En un mundo donde las historias de terror narran la posesión demoníaca, pocos han considerado los horrores que acechan en la noche. Esa noche oscura y silenciosa, capaz de infundir terror en cualquier ser viviente, es el escenario de un misterio profundo. Nadie se imagina que existen ojos capaces de percibir lo que el resto no puede: ojos que pertenecen a aquellos considerados completamente dementes. Sin embargo, lo que ignoraban es que estos "dementes" poseen una lucidez que muchos anhelarían.
Los demonios son reales. Las voces susurrantes, las sombras que se deslizan y los toques helados sobre la piel son manifestaciones auténticas de un inframundo oscuro y siniestro donde las almas deben expiar sus pecados. Estas criaturas acechan a la humanidad, desatando el caos. Pero no todo está perdido. Un grupo de seres, no todos humanos, se ha comprometido a cazar a estos demonios y a proteger las almas inocentes.
NovelToon tiene autorización de lili saon para publicar essa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
CAPÍTULO CUATRO: BAJO LA LUZ DE LA MANSION
— Somos cazadores de demonios y de sombras, pero no tocamos a los nuestros. Victoria, debes mantener esto en secreto. Si alguna vez te encuentras enfrentando un demonio, deberás actuar. Si enfrentas una sombra, también debes hacerlo. Pero recuerda algo: los demonios y las sombras que habitan esta mansión jamás deben ser tocados. Nunca, Victoria, nunca te atrevas a lastimar a uno de los nuestros. Estarías condenada para siempre.
Victoria dirigió su mirada hacia las paredes, donde las sombras se movían de un lado al otro, manifestando su propia vida. Ella jamás había imaginado lastimar a una. Las respetaba demasiado.
—Y sobre todo, Victoria —continuó Salazar, sus ojos fijos en los de su hija—, nunca permitas que un simple humano descubra lo que guarda la mansión. ¿Entendiste, hija mía?
Victoria asintió lentamente, sintiendo el peso de la responsabilidad caer sobre sus hombros.
—Lo entiendo, papá —dijo con voz firme, a pesar del miedo que sentía—. No diré nada y protegeré nuestro secreto con mi vida.
Salazar la miró con orgullo y preocupación. Sabía que estaba pidiéndole mucho a su hija, pero también sabía que Victoria tenía la fortaleza para enfrentar cualquier desafío.
—Confío en ti, Victoria —dijo suavemente—. Sé que serás una gran cazadora, como lo fueron tus antepasados. No me decepciones, por favor.
Victoria asintió de nuevo, sintiendo una mezcla de determinación y nerviosismo. La academia, el legado de su familia, los secretos que debía proteger... Todo parecía un sueño del que no podía despertar.
—De acuerdo, padre. Soy tu hija, nunca re decepcionaría.
Su padre la miró por última vez antes de levantarse de la cama y salir de la habitación. Cuando la puerta se cerró detrás de él, un sonido familiar y no muy simpático comenzó a llenar el aire. Era una risa, una risa inusual que resonaba por toda la habitación. Victoria suspiró, ya sabiendo de quién se trataba. Era Dagon, una sombra muy inusual que siempre la acompañaba en toda la mansión. Nunca la dejaba sola, y aunque al principio había sido algo aterrador, con el tiempo se había vuelto más bien obstinante para ella. Sin embargo, ya estaba acostumbrada a su presencia.— Otra vez tu.
Victoria se acercó a la pared, donde las sombras danzaban y se retorcían en formas extrañas. Podía ver la silueta de Dagon, más oscura y definida que las demás, moviéndose con una energía que parecía casi contagiosa.
Dagon parecía estar muriéndose de la risa, y Victoria no entendía por qué.
—¿Qué es tan gracioso, Dagon? —preguntó, tocando suavemente la pared donde la sombra de Dagon se encontraba.
La risa de Dagon disminuyó un poco, pero aún podía sentir la vibración de su humor.
—¿No lo ves, Victoria? —susurró una voz etérea que parecía venir de todas partes y de ninguna a la vez—. Oh, querida, hay tantas cosas que aún no sabes. Eso es gracioso.
—Dime entonces, Dagon —dijo con firmeza—. ¿Qué es lo que no sé?
—Todo a su tiempo, pequeña Lith —respondió Dagon, su voz ahora suave y casi consoladora—. Por ahora, debes concentrarte en tu nueva vida, sin olvidarte de tu hogar.
