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CAZADORES DE DEMONIOS.

CAZADORES DE DEMONIOS.

Status: Terminada
Genre:Completas / Traiciones y engaños / Demonios / Ángeles / Apocalipsis
Popularitas:1.6k
Nilai: 5
nombre de autor: lili saon

En un mundo donde las historias de terror narran la posesión demoníaca, pocos han considerado los horrores que acechan en la noche. Esa noche oscura y silenciosa, capaz de infundir terror en cualquier ser viviente, es el escenario de un misterio profundo. Nadie se imagina que existen ojos capaces de percibir lo que el resto no puede: ojos que pertenecen a aquellos considerados completamente dementes. Sin embargo, lo que ignoraban es que estos "dementes" poseen una lucidez que muchos anhelarían.
Los demonios son reales. Las voces susurrantes, las sombras que se deslizan y los toques helados sobre la piel son manifestaciones auténticas de un inframundo oscuro y siniestro donde las almas deben expiar sus pecados. Estas criaturas acechan a la humanidad, desatando el caos. Pero no todo está perdido. Un grupo de seres, no todos humanos, se ha comprometido a cazar a estos demonios y a proteger las almas inocentes.

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CAPITULO VEINTITRES: A LA ORILLA DE LA OSCURIDAD

La biblioteca, que hasta hacía poco había sido su refugio seguro, dejó de serlo en el instante en que los primeros rayos de esperanza comenzaron a filtrarse a través de los grandes ventanales. El viento, cargado de un murmullo inquietante, susurraba entre los árboles, como si anunciara que algo mucho más grande estaba a punto de suceder.

Victoria avanzaba con pasos cuidadosos, consciente de que el silencio era su mejor aliado. No podía permitirse llamar la atención, especialmente si algún demonio andaba cerca, acechando en las sombras de los árboles. El camino que habían elegido estaba empapado en sangre, un testimonio espeluznante de la violencia que había ocurrido allí. De vez en cuando, su mirada se encontraba con los cuerpos sin vida, esos cascarones vacíos que alguna vez tuvieron un almas. El horror de la escena la envolvía, y sentía que un remordimiento profundo la carcomía por dentro, como una serpiente que se retorcía en su estómago. Su mente, atrapada en un bucle torturador, le repetía sin cesar que todo lo que había sucedido era su culpa.

¿Pero cómo podía ella evitarlo?

Todo había sucedido tan rápido que ni siquiera se había dado cuenta de cuándo perdió la caja. La muerte de su padre, el asesinato de su tía, quien había actuado como una madre para ella, y la pérdida de toda su familia la sumían en un profundo abismo de dolor. Aunque su círculo social se había reducido a casi nada, eso no mitigaba la culpa que la envolvía; al contrario, la hacía sentir aún más aislada.

Su familia siempre había sido extraña, llena de secretos oscuros que permanecían ocultos bajo capas de fachada. Sin embargo, al final del día, seguían siendo su familia, quienes le habían legado una herencia maldita que nunca había pedido. Con el corazón pesado, dirigió su mirada al frente, ignorando el nudo de ansiedad que se formaba en su garganta.

El rugido de su estómago la sacó de su ensimismamiento, y por un instante, se sintió débil. No había comido desde que todo había comenzado, pero no se había concentrado en eso hasta ese momento, cuando sus manos involuntariamente se posaron sobre su abdomen, buscando consuelo. Una mueca de desagrado apareció en su rostro, y comprendió que necesitaba alimento. La debilidad la consumía, pero en ese desolado camino, rodeada de árboles que parecían murmurar secretos, no había nada a la vista. Volver atrás solo para alimentarse no era una opción, especialmente cuando el peligro acechaba en cada sombra.

El único que conocía el camino hacia un lugar seguro era Máximo, quien se encontraba a unos pasos delante de ellos. Era un viajero experimentado, un conocedor de muchos países y de ciudades de su propio hogar. Sin embargo, para llegar a cualquiera de esos lugares, tendrían que caminar mucho tiempo, y las fuerzas de Victoria eran limitadas.

A su lado, Celine permanecía silenciosa, su presencia casi etérea. Ella era la única en el grupo que poseía la habilidad de teletransportarse, un poder que podría sacarlos de esa situación desesperante. Sin embargo, debía tener algo de ese lugar o ese alguien para que su magia funcionara. La decisión de moverse o permanecer era cada vez más urgente, y el peso del destino se cernía sobre ellos, como una nube oscura en un cielo despejado.

—Podemos ir a la ciudad más cerca—comenzó Máximo—. Ahí podemos descansar. Además conozco a una persona que podría darnos más información sobre lo que buscamos. Pero llegar hasta allí nos costaría horas de caminata.

