Tras la pérdida de de su persona amada Ethan decide buscarlo en un nuevo universo. Precisamente en ese universo está la persona indicada pero el pasado oscuro lo persigue no quedará libre de los pecados sucedidos en su propio mundo, la destrucción de su propio amor
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El Festival de las Luces Perdidas II
—¿Ves? Esto es lo que significa el festival, — dijo Aiko mientras revisaba algunas fotos en su cámara. —No se trata solo de ser el centro de atención; se trata de crear recuerdos juntos. —
Mía asintió lentamente mientras miraba a su alrededor. Las luces brillantes reflejaban en los ojos de todos los presentes, creando un ambiente mágico que no podía ignorar. En ese momento, se dio cuenta de lo tonto que había sido al querer robarle protagonismo a Lian.
De repente, Alan apareció nuevamente entre la multitud. —¿Disfrutando del espectáculo? — preguntó con una sonrisa enigmática.
—Sí, — respondió Mía sinceramente. —Creo que me he dado cuenta de algo importante esta noche. —
Alan inclinó la cabeza hacia ella como si supiera exactamente lo que estaba pensando. —A veces es fácil perderse en nuestras propias inseguridades y olvidarnos de disfrutar lo que realmente importa. —
Mía sonrió tímidamente mientras pensaba en sus acciones pasadas. —Tienes razón… he estado tan centrada en competir por atención que me olvidé de lo especial que es este momento. —
Alan asintió con aprobación antes de desaparecer entre la multitud nuevamente.
La noche continuó llena de alegría y celebración. El aire estaba impregnado con el aroma a comida callejera: yakitori, takoyaki y dulces tradicionales japoneses. Los niños corrían por todas partes mientras los adultos disfrutaban de juegos tradicionales y concursos improvisados.
A medida que avanzaba la noche, Mía decidió acercarse a Lian nuevamente. —Oye, — comenzó con un tono más suave del habitual. —Quería disculparme por mis pensamientos egoístas sobre ti. —
Lian levantó una ceja, sorprendida por la sinceridad en la voz de Mía. —¿De verdad? No me di cuenta de que te preocupabas tanto por eso. —
—Es solo… me dejé llevar por mis inseguridades, — admitió Mía avergonzada. —No debería haber tratado de hacerte sentir incómoda solo porque pensé que te llevabas toda la atención. —
Lian sonrió cálidamente. —No te preocupes por eso. Todos queremos ser vistos y valorados, pero eso no significa que debamos competir entre nosotros. —
Mía sintió un alivio indescriptible al escuchar esas palabras. —Gracias por ser tan comprensiva, — dijo sinceramente.
Lian asintió antes de invitar a Mía a unirse a ella y sus amigos para bailar al ritmo de la música tradicional japonesa que sonaba en el aire.
Mientras bailaban bajo las luces parpadeantes y las estrellas brillantes del cielo nocturno, Mía sintió cómo su corazón se llenaba de alegría genuina. Se dio cuenta de lo importante que era disfrutar del momento presente sin preocuparse por quién era el centro de atención.
La noche avanzó rápidamente y pronto llegó el momento culminante del festival: el lanzamiento de los faroles flotantes al río cercano. Cada farol representaba un deseo o un recuerdo especial que los participantes querían liberar al universo.
Mía miró hacia el río iluminado por miles de luces danzantes mientras todos se reunían para lanzar sus faroles al agua. Cada uno llevaba consigo un deseo personal; algunos deseaban amor, otros paz o simplemente felicidad.
Cuando llegó su turno, Mía tomó un profundo respiro y escribió su deseo en el farol: *Quiero aprender a apreciar cada momento sin compararme con los demás*. Luego encendió la vela dentro del farol y lo sostuvo con cuidado mientras se acercaba al borde del río.
Con un movimiento suave, dejó escapar el farol al agua y vio cómo se alejaba flotando junto a otros deseos compartidos por sus vecinos.
—Es hermoso, — murmuró Aiko desde su lado mientras tomaba fotos del espectáculo.
—Sí, — respondió Mía con sinceridad mientras observaba cómo las luces danzantes reflejaban sus propios sueños en el agua oscura.
En ese instante mágico, sintió como si todas sus preocupaciones se desvanecieran junto con los faroles flotantes; era liberador dejar ir lo negativo y concentrarse en lo positivo.
Al llegar a casa esa noche, Mía se sintió llena de luz interior; sabía que había dejado atrás viejas formas de pensar y abrazado nuevas perspectivas sobre la amistad y la vida misma.
El Festival de las Luces Perdidas no solo iluminó las calles de Hanamura; también iluminó los corazones de aquellos que decidieron dejar atrás sus diferencias y celebrar juntos.