Victoria se quedó allí, mirando la pared, su mente llena de preguntas sin respuestas. Sabía que su viaje estaba apenas comenzando y que habría mucho más por descubrir sobre su familia, la mansión y las sombras que la habitaban. Ella suspiró, aburrida del constante enigma que representaba Dagon, y decidió salir de la habitación. Caminó por los largos y oscuros pasillos de la mansión Lith, dirigiéndose hacia la gran biblioteca. Ese lugar siempre le había parecido aterrador, pero al mismo tiempo, era hermosamente grande, con estanterías que llegaban hasta el techo y cientos de libros que relataban historias de tiempos pasados y secretos familiares.
— Vamos a ver que encuentro por aquí.
La biblioteca estaba iluminada solo por la luz tenue que se filtraba a través de las ventanas altas, creando sombras que bailaban sobre las paredes y los libros. Victoria caminó con paso decidido, sus dedos rozando los lomos de los libros mientras se dirigía hacia una sección particular. Había un libro en especial que había estado leyendo últimamente.
Encontró el libro en su estante habitual, lo sacó con cuidado y se dirigió a una de las mesas grandes en el centro de la biblioteca. Se sentó y abrió el libro, sus ojos recorriendo las páginas amarillentas llenas de ilustraciones detalladas y escritas en una lengua antigua. El libro hablaba de la historia de los vampiros, una raza poderosa y antigua, conocida por su fuerza y habilidades excepcionales. Describía rituales, costumbres y, lo más importante, los poderes únicos que poseían. En una de las páginas, encontró una sección sobre la protección contra demonios y sombras, algo que su padre había mencionado antes. Las palabras eran claras y precisas, detallando los métodos y herramientas que los vampiros habían utilizado durante siglos para protegerse y combatir estas entidades oscuras.—¿Por qué lees eso, Victoria? —escuchó detrás de ella, con un acento italiano tan marcado que daba miedo. ¿Por qué hablaba italiano si era un demonio?—. ¿Acaso estás buscando cómo librarte de nosotros, pequeño tramposilla?
Victoria se giró rápidamente para encontrarse con un rostro familiar, pero a la vez desconcertante. Era Sebastián, un demonio que había conocido desde que tenía memoria. Su rostro siempre tan serio y sus ojos oscuros parecían penetrar en su alma cada vez que la miraba.
—Sebastián, no te había oído entrar —dijo Victoria, tratando de mantener la compostura.
—No me sorprende —respondió Sebastián, su voz profunda resonando en la silenciosa biblioteca—. Estabas tan absorta en tus lecturas que no notaste mi presencia.
—Solo estaba... investigando —dijo finalmente—. Es importante conocer todo lo que pueda.
Sebastián alzó una ceja, un gesto casi imperceptible en su rostro serio.
—¿Y crees que este libro te dará todas las respuestas? —preguntó, acercándose lentamente—. Hay cosas que no se encuentran en los libros, Victoria. Cosas que solo se aprenden a través de la experiencia.
Victoria rodeó los ojos.
—¿Por qué estás aquí, Sebastián? —preguntó, tratando de desviar la conversación—. No es común que vengas a la biblioteca. No eres muy intelectual que digamos. No se si porque eres un demonio o solo porque te faltó desarrollar un cerebro.
Sebastián soltó una risa baja y sin humor, cruzando los brazos mientras se apoyaba contra una de las estanterías repletas de libros polvorientos.
—Veo que sigues con ese afilado sentido del humor —dijo, esbozando una media sonrisa—. Pero a veces, Victoria, la experiencia puede enseñarte más que cualquier libro antiguo en esta biblioteca. Y no te equivoques, mi cerebro funciona perfectamente bien. Soy un demonio, no un idiota.
Victoria cerró el libro con un chasquido seco, fijando su mirada en Sebastián, quien la observaba con una mezcla de interés y desafío.
—¿Entonces, qué? —replicó Victoria, su voz fría—. ¿Viniste a darme una lección sobre la vida? ¿O solo quieres asegurarte de que no encuentre algo que tú prefieres que permanezca oculto?
Sebastián dio un paso hacia ella, su expresión tornándose más seria.
—Vine a advertirte —dijo, su voz ahora baja y cautelosa—. Estás jugando con fuego, Victoria. Los libros de esta biblioteca pueden contener mucho conocimiento, pero también guardan peligros que no comprendes del todo. Algunas cosas deberían quedarse enterradas.
Victoria se levantó de su asiento, sin apartar los ojos de Sebastián.
—No soy una niña que necesita que la protejan —respondió con firmeza—. Si hay algo que debo saber, lo descubriré por mí misma. No necesito que me digas lo que es seguro y lo que no lo es.
