"En medio de una bulliciosa ciudad, donde el susurro de personas apresuradas y luces parpadeantes, el tiempo parecía desvanecerse para dos almas destinadas a encontrarse sin saberlo. Ella, una joven hermosa de mirada perdida, llevaba sobre sus hombros el peso de un pasado difícil. Él, un hombre inteligente, magnate de los negocios, caminaba por las calles escondiendo un dolor profundo teniendo la certeza de que su vida cambiaría de manera inesperada".
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Capitulo III Te casaras y es mi última palabra
La familia estaba sentada a la mesa, mientras Francisco contaba algunos chistes, Lucrecia y Camila reían sin parar, pero Aurora no prestaba atención a nada de lo que pasaba a su alrededor, ella tenía un mal presentimiento y era algo que no la dejaba tranquila.
"¿Qué tienes Aurora?, desde que llegué te veo distante", pregunto Francisco preocupado.
"No es nada papá, es solo que me siento cansada", respondió Aurora con una sonrisa.
"Ya veo, ¿qué te tiene tan cansada?, pregunto su papá intrigado.
"Ahora te lo explico, terminemos la cena por favor", pidió Lucrecia sonriendo hacia Aurora.
Lucrecia temía que la muchacha dijera algo de lo que estaba pasando en casa, así que desvío la conversación para que Aurora se quedará callada. Francisco se dejó llevar por lo que le decía su esposa y continuo como si nada, él creía ciegamente en su esposa. Ya en la privacidad de su habitación Lucrecia empezó a decirle varias cosas a él.
"Aurora está así porque se ha estado portando mal", comento la mujer mientras le quitaba el saco a su esposo.
"¿A qué te refieres?, Aurora siempre ha sido bien portada", respondió Francisco, extrañado.
"No había querido decirte, pero Aurora ha cambiado mucho, solo habla de cumplir su mayoría de edad para irse lejos", explico Lucrecia haciéndose la preocupada.
"No entiendo, ¿Aurora quiere irse de la casa?, pregunto Francisco con el ceño fruncido.
"Así es amor, Aurora anda con un vago que no hace nada por su vida y al parecer se quiere fugar con él", respondió Lucrecia con la mirada llena de tristeza.
"Esa niña me va a escuchar, no permitiré que mi hija ande con ningún vago", dijo Francisco muy molesto.
"Si la confrontas, seguramente negara todo, así no podemos actuar, pienso que casarla con una buena familia sería lo ideal", comento Lucrecia sutilmente.
"¿Casar a mi hija con alguien que no ama?, pregunto Francisco preocupado.
"Es mejor eso, a que se fugue con ese vago", Lucrecia siguió metiendo cizaña.
"Tienes razón, es hora de casar a Aurora", Lucrecia sonrió con satisfacción, pues su plan estaba dando resultados, ahora debía plantear que la casaran con Santos.
"¿Quién sería un buen prospecto y que además se quiera casar con nuestra hija?, manifestó Francisco su inquietud.
"Pienso que debería ser con la familia Santos, igual hay un pacto entre las dos familias", expreso, Lucrecia con indiferencia.
"¿Los Santos?, sabes lo que se dice de Sebastián Santos, él no es una buena persona, no quiero casar a mi hija con él", la negación de Francisco molestó mucho a su esposa, pues él estaba dispuesto a casar a Camila con ese hombre.
"Pienso que eso solo es cuento de la gente, además tu hija necesita mano dura, no puede ser cualquier blandengue con quién se case", explico Lucrecia insistiendo con el tema.
"Tengo que pensarlo, no quiero tomar una decisión apresurada", dijo Francisco caminando a buscar ropa de dormir.
En el pasillo fuera de la habitación se escucharon gritos, Francisco y Lucrecia corrieron a ver qué pasaba, encontrándose con Aurora y Camila discutiendo.
"No te preocupes, pronto me iré de esta casa", esas palabras fueron pronunciadas por Aurora quien las manifestó sin pensar en las consecuencias, después de todo ella era solo una joven maltratada.
"Eso ni lo pienses, tú no irás a ningún lado", manifestó Francisco molestó.
"Papá!", dijo Camila llorando. "Aurora se volvió loca, la descubrí hablando por teléfono y diciendo que se escaparía está noche", explico Camila llorando.
"¿Qué?, no eso no es cierto, yo nunca dije eso", respondía Aurora indignada.
"No lo niegues, yo mismo te escuché decirlo, Lucrecia prepara todo, Aurora se casará el fin de semana con Sebastián Santos", ordeno Francisco sin voltear a ver a su hija.
"No, no me puedes obligar a casarme con nadie, esas mujeres están mintiendo, siempre lo han hecho..."
"Ya basta, no quiero escuchar ni una palabra de ti, mi decisión está tomada, te casarás con la familia Santos y es mi última palabra", escuchar a su padre le rompió el corazón a Aurora, sus sueños de ser libre habían muerto en ese preciso momento, ella nunca sería libre.
Llorando sin consuelo, la joven se encontraba en su habitación, deseando morir para no tener que sufrir más a causa de su propio padre.
Mientras tanto, Francisco se encontraba hablando por teléfono con Augusto Santos.
"Es hora de honrar el pacto entre nuestras familias", dijo Francisco seriamente.
"Al fin lo pides, como te lo dije antes solo aceptaré esta unión con tu verdadera hija", respondió Augusto Santos, el padre de Sebastián Santos.
"Así será, tu hijo se casará con mi hija de sangre, Aurora Ledezma Nava", aseguro Francisco dando su palabra.
"Entonces nos vemos mañana, y organizaremos y dejaremos en claro nuestras cláusulas", la llamada fue colgada, Augusto sonrió al saber que al fin si hijo se casará con una buena mujer, a diferencia de Camila él sabía que Aurora era distinta, ella si era buena para su hija, además de tener un apellido ilustre por nacimiento y no por adopción.
Al día siguiente Aurora se despertó con el ánimo por el suelo, la orden de Francisco era que ella no podía salir de su habitación, tenía que la joven se escapara y se fugara con el supuesto vago.
"¿Por qué Aurora no es como tú?, pregunto Francisco mirando a Camila.
"Debes entenderla, ella perdió a su mamá y nosotras llegamos a invadir su espacio", respondió Camila siendo tan hipócrita como siempre.
"Eres tan buena, hija, al menos tu sí eres sensata y no nos das dolores de cabeza", aludió Francisco a Camila quien sonreía amablemente.
"Gracias papá, te quiero mucho", Lucrecia vio aquella escena y sonrió victoriosa, ella sabía que con Aurora fuera de juego su hija podría quedarse con la fortuna Ledezma.
Francia y Augusto se reunieron y dejaron las cosas claras, había que casar a los muchachos el fin de semana, justo el día en el que la joven cumpliría su mayoría de edad.