—¿Tienes algo de esa persona? —pregunto Celine, acercándose a el—. Si me das algo de esa persona, podría llevarnos hasta ahí.

Máximo se detuvo a reflexionar, su mente agitada en busca de una solución. Fue en ese instante cuando recordó el collar que ella le había dado, un objeto que había guardado en secreto entre sus pertenencias. Ella le había dicho que era un método de protección sagrado, diseñado específicamente para personas impulsivas como él, que a menudo actuaban sin pensar. En su momento, Máximo había considerado esa idea una simple superstición, un cuento que no tenía sentido. Sin embargo, ahora, frente a la inminente amenaza de los demonios, se dio cuenta de lo equivocado que había estado.

Sin pensarlo dos veces, sacó el collar de su cuello y se lo entregó a Celine. Al instante en que ella lo tocó, un brillo sutil se encendió en sus ojos. La energía del collar fluyó a través de ella, y su mente se iluminó con visiones fugaces. Vio a Máximo siendo perseguido, un demonio en particular acechando detrás de él, sus rasgos apenas visibles entre la neblina densa que parecía cobrar vida propia. La angustia de esa visión la inundó, y al volver en sí, Celine relamió sus labios, sintiéndose aliviada por regresar a la realidad. No le gustaba ser una vidente. La habilidad de ver el futuro de las personas a su alrededor era un don que había considerado más una carga que una bendición. Por eso, siempre llevaba guantes fuertes, que le permitieran mantener a raya esas visiones, evitando que cualquier contacto físico le revelara el destino oscuro de aquellos que le rodeaban, pero se los había quitado antes de salir porque estaban desgastados.

Sin dar explicaciones, aceptó el collar de inmediato. Aunque ahora pertenecía a Máximo, había estado en otra persona durante mucho tiempo, y ese vínculo parecía haber creado una especie de conexión que le permitía usarlo sin reservas. Sin embargo, en su mente aún resonaban los ecos de la visión. La sensación de inquietud crecía, como un presagio de lo que estaba por venir.

De repente, un círculo de fuego los rodeó, un fenómeno mágico que los atrapó en su abrazo ardiente. La temperatura aumentó rápidamente, y antes de que pudieran procesarlo, fueron consumidos por las llamas. En un parpadeo, cayeron en un sótano oscuro y sucio, donde el aire era espeso y la humedad impregnaba las paredes. Cajas de metal, cartón y libros estaban esparcidos por todas partes, como si un huracán hubiera pasado por allí y hubiera dejado un rastro de desolación a su paso.

El estruendo de su llegada no pasó desapercibido. Desde arriba, un sonido de pasos resonó, alertando a la persona que se encontraba en el piso superior. No dudó en bajar, la curiosidad y la molestia marcando su andar. Cuando finalmente abrió la puerta, un gesto de irritación se dibujó en su rostro, pero al ver a Máximo, su expresión cambió. Cruzó los brazos, conteniendo una risa burlona.

—¿Qué te trae aquí, Máximo? —preguntó con desdén, su voz resonando en el espacio vacío. La tensión en el ambiente era palpable, y los otros miembros del grupo intercambiaron miradas.

—¿Los demonios no han llegado a esta zona? —preguntó Máximo, su voz entrecortada por la tensión del momento.

—Por favor. Esas malditas criaturas están esparcidas por todas partes, como si fueran una maldita plaga —respondió Thalía, dejando escapar un suspiro de frustración. Su mirada escudriñó el sótano, como si esperara que algún demonio emergiera de las sombras.

—Thalía, necesitamos tu ayuda —intervino Celine, con una urgencia que resonaba en su tono.

—¿Y estas personitas quiénes son? —inquirió Thalía, sus ojos brillando con una mezcla de curiosidad y escepticismo.

—Soy Victoria... Lith —se presentó la joven que se encontraba detrás del mayor de todos, intentando infundir en su voz un aire de autoridad a pesar de la vulnerabilidad que sentía.

—Oh, una Lith en esta casa. Espero que esta pocilga no sea de su desagrado, majestad —dijo Thalía con un tono sarcástico, cruzando los brazos y observando a Victoria con una mezcla de burla y sorpresa—. ¿Por qué están aquí?

—Necesitamos información sobre la Escalera al Cielo —declaró Victoria, su voz firme y decidida, aunque en su interior la ansiedad burbujeaba.

—¿Y qué les hace creer que yo sé algo sobre eso? —Thalía arqueó una ceja, desafiando su confianza.

—Te conozco, Thalía. Sé que sabes mucho más de lo que reconoces. Necesitamos llegar ahí —intervino Máximo, su mirada penetrante nunca apartándose de la de Thalía—. No podemos permitir que todas las personas del mundo mueran. Thalía, sé qué hace años no estás involucrada con los demonios, pero esta es una amenaza seria. Todos estamos en peligro.

