sonrojas, Emma? ¿Acaso anoche no viste más que esto?
Le lancé una almohada.
—Eres un idiota.
—Y tú, insoportablemente adorable cuando te enojas.
—Cállate, Leonardo. —Sonreí sin querer—. En serio, cállate.
Pero lo cierto era que mientras él se recostaba al otro lado de la cama, a solo unos centímetros de mí, con el sonido de las olas entrando por el ventanal, sentí algo raro.
Una mezcla de incomodidad, atracción… y una paz tan absurda que daba miedo.
Dios… ¿en qué momento pensé que sería buena idea complicarme tanto con este hombre?
qué bueno ....porque estaba pensando en varias maneras de desaparecer te sin dejar rastros 🤫😎
impotencia, dolor, decepción y amor....tan igual como Emma 🤦🏼♀️
tú gran CEO....te buscas una pendeja que te aguante tus delirios y todos felices
Escrito
😤🤦🏼♀️.... ay.....es que me lleva....
Yazz..... siento que las bilis se me revuelven del coraje !!!!! 😤😤😤😤😤