Amantes A Través Del Tiempo

Capítulo 19

Sofía y Alejandro se encontraban sentados en la sala de espera, con Lucas durmiendo plácidamente en su cochecito. Habían sido convocados nuevamente por la trabajadora social, y la ansiedad se reflejaba en cada uno de sus gestos.

Después de lo que parecieron horas, la puerta se abrió y la mujer los invitó a pasar a su oficina. Sofía apretó la mano de Alejandro, sintiendo que el corazón le latía con fuerza.

Una vez dentro, la trabajadora social los miró con una expresión que no lograban descifrar.

—Señores Gutiérrez, gracias por venir —dijo, con cautela—. Tengo noticias que compartir con ustedes.

Sofía y Alejandro intercambiaron una mirada cargada de ansiedad.

—¿Qué ha decidido? —preguntó Alejandro, con la voz tensa.

La trabajadora social los observó con detenimiento antes de continuar.

—Luego de exhaustivas entrevistas y revisión de los registros, he llegado a la conclusión de que las acusaciones de negligencia en el cuidado de Lucas son infundadas —afirmó, con firmeza.

Sofía sintió que un enorme peso se le quitaba de encima. ¿Acaso eso significaba que podrían seguir cuidando de su hijo?

—¿Eso quiere decir que...? —comenzó a decir, con la voz temblorosa.

—Significa que ustedes han demostrado ser unos padres ejemplares, que se han entregado por completo al bienestar de Lucas —la interrumpió la trabajadora social, con una leve sonrisa—. La investigación ha confirmado que ustedes están haciendo todo lo necesario para brindarle a su hijo los cuidados y la atención que requiere.

Alejandro exhaló un suspiro de alivio, atrayendo a Sofía hacia él en un fuerte abrazo.

—Gracias a Dios —murmuró, con la voz entrecortada—. No sabe cuánto significa esto para nosotros.

Sofía se aferró a él, sintiéndose abrumada por la oleada de emociones que la invadía.

—¿Eso quiere decir que no nos van a quitar a Lucas? —preguntó, con temor.

La trabajadora social los miró con empatía.

—En absoluto —respondió, con firmeza—. Después de todo lo que han demostrado, es evidente que su lugar está al lado de su hijo.

Sofía sintió que las lágrimas rodaban por sus mejillas, pero esta vez eran de puro alivio y gratitud.

—Gracias, muchas gracias —dijo, con la voz entrecortada—. No sabe cuánto temíamos perder a nuestro Lucas.

Alejandro asintió, estrechando a Sofía con más fuerza.

—Somos los padres de Lucas, y no hay nadie más capaz de cuidarlo que nosotros —afirmó, con determinación.

La trabajadora social los observó con una sonrisa cálida.

—Eso queda más que claro —dijo, con sinceridad—. Y quiero felicitarlos por el excelente trabajo que han estado haciendo. Lucas tiene unos padres muy especiales.

Sofía miró a su hijo, que seguía plácidamente dormido, y una sensación de alivio y gratitud llenó su corazón.

—Gracias, de verdad —susurró, acariciando suavemente la cabecita de Lucas—. Nosotros lo amamos más que a nada en este mundo.

La trabajadora social asintió, complacida.

—Lo sé, y eso se refleja en cada uno de sus actos —dijo, con suavidad—. Pueden estar tranquilos, Lucas está en las mejores manos.

Alejandro y Sofía intercambiaron una mirada cargada de alivio y agradecimiento. Sabían que el camino sería arduo, pero ahora se sentían más fortalecidos que nunca para enfrentar los desafíos que les esperaban.

Cuando salieron de la oficina, Sofía abrazó a Alejandro con fuerza, sintiendo que una enorme carga se había levantado de sus hombros.

—Lo logramos, mi amor —susurró, con la voz temblorosa—. Vamos a poder seguir cuidando de nuestro Lucas.

Alejandro la estrechó con ternura, besando su frente con suavidad.

—Por supuesto que sí —afirmó, con una sonrisa—. Nada ni nadie nos va a separar de nuestro hijo.

Sofía miró a Lucas, quien seguía durmiendo pacíficamente, y sintió que su corazón se llenaba de una profunda gratitud.

—Gracias, Lucas —susurró, acariciando su mejilla con delicadeza—. Gracias por hacernos luchar por ti.

A partir de ese momento, Sofía y Alejandro renovaron su determinación de brindarle a Lucas todo el amor y el apoyo que necesitaba. Sabían que el camino sería arduo y lleno de desafíos, pero nada los detendría en su misión de ayudarlo a alcanzar su máximo potencial.

Las terapias y los programas de estimulación se intensificaron, y los padres se convirtieron en estudiantes ávidos, absorbiendo cada consejo y técnica que les enseñaban los especialistas. Aprendieron a comunicarse a través del lenguaje de señas, a estimular los sentidos de Lucas y a crear un entorno seguro y enriquecedor para su desarrollo.

Cada pequeño avance de su hijo, cada nueva habilidad que lograba adquirir, llenaba sus corazones de una mezcla de orgullo y determinación. Sabían que el camino sería largo y lleno de obstáculos, pero estaban dispuestos a hacer todo lo necesario por Lucas.

Un día, mientras Sofía y Alejandro se encontraban en una sesión de terapia, el terapeuta se acercó a ellos con una expresión serena.

—Tengo buenas noticias —dijo, con una leve sonrisa—. Los últimos exámenes de Lucas han mostrado avances significativos en su desarrollo cognitivo y adaptativo.

Sofía y Alejandro sintieron que el corazón se les aceleraba. ¿Acaso su hijo estaba superando las dificultades que le habían pronosticado?

—¿Qué quiere decir? —preguntó Alejandro, con esperanza.

El terapeuta los miró con satisfacción.

—Hemos observado una notable mejoría en las habilidades de Lucas para procesar información, seguir instrucciones y adaptarse a su entorno —explicó—. Si bien aún presenta un retraso en su desarrollo, los indicadores sugieren que podría alcanzar un mayor grado de autonomía de lo que originalmente se pronosticó.

Sofía sintió que las lágrimas de alegría brotaban de sus ojos.

—¿Eso significa que nuestro Lucas podrá tener una mejor calidad de vida? —preguntó, con la voz temblorosa.

El terapeuta asintió, con una sonrisa reconfortante.

—Exactamente —afirmó—. Con la terapia adecuada y el apoyo de ustedes, es muy probable que Lucas logre desarrollar habilidades que le permitan desenvolverse con mayor independencia en el futuro.

Alejandro abrazó a Sofía, sintiendo que una enorme carga se le quitaba de encima.

—Gracias a Dios —murmuró, con la voz entrecortada.