Kallias ha vivido creyendo en la promesa de un amor eterno con su alfa destinado. Sin embargo, su mundo se desmorona cuando descubre que su alfa ha sido infiel durante mucho tiempo. Su compañero de alma, también herido por la situación, se encuentra atrapado en el mismo sufrimiento.
En medio de esta crisis, el alfa sufre un accidente y entra en coma, lo que lleva a Kallias a una encrucijada. Decidido a no seguir atado a un lazo roto, toma la difícil decisión de romper el vínculo que los une. Con el corazón destrozado, se embarca en un viaje en busca de sanación y autodescubrimiento. En su travesía, buscará conocer el amor propio, la confianza y la fortaleza.
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Capitulo 17: Determinación latente [Parte 1]
A la mañana siguiente, la imagen frente al inocente chico fue desgarradora, era como sentir un calor horrible en lo profundo de su pecho, como cuando estás tan tranquilo y de repente sientes un golpe en tu pecho causado por una patada del corazón. Él recordaba haber llevado a su padre a la casa de sus abuelos, quienes desde la escalera le echaban una mirada de pesar a su borracho hijo. Le habían visto crecer y forjarse como un hombre maduro y muy capaz, vieron cada una de sus sonrisas y estuvieron allí en sus caídas, pero no pudieron haber profesado nunca el abismo por el que la semilla de su amor caía.
El joven alfa recordaba dejarlo en su habitación acostado de lado y con una pastilla para el dolor de cabeza en la parte izquierda de su cama, luego simplemente salió de allí, dejó la puerta a medio cerrar y él mismo entró en su habitación, listo para dormir. Cuando lo hacía sentía que al despertar los episodios de esta horrible historia no serían más que un mal sueño, que al hacerlo bajaría a la sala y se encontraría con sus papás abajo, esperándolo para desayunar para luego seguir con la rutina en el que ellos hacían sus cosas mientras él estaba en el colegio, como siempre, desde que tenía memoria, había sido. De verdad guardaba la esperanza de que esto fuera así, en lo profundo de su órgano vital deseaba despertar de esa horrible pesadilla.
Pero, sin embargo, en el presente, cuando apenas acababa de despertar, se encontraba con esa lamentablemente visión; el Omega ejemplar, modelo a seguir, aquel que siempre era inquebrantable, se encontraba en ese momento ahogándose en un mar de llanto. Se preocupó, mucho, para poder ser soportado por su joven corazón, resquebrajado por las situaciones más recientes y dividido entre la depresión de su madre y el coma en el que su padre estaba sumergido.
No supo cómo reaccionar, pero, al ver que su madre levantó la mirada, viéndolo directamente a él, con esa clara muestra de arrepentimiento y gran penumbra, fue como si su cuerpo reaccionara por sí mismo y se abalanzara sobre el Omega indefenso. Cubriéndolo inmediatamente con su calor y llorando a su lado. Liberando las pesadas penas de su espíritu.
Todo fue un borrón, sabía que habían pasado un par de minutos, cuando de repente su padre se levantó, le sonrió, le besó y salió de allí.
Pero algo en la atmósfera había cambiado; la mirada de su madre había cambiado, de alguna u otra forma lo hizo, todavía cargaba con todos esos sentimientos, pero había algo más; algo nuevo surgiendo, algo que él mismo interpretó como determinación. No sabía por qué, o de dónde; pero si sabía que era algo bueno, algo que sería positivo para sus vidas, y que estaba dispuesto a enfrentar, como el pilar de su madre que era, aquel que lo mantenía cuerdo y evitaba hundirse en la tragedia y, aún, en algo más profundo y primitivo. En su lado más salvaje.
Kallias lo sabía, debía dejar sus propios demonios a un lado y empezar a ver más allá del presente, alzar su vista y mirar hacia el futuro. Nunca en su vida se esperó sentir lo que en ese momