En un mundo devastado por el apocalipsis zombi, la supervivencia es una guerra constante. Ayanokouji Kiyotaka, un joven calculador y frío, escapa de la opresiva Sala Blanca solo para encontrar un mundo aún más brutal. Ahora, atrapado en el instituto Fujimi, debe usar su inteligencia y habilidades estratégicas para liderar a un grupo de estudiantes en medio del caos.
A medida que las hordas de muertos vivientes se acercan, Ayanokouji se enfrenta a una amenaza aún mayor: la traición y la desconfianza dentro de su propio grupo.
Mientras los aliados se vuelven enemigos y la violencia alcanza su punto álgido, Ayanokouji debe tomar decisiones drásticas para proteger a a los suyos. Entre la lucha por los suministros y la constante amenaza de los zombis, cada día se convierte en una prueba de ingenio y fuerza.
¿Podrá Ayanokouji mantener la unidad y liderar a su grupo hacia un futuro incierto, o caerá ante las fuerzas que buscan destruirlo?
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Capítulo 18: Decisión difícil
El sol apenas comenzaba a despuntar en el horizonte cuando Ayanokouji se despertó. Shizuka seguía dormida, con una expresión tranquila en su rostro. Con cuidado, se levantó del sofá, asegurándose de no despertarla, y se dirigió a la cocina para preparar café. El aroma del café recién hecho llenó la casa, y poco a poco, los demás miembros del grupo comenzaron a despertar.
Takashi y Rei fueron los primeros en llegar a la cocina, seguidos de Saya y Kohta. El ambiente seguía siendo tenso después del ataque de los Vipers, pero había un aire de determinación entre ellos.
—Tenemos que estar preparados para cuando regresen —dijo Takashi, rompiendo el silencio.
Ayanokouji asintió. —He estado pensando en cómo podemos fortalecer nuestras defensas. Necesitamos más suministros y quizás alguna forma de alertarnos con anticipación si se acercan.
—Podríamos instalar trampas alrededor del perímetro —sugirió Saya. —Y quizás podamos buscar en la ciudad equipos de vigilancia o cámaras de seguridad.
Mientras discutían sus opciones, Shizuka entró en la cocina, luciendo un poco desaliñada pero más animada. —Buenos días, chicos. ¿Qué me he perdido?
Ayanokouji le ofreció una taza de café. —Estamos planeando cómo mejorar nuestras defensas. Los Vipers no se darán por vencidos tan fácilmente.
Shizuka asintió, tomando un sorbo de su café. —Deberíamos también considerar nuestra salud mental. No podemos permitirnos colapsar bajo la presión. Ayer... fue una noche difícil.
El grupo asintió en acuerdo, sabiendo que Shizuka tenía razón. Debían mantenerse fuertes tanto física como mentalmente. Mientras continuaban planeando, una voz débil interrumpió su conversación.
—¿Puedo hablar con ustedes?
Era Mariko, una de las prisioneras del grupo rival. Ayanokouji la miró con cautela pero permitió que hablara.
—He estado pensando mucho, y... quiero ayudar. Sé que no tienen razones para confiar en mí, pero los Vipers son peligrosos. Si ustedes me permiten quedarme, les puedo dar más información sobre ellos y ayudarles a prepararse.
El grupo intercambió miradas. Ayanokouji fue el primero en hablar. —¿Por qué deberíamos confiar en ti después de lo que intentaron hacer?
Mariko bajó la mirada, visiblemente angustiada. —No todos en los Vipers están de acuerdo con sus métodos. Yuji y yo... nos unimos a ellos porque no teníamos otra opción, pero nunca quisimos hacerle daño a nadie. Por favor, dennos una oportunidad para demostrarlo.
Ayanokouji evaluó sus palabras con cuidado. Sabía que cualquier decisión que tomaran podría tener consecuencias graves. —Si decides ayudarnos, no habrá segundas oportunidades. Cualquier traición será tratada con severidad. ¿Entiendes?
Mariko asintió con determinación. —Sí, lo entiendo. No los decepcionaré.
Takashi intervino. —Esto es un riesgo. Pero si lo que dice es cierto, podría darnos una ventaja significativa.
—De acuerdo —dijo Ayanokouji finalmente. —Te daremos una oportunidad. Pero recuerda, estaremos vigilándote de cerca.
Mariko sonrió agradecida, y el grupo se dispuso a escuchar lo que ella tenía para decir. Mariko comenzó a compartir información sobre las tácticas de los Vipers, sus líderes y sus planes. Con cada revelación, el grupo podía sentir cómo su posición se fortalecía.
—La base de los Vipers está en una vieja fábrica al norte de aquí —dijo Mariko. —Tienen un montón de suministros y armas allí, pero también están comenzando a quedarse sin recursos. Por eso están desesperados por tomar su refugio.
—Si sabemos dónde están, podríamos planear un ataque preventivo —sugirió Kohta. —Tomarlos por sorpresa y destruir su base antes de que puedan lanzar otro ataque contra nosotros.
Ayanokouji consideró la propuesta. Era arriesgada, pero también podría ser la mejor manera de asegurar su propia supervivencia. —Tendremos que planearlo cuidadosamente. No podemos permitirnos errores.
