Cuando una mujer ama, ¿hasta dónde es capaz de llegar con sus acciones? ¿Puede ser capaz de abandonarse a sí misma para ser el arma de la persona amada y cumplir con todos sus caprichos y deseos? ¿Es esto amor? ¿Y qué pasa cuando esa ilusión se rompe en pedazos?
Elyana, ella tiene todas las respuestas, fue capaz de dar todo por un hombre que dijo amarla, mato y robó, usó todo lo que tenía para darle el trono al hombre que amaba, pero cuando obtuvo lo que quería, este hombre simplemente la desechó como si ella no valiera nada.
Al morir, su alma se transformó en una mariposa que voló libre, pero por el dolor y odio que cargaba su alma no pudo descansar, y siendo atraída por sentimientos similares a las de ella, tomo el cuerpo de una mujer llamada Elizabeth, que al igual que ella murió traicionada.
Ahora con esta nueva oportunidad, ella podrá conseguir lo que más anhela, venganza.
El camino de la venganza para Elizabeth y Elyana, se abre...
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Cap #19
Por otro lado, cuando Sebastián asistió a la sala del trono para recibir su castigo, todos habían notado que tenía un golpe en la cara. Aunque muchos de los presentes estaban curiosos por saber qué le había pasado, incluido el emperador, nadie se atrevió a preguntar.
Lo que había pasado fue que, después de la boda y el escándalo protagonizado por madre e hija con el príncipe Sebastián... Layla que había salido del lugar corriendo, se dirigió a su habitación para preparar sus cosas para volver a su casa con su padre, estaba en un estado de locura bastante importante, lo único claro que tenía en ese momento es que tenía que dejar a ese hombre. Tenía la intención de hacerlo, hasta que llegó su padre, quién había salido detrás de ella durante todo el escándalo.
Al llegar a dónde se encontraba su hija, vio lo que ésta estaba haciendo, y al preguntarle qué era lo que pretendía hacer, ella solo respondió que regresaría a su casa.
El primer ministro molesto por lo que ella estaba diciendo, le dió una bofetada haciendo que caiga en la cama.
- tú no te vas a ningún lado. Ya te casaste, y tu lugar ahora es este, como la princesa y futura emperatriz-... gritó su padre visiblemente molesto con ella.
-Sabes la vergüenza que acabo de pasar y ¿quieres que me quede? Mañana seré la burla de todo el maldito imperio y ¿me pides que me quede?-. Gritó Layla con lágrimas que caían sin control, el día que sería la mujer más feliz del mundo terminó siendo la peor y convirtiéndola en la burla de todos.
- escúchame bien, te vas a quedar aquí y vas a seguir con todo lo que se había planeado. Es normal que un hombre disfrute de los placeres carnales que quiera, tu esposo ya tiene una concubina y tendrá incluso más con el tiempo. Lo importante aquí es que la esposa principal ¡eres tú!, la nueva princesa y futura emperatriz ¡eres tú! ¡Grábate eso en la cabeza y ¡reacciona!-. Le dijo su padre, y se marchó del lugar.
Por su parte Layla solo lloraba. Ya sabía cómo era Sebastián, pero haberla hecho pasar por algo así durante su boda, ya fue demasiado. Tenía mucho rencor y el corazón le dolía. Su padre se fue del lugar no sin antes dejarle claro que no la recibiría en la mansión y que ocupe su lugar como princesa que era ahora, sin importar lo que había sucedido o llegue a pasar.
Después de todo el escándalo, Sebastián había vuelto a su mansión encontrando a una Layla que había destrozado todo lo que había encontrado en el lugar. Ella se encontraba llorando, y bebiendo vino como si no hubiera mañana. Cuando vio a Sebastián, se levantó de dónde estaba y fue hasta dónde él se encontraba parado, y sin pensarlo dos veces, lo golpeó con la pequeña jarra de metal que tenía en una mano, este contenía el vino que era para su noche de bodas. Ella se lo había bebido todo.