Sebastián la miró en silencio durante unos segundos, como si estuviera evaluando su determinación. Finalmente, suspiró.
—Eres más parecida a tu madre de lo que crees —dijo en voz baja, dando la vuelta para dirigirse hacia la salida—. Pero no olvides que incluso los más fuertes pueden caer si no saben en lo que se están metiendo.
— No molestes—dijo, sentándose nuevamente.
— Solo es un consejo…Escuché que irás a esa academia. Sabes, nunca imagine que tu saldrías de este lugar. Siempre pensé que te harías una anciana aquí, pero veo que me equivoque.
Su mano derecha se detuvo en el hombro de la menor, un toque que provocó un escalofrío que recorrió todo su cuerpo. Sebastián era un demonio súcubo, conocido por su habilidad para seducir y manipular a los demás. Siempre había algo inquietante en su presencia, una mezcla de peligro y atracción que Victoria nunca había podido ignorar.
—Como siempre —replicó Victoria, alejando bruscamente la mano de Sebastián de su hombro, sintiendo cómo la incomodidad se convertía en un destello de ira.
La sonrisa de Sebastián se mantuvo, pero había un brillo en sus ojos que sugería un leve disgusto por su rechazo. Aun así, no dijo nada más. Simplemente inclinó ligeramente la cabeza, como reconociendo su actitud, y se alejó un paso, dándole a Victoria el espacio que ella claramente demandaba.
—Me encanta que siempre estés a la defensiva, Victoria mía.
Con esas palabras, Sebastián se desvaneció en llamas, dejando caer cenizas al suelo y dejando a Victoria sola en la biblioteca nuevamente. Ella tomó una respiración profunda, tratando de calmar su corazón acelerado. Dejó el libro en su lugar y salió de la biblioteca.
Mientras avanzaba por los oscuros y laberínticos pasillos de la mansión, Victoria se cruzó con varias de las esposas de sus tíos y otros miembros de la familia. Todas ellas vestían de negro y llevaban largos velos que cubrían sus rostros por completo, ocultando cada rasgo con un misterio inquietante. Era una tradición arraigada en la familia Lith: las mujeres debían mantener sus rostros ocultos a cualquiera que no fuera su esposo, una regla estricta que nadie osaba desafiar. Los velos caían en cascada desde sus cabezas, envolviéndolas en un aura de impenetrable secreto.
Victoria, a pesar de haber vivido toda su vida rodeada de estas figuras veladas, no podía evitar sentir una profunda curiosidad. Se preguntaba constantemente cómo lucirían los rostros que se ocultaban tras esos velos oscuros. Ni siquiera conocía el rostro de su tía Lilibeth, quien era la más cercana a ella. A menudo, Victoria se quedaba en su habitación, imaginando cómo podrían ser los ojos de Lilibeth, si tendrían la misma intensidad que los de su padre. Se preguntaba cómo serían sus labios, si esbozaban la misma sonrisa amable que escuchaba en su voz. ¿Y su nariz? ¿Sería fina y delicada, o tal vez con una curva elegante que añadiera carácter a su rostro?
La intriga la consumía en silencio. A veces, Victoria imaginaba que su tía Lilibeth era una mujer de una belleza indescriptible, tal como su tío la describía en esos raros momentos de vulnerabilidad, cuando hablaba de su esposa con admiración y ternura. “Es la mujer más hermosa que he conocido”, decía su tío con una devoción que resonaba en las paredes de la mansión, pero que solo incrementaba la curiosidad y la frustración de Victoria por no poder confirmar esas palabras con sus propios ojos. Se preguntaba si la belleza de Lilibeth era tal que había inspirado esa tradición, un rostro tan cautivador que debía ser celosamente guardado, protegido del mundo exterior.
Pero por más que intentaba imaginarla, la verdad seguía siendo un enigma, tan oscuro e impenetrable como los velos que cubrían a todas las mujeres de la familia Lith. Cada encuentro con ellas, cada cruce en los silenciosos pasillos, solo intensificaba esa mezcla de fascinación y desconcierto, un misterio que Victoria sentía que nunca podría resolver. Y, sin embargo, no podía dejar de preguntarse: ¿cómo sería realmente el rostro de Lilibeth, el rostro de cada una de esas mujeres, que permanecía oculto tras la sombra de un secreto familiar tan antiguo como la mansión misma?