La reunión continuó con un intenso debate sobre la estrategia y la logística del posible ataque. Todos sabían que era un riesgo enorme, pero también sabían que no podían quedarse de brazos cruzados y esperar a ser atacados de nuevo.
Esa noche, mientras el grupo se preparaba para dormir, Ayanokouji revisaba los detalles del plan una vez más. Sabía que la confianza del grupo en él era crucial, y no podía permitirse fallar. Antes de ir a la cama, se encontró con Shizuka en el pasillo.
—Gracias por la compañía anoche —dijo ella con una sonrisa cálida. —Realmente lo necesitaba.
Ayanokouji asintió. —Todos necesitamos apoyo de vez en cuando. Mañana será un día largo. Descansa bien.
Shizuka le dio un abrazo rápido, que él aceptó con una ligera incomodidad pero también con gratitud. Sabía que la conexión humana era esencial para su supervivencia tanto como cualquier arma o fortificación.
…
Una noche, mientras todos los demás dormían, Ayanokouji se acercó a Yuji y le pidió que lo acompañara fuera del refugio, a una zona segura pero alejada de los oídos curiosos. Yuji, aunque sorprendido, aceptó sin protestar, intuyendo que este momento era crucial.
Ayanokouji lo condujo a un rincón oscuro y tranquilo, lejos del grupo. Una vez allí, se volvió hacia Yuji, sus ojos fríos y calculadores reflejando la luz tenue de la luna.
—Yuji, quiero ser claro contigo —comenzó Ayanokouji, su tono neutral—. No confío en ti, y estoy seguro de que tú tampoco confías en mí.
Yuji lo miró, su rostro serio y pensativo. No podía negar la verdad en las palabras de Ayanokouji.
—Entiendo —respondió Yuji finalmente—. No hemos tenido la mejor presentación.
Ayanokouji asintió ligeramente.
—Correcto. Sin embargo, este refugio es un lugar donde cada miembro debe aportar algo para el beneficio del grupo. Si realmente quieres ser parte de este equipo, tendrás que demostrar tu lealtad.
Yuji frunció el ceño, curioso y cauteloso.
—¿Qué quieres decir?
Ayanokouji mantuvo su mirada fija en Yuji, dejando que el silencio se prolongara lo suficiente para crear una atmósfera de tensión antes de continuar.
—Cuando llegue el momento, te pediré que hagas un favor para el grupo. No te daré detalles ahora, pero cuando necesite tu ayuda, deberás cumplir sin cuestionar.
Yuji se quedó en silencio, considerando las palabras de Ayanokouji. Sabía que, sin la protección de este refugio, las probabilidades de sobrevivir serían mínimas para él, Mariko y Sota. Pero también era consciente de que aceptar esta condición implicaba un compromiso serio.
—¿Y si no acepto? —preguntó finalmente Yuji, su voz baja pero firme.
—Entonces, no podré garantizar tu seguridad ni la de los tuyos —respondió Ayanokouji con frialdad—. Aquí, cada uno de nosotros tiene un rol que cumplir. Si no puedes asumir esta responsabilidad, no hay lugar para ti en nuestro grupo.
Yuji apretó los dientes, sopesando sus opciones. Sabía que Ayanokouji no estaba bromeando y que el ambiente en el que se encontraban requería decisiones difíciles y rápidas. Finalmente, con un suspiro resignado, miró a Ayanokouji a los ojos.
—Acepto —dijo, su voz decidida—. Haré lo que me pidas cuando llegue el momento.
Ayanokouji asintió, satisfecho con la respuesta.
—Bien. Recuerda tus palabras, Yuji. Este grupo depende de la confianza y la cooperación. No me des una razón para dudar de ti más de lo que ya lo hago.
Con eso, Ayanokouji se dio la vuelta y comenzó a caminar de regreso al refugio, indicando que la conversación había terminado. Yuji lo siguió, sus pensamientos girando en torno a la incertidumbre del favor que algún día se le pediría. Sabía que había puesto su vida y la de sus seres queridos en manos de un extraño frío y calculador, pero también sabía que era su mejor oportunidad para sobrevivir en este mundo devastado por los zombies.
Al regresar al refugio, Yuji se acomodó junto a Mariko y Sota, tratando de aparentar calma. Sin embargo, no podía sacudirse la sensación de que había hecho un pacto con el diablo. La mirada de Ayanokouji seguía grabada en su mente, y la promesa de cumplir cualquier favor que se le pidiera lo mantenía alerta y preocupado.
A partir de esa noche, Yuji se esforzó más por integrarse al grupo, ayudar en lo que pudiera y ganarse la confianza de los demás. Sabía que, para garantizar la seguridad de su hermano y de Mariko, debía demostrar su valor y lealtad, aunque la sombra de la promesa a Ayanokouji siempre estaba presente, recordándole que en cualquier momento, su lealtad sería puesta a prueba.
Mientras las luces de la casa se apagaban y el silencio de la noche se asentaba, el grupo dormía con la esperanza de un futuro más seguro y con la determinación de luchar por él. Ayanokouji, mirando por la ventana hacia la oscuridad, se permitió un momento de vulnerabilidad. Sabía que la batalla por la supervivencia nunca sería fácil, pero con aliados fuertes y una estrategia clara, tenían una oportunidad.
Y en un mundo donde la esperanza era escasa, una oportunidad era todo lo que necesitaban.