Después de darle el golpe a Sebastián ella le dijo, -perdóname, ya que tuviste tu noche de bodas en compañía de otras, yo me bebí todo el vino- había dicho aquello riéndose mientras se alejaba tambaleando.
Sebastián ya se imaginaba que tendría un berrinche por su parte, pero no esperaba que ella lo golpeara. Ya de por sí estaba molesto por todo lo que había pasado. Lentamente cerró la puerta de la habitación con seguro. Si bien ya se había sacado las ganas con las dos mujeres, el efecto del afrodisíaco aún estaba, aunque ya no descontrolado como hace minutos atrás.
- querida, no te preocupes. Si lo que te preocupa es la noche de bodas, te la daré-. Dijo mientras se acercaba a ella quitándose la ropa.
Layla lo miró aún incrédula, ante lo que había escuchado.
- vaya tontería, ¿piensas que aceptaré acostarme con un bastardo que se acostó con la madre de su concubina? Es asqueroso. A mí no me vas a poner un dedo encima. Vete a buscar a tu zorra vieja, con la que medio imperio te vio disfrutar. ¡Lárgate!- Gritó Layla.
- nadie pidió tu opinión, recuerda que solo eres una de mis zorritas. Solo que a diferencia de las demás, vistes de seda y tienes un título. Querías tu noche de bodas, pues la tendrás-. Dijo eso y la empujó en dirección a la cama, y luego la agarró del pie tirando de ella hasta tenerla más cerca. Mientras ella le gritaba que se largue, él, quién tenía más fuerza se limitó a dejarla desnuda y a tomarla tantas veces como quiso, sin importar las quejas, y los gritos de su esposa. En un momento Layla solo terminó cediendo, dejando que su marido haga con ella lo que quisiera.
Layla por dentro y fuera estaba destruida, ya estaba totalmente rota.
-Al final, solo me queda mi título, y el trono de la emperatriz. Desde ahora solo lucharé por eso, y si no puedo con Sebastián, puedo desquitarme con esas dos mujeres que hicieron de mi fiesta un maldito circo-, pensó Layla.
Cuando Sebastián terminó con ella, la dejó ahí sola en medio de todo ese desastre que había en aquella habitación y se fue al anexo, dónde podía descansar sin ser molestado.
Se quedó dormido hasta el día siguiente sin haber tratado el golpe que le había dado Layla, y por eso tenía el golpe muy visible.
Cuando acudió a la sala del emperador, lo hizo sabiendo que recibiría un castigo. Pero poco y nada le importaba, puesto que estaba casi listo para tomar el trono por la fuerza.
-Pese a quién le pese, yo seré el emperador. Y esa mujer será mía- pensó mientras miraba a Elizabeth quién se encontraba con su padre y el emperador dirigiéndose en dirección al palacio de la emperatriz.
Después de todo eso, él había decidido ir a inspeccionar el campamento de algunos mercenarios personalmente, lo tenía que haber hecho ayer, pero como era el día de su boda lo pasó para el día siguiente. Antes de marcharse, le había pedido a su ayudante que ordenara preparar un palacio para su esposa, ya que vivirían separados.
Después de eso partió y ahora ahí estaba, Sebastián mirando el lugar donde se suponía que debía estar el campamento de sus mercenarios, pero lo que encontró fue solo tiendas quemadas y cuerpos de los que se suponía eran sus soldados.
Caminó entre los escombros que quedaban en el lugar. Todo estaba destruído. Su esfuerzo de 3 años fue destruido en un abrir y cerrar de ojos. Miró atrás, a uno de sus soldados quién de inmediato se arrodilló temiendo que se volviera loco y los matase a todos.
Pero Sebastián solo dijo -vayan a revisar los demás campamentos y regresen al palacio para darme el informe-. dicho eso, se volvió a subir a su caballo y se alejó sin decir nada. Todos se habían sorprendido de esa reacción que por fuera parecía calmada, pero por dentro era una tormenta y de sorpresa o ¿quizás miedo?
Si, quizás miedo, había quedado atónito porque vio que algunos de los cuerpos tenían el dibujo de una mariposa.