—Victoria —escuchó detrás de ella la voz de su tía, la única hermana de su padre, una mujer que había nacido hace más de cien años. Como todos los nacidos Lith, su tía había vivido durante siglos, manteniendo su juventud intacta, y ella no era la excepción, ¿pero cómo era esto posible?
Como era sabido, desde sus inicios, los Lith habían estado vinculados a fuerzas oscuras y sobrenaturales, lo que les había otorgado habilidades y características que los distinguían de los humanos comunes y de las otras especies que habitaban el mundo. Uno de los rasgos más notables de los miembros de la familia Lith era su capacidad para vivir durante siglos, manteniendo su juventud intacta a lo largo del tiempo. Esto significaba que, aunque pudieran cumplir cien, doscientos, o incluso más años, su apariencia seguía siendo la de una persona joven, sin mostrar signos de envejecimiento como arrugas, cabellos canosos, o debilidad física.
—¿Tu padre ya te comunicó la decisión que hemos tomado acerca de ti? Es muy importante saber lo que piensas al respecto, ya que la única involucrada directamente eres tú.
Victoria asintió lentamente. Tomó aire antes de responder, intentando mantener su voz firme.
—Sí... mi padre ya me explicó que iré a estudiar lejos de la mansión —dijo, sus palabras saliendo con un tono más tranquilo de lo que realmente sentía.
Su tía la observó con atención, evaluando cada matiz en su voz y expresión.
—¿Y cómo tomas esa decisión? —preguntó, sin apartar la mirada de ella—. ¿Estás de acuerdo?
Victoria dudó por un momento, buscando las palabras adecuadas para expresar lo que sentía. Por un lado, la idea de dejar la mansión, el único hogar que había conocido, la llenaba de temor. Pero por otro lado, sabía que era una oportunidad, una prueba que la familia había decidido para ella. También tenía mucha curiosidad por saber que había más allá de la mansión Lith.
—No es fácil para mí... —admitió, bajando la mirada por un instante antes de volver a alzarla para encontrarse con los ojos de su tía—. La mansión es todo lo que conozco. Aquí están mi familia, mis raíces. Pero... —hizo una pausa, sopesando cada palabra— entiendo que es necesario. Que debo aprender y enfrentar lo que hay más allá de estas paredes para crecer y estar a la altura de lo que se espera de un Lith. No puedo vivir toda mi vida con el temor a lo desconocido. Debo enfrentarlo como todos lo hacen. Así que, sí, estoy de acuerdo. Lo haré
Su tía asintió lentamente, una expresión que mezclaba orgullo y algo más, quizá una ligera preocupación.
—Eres valiente, Victoria, más de lo que te das cuenta. Este camino no será fácil, pero confío en que lo recorrerás con la misma fuerza con la que has enfrentado todo hasta ahora. No olvides que la sangre de los Lith corre por tus venas, y con ella, la sabiduría y el poder de generaciones y generaciones —dijo su tía, mientras se acercaba más a su sobrina y ponía un brazo protector alrededor de su hombro—. A mí me dejaron salir de la mansión cuando tenía veinte años, y me sentí exactamente igual que tú. Tenía mucho miedo de abandonar mi único hogar, pero mírame ahora, Victoria. Salir de aquí, conocer el exterior, me sirvió de mucho para convertirme en la mujer que soy hoy.
—¿Tenías miedo también? —preguntó Victoria, sorprendida al escuchar que su tía, siempre tan segura y firme, había experimentado las mismas dudas que ahora la atormentaban a ella.
—Mucho —admitió su tía con una leve sonrisa—. No es fácil dejar la seguridad de la mansión, este lugar es todo lo que conocemos, pero es necesario. Fuera de estos muros hay un mundo que necesita ser explorado, desafíos que deben enfrentarse, y lecciones que solo pueden aprenderse en el exterior. La experiencia me enseñó a confiar en mis habilidades, a conocerme a mí misma y a comprender mejor el legado de nuestra familia. Todo eso me preparó para lo que vendría después, para asumir mi rol dentro de la familia Lith con la convicción de que estaba lista.
Las palabras de su tía, cargadas de sinceridad, empezaron a aliviar las preocupaciones de Victoria.
—Recuerda, Victoria —continuó su tía—, que no se trata solo de lo que aprenderás fuera, sino de cómo todo lo que experimentes te ayudará a fortalecer lo que ya llevas dentro. Cada paso que des más allá de esta mansión te acercará a convertirte en la mujer que estás destinada a ser, una mujer digna de portar el apellido Lith.
— Gracias, tía. Juro que no te decepcionaré.
— Nunca lo harás, querida. Confío en ti.