La atmósfera en el sótano se tornó tensa mientras las palabras de Máximo resonaban sobre las paredes. Thalía se quedó en silencio, su expresión cambiando lentamente. Había un aire de conflicto en ella, una lucha interna que parecía desdibujar la línea entre su deseo de permanecer al margen y la urgencia de la situación.

—De acuerdo. —Finalmente, su voz fue un susurro decidido, pero su mirada se mantenía distante—. Síganme.

Con un gesto de su mano, Thalía comenzó a avanzar, guiando al grupo a través del desorden del sótano. Las cajas de metal y cartón se amontonaban a su alrededor, creando un laberinto que parecía tener vida propia. La luz que se filtraba por una pequeña ventana iluminaba su rostro, resaltando la determinación que había sustituido la apatía.

Thalía condujo al grupo por una serie de pasillos oscuros y estrechos, hasta llegar a una puerta de madera maciza, desgastada por el tiempo. Sin vacilar, la abrió con un crujido, revelando un pequeño salón lleno de mapas antiguos, tomos polvorientos y extraños artefactos. El ambiente estaba impregnado de un aroma a tierra y conocimiento.

—Aquí es donde guardo lo que he aprendido —dijo Thalía, mientras se movía con agilidad entre las mesas, revisando los documentos esparcidos—. Pero antes de que digan algo más, ¿están seguros de que quieren adentrarse en esto? La Escalera al Cielo no es un camino sencillo.

—Es nuestra unida opción, Thalía.

Thalía comenzó a buscar entre todos los objetos esparcidos por el salón, sus manos recorriendo las estanterías llenas de libros y artefactos antiguos. Sabía que la historia de la Escalera al Cielo era más que una simple leyenda; era un camino arduo, repleto de obstáculos que probaban la valía de quienes se atrevían a buscarla. Finalmente, sus dedos se posaron sobre un pequeño libro de cubierta azul, desgastado por el tiempo. Era donde había recopilado todas sus notas e investigaciones sobre la Escalera y otras cosas.

—Deben tener en cuenta que encontrar esto podría llevarles mucho tiempo —comenzó Thalía, abriendo el libro con un suave crujido—. Según lo que tengo escrito aquí, la Escalera se hará presente ante quienes deseen encontrarla para una causa justa. Pero necesito saber, ¿para qué quieren ustedes encontrarla?

La pregunta quedó flotando en el aire, y Victoria sintió que el peso de la verdad la oprimía. Respiró hondo, intentando calmar el dolor en su garganta, y comenzó a hablar con voz temblorosa.

—Fui la encargada de cuidar la caja del demonio —dijo, sintiendo que cada palabra era un recordatorio de su fracaso—, pero... fue robada de mi posesión. La caja fue abierta y desató a los peores demonios sobre el mundo. Según se, la caja puede ser reconstruida, pero solo con la ayuda del ángel que la creó inicialmente. Debo encontrar al Arcángel Miguel. Él fue quien la creó con la ayuda de los ángeles.

Thalía se quedó en silencio por un momento, sus ojos fijos en Victoria, como si intentara discernir la sinceridad en su declaración. Finalmente, un suspiro profundo escapó de sus labios.

—Ay, niña. No sabes en el problema en que estás ahora. Lo que se viene para ti será...

—¿Por qué lo dices? —interrumpió Victoria, una mezcla de ansiedad y miedo en su mirada.

—Tenías la tarea de proteger a la humanidad, la creación de Dios, pero no lo hiciste. Muchas almas en este momento están siendo robadas por los demonios. Muchas personas están muriendo. Cuando una persona muere por una presencia demoníaca o su alma es robada por una, no llegan al cielo, pero tampoco van al infierno; se quedan en el limbo. Aquellas personas pueden volver a nacer, pero no de cualquier manera. Solo pueden renacer para morir de otras maneras que no incluyan el suicidio o posesiones demoníacas. Pero ahora, Victoria, eso no será posible cuando el mundo está lleno de demonios. No hay cavidad para la vida ahora.

El aire se volvió denso a medida que Thalía continuaba, su tono se tornaba más grave.

—A lo largo de los siglos, solo ha habido dos guerras, las cuales fueron por causas, digamos, naturales. No hubo humanos que influyeran en estas, pero tú lo hiciste ahora. El castigo que se te dará será algo que nunca estará escrito. Victoria, hiciste que la creación de Dios comenzara a ser eliminada por esos demonios que se le revelaron.

Las palabras de Thalía golpearon a Victoria como un martillo en su pecho. La culpa y el remordimiento se entrelazaban en su interior, formando un nudo imposible de deshacer. Ella había sido elegida, la guardiana de una herencia sagrada, y había fallado.

—No sabía que esto sucedería —murmuró Victoria, la voz casi un susurro—. Nunca imaginé que el poder de la caja era tan destructivo. Solo quería proteger a los que amaba. Cumplir mi tarea.

Thalía la miró, sus ojos reflejaban una comprensión profunda pero también una dura realidad.

—Es demasiado tarde para lamentaciones, Victoria. Ahora debes actuar. Debes encontrarla antes de que la última trompeta suene.

Victoria frunció el ceño, confundida y alarmada.

—¿La última trompeta? —preguntó, la inquietud comenzando a enredarse en su pecho.

—Sí. Cuando los ángeles comiencen a tocar las trompetas, será el inicio de la tercera guerra entre ángeles y demonios. Una guerra que podría borrar toda la existencia como la conocemos. Las fuerzas celestiales y oscuras chocarán con una ferocidad que hará temblar los cielos y la tierra. Tienes que llegar hasta la Escalera, subir por ella y pedir perdón por el pecado que cometiste. Pero debes hacerlo de manera pura, con un corazón sincero que realmente desee que eso no hubiera sucedido. Solo así tendrás la oportunidad de cambiar tu destino, o quizás el destino de todos nosotros.

Las palabras de Thalía resonaban en la mente de Victoria como campanas de alarma. La idea de una guerra celestial era aterradora, y el peso de su responsabilidad se sentía más pesado que nunca. Ella miro a sus compañeros. Sebastián estaba recostado sobre la pared. El conocía más de lo que debería, pero tambien sabía que debía guardar silencio. Era un demonio y no podía revelar todos los secretos de la existencia misma a los humanos, por mas que quisiera ayudarla.

—¿Y qué sucederá si no lo hago? —preguntó, su voz temblando ligeramente al considerar la posibilidad.

—Si no lo haces, los demonios se desatarán por completo. Las almas que ahora son arrastradas al limbo quedarán atrapadas en un ciclo interminable de sufrimiento. La humanidad sufrirá las consecuencias de tu falta, y las fuerzas demoníacas se regocijarán en su victoria.

Thalía se acercó a Victoria, su mirada intensa y penetrante.

—Lo que está en juego es mucho más grande de lo que imaginas. No solo se trata de tu error, sino de la vida de miles, de millones. La Escalera al Cielo es el único camino que te permitirá buscar la redención y restaurar el equilibrio. Si deseas redimirte y salvar a la humanidad, no hay tiempo que perder. Debes estar dispuesta a enfrentar lo que venga, incluso si eso significa enfrentar tus propios miedos y dudas.

—¿Cómo puedo estar segura de que mi arrepentimiento será suficiente? —preguntó, su voz apenas un susurro.

—No hay garantías en este mundo, Victoria. El camino hacia la redención es difícil y a menudo doloroso. Pero lo que importa es la sinceridad de tu corazón y tu disposición para hacer lo que sea necesario. Si realmente deseas corregir tus errores, la Escalera se presentará ante ti. Y solo entonces podrás enfrentar las consecuencias de tus acciones, con la esperanza de que haya una oportunidad para la redención.

—Entonces, ¿cuál es nuestro siguiente paso? —preguntó, su voz ahora llena de resolución.

—Todo depende de ti, Victoria. Eres la causante, pero también puedes ser la salvadora.

¿Cómo podía ser la salvadora de algo que ella misma había desencadenado?

—Por ahora, todos ustedes deben descansar. Este es un lugar seguro. La casa tiene una protección, así que los demonios no pueden entrar —continuó Thalía, gesticulando hacia el interior del desordenado refugio.

Victoria miró a su alrededor, viendo la desgastada pero acogedora habitación. Las paredes estaban cubiertas de estanterías desbordantes de libros, y el aire estaba impregnado de un aroma a hierbas y especias.

—Les haré algo de comer.

Victoria sintió un nudo en su estómago. El hambre había estado latente, pero ahora, con la posibilidad de una comida caliente, se hizo más fuerte. A su lado, Thaddeus y Celine intercambiaron miradas, aliviados de tener un momento de calma, aunque solo fuera temporal. Sin embargo, el alivio pronto se desvaneció cuando Sebastián, con una expresión sombría, salió de la casa.

—¿A dónde vas? —preguntó Victoria, sintiendo una punzada de preocupación al notar su estado.

Sebastián no respondió, simplemente se dirigió hacia la oscuridad del exterior. Victoria estaba por seguirlo, pero Celine la detuvo, su mano firme en su brazo.

—No puedes salir. Es peligroso —advertía con urgencia.

Pero a Victoria no le importó. La inquietud crecía dentro de ella, y la necesidad de entender lo que estaba ocurriendo en el mundo exterior la impulsó. Con un movimiento decidido, se soltó del agarre de Celine y salió de la casa.

¿Qué pasaría después?

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