Lo que empezó como una noche de copas y diversión termina por unir los destinos de dos personas con vidas completamente opuestas.
Marcos Ashford es un hombre frió, arrogante y calculador, acostumbrado a tener todo a sus pies.
Miranda Gonzales es una chica amable y extrovertida que no tiene miedo a divertirse.
¿Podrán ambos sobrellevar las adversidades y abrirse paso al amor?
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Prevenir que lamentar
No pude pegar ni un solo ojo anoche. Lo último que se me ocurrió hacer fue darme una ducha fría que me quitara los últimos signos del alcohol y por simple aburrimiento y a la vez algo de preocupación por el hombre, alias mi jefe que estaba en mi cama, me puse a limpiar la casa.
Ya al amanecer decidí hacerme una buena taza de café, no tenía resaca por suerte pero nunca está de más un poco de café en las mañanas.
De pronto la silueta de un hombre a medio vestir sosteniendo sus zapatos en las manos y caminando de puntitas por mi sala llamó mi atención.
—Buenos días señor Ashford— El horror en su mirada al verme me dejó muy claro que no recordaba con quien había pasado la noche.
—Miranda tu y yo...anoche...
—Si, lo hicimos.
—Yo...de verdad lo siento mucho. Perdóname si te force a alguna cosa, o más bien si te sentiste obligada tan solo porque soy tu jefe...
—No se preocupe— Lo interrumpí. —Todo lo que ocurrió anoche fue consensuado— Pareció aliviarse un poco con mi declaración. —Y esto no tiene porque ser nada incómodo entre nosotros— Me acerqué a él brindándole una taza de café. —Si me lo permite, continuaré trabajando para usted y ambos podemos hacer como que nada ocurrió— No es como imaginé que sería la conversación después de que perdiera mi virginidad pero se que podría ser mucho peor.
—Yo...No estoy seguro de haberme cuidado anoche.
—No se preocupe, estoy tomando pastillas— Es una mentirita piadosa, ya que más tarde iré por una pastilla a la farmacia. —Creo que usted ya debería irse— No solo porque de por si es bastante extraño verlo en mi casa, sino porque también se perfectamente que su chófer estuvo toda la noche esperándolo fuera.
—De verdad me alegra que las cosas no se hayan arruinado entre nosotros, Gonzales. Odiaría no verla más en la oficina.
—No se preocupe, señor Ashford. Necesitará de métodos más extremos para lograr deshacerse de mí.
Me devolvió la taza y finalmente se dirigió a la puerta algo dudoso y se marchó.
Tan pronto estuve sola, busque mi teléfono como loca y marqué el número de Eugenia, pero claro que no iba a contestarme. Quién sabe a que hora pudo haber llegado a su casa anoche y posiblemente no lo hizo sola.
Tan solo le dejé un mensaje y aproveché para ir a la farmacia y comprar una pastilla del día después. Más vale prevenir que lamentar, ya de por si había cometido muchas estupideces en una sola noche, perder la virginidad con mi jefe, listo, tachada de lista imaginaría de cosas imposibles que no deberían pasar en la vida.
¿Por qué tienes que ser tan jodidamente sexy e irresistible muergano sin sentimientos?
Sea como sea lo hecho hecho está, tan solo me queda disfrutar mi fin de semana y prepararme para regresar al trabajo después de las fiestas. Lamentablemente como secretaria del jefe debo entrar antes que los demás ya que él amable caballero no se toma vacaciones ni siquiera cuando está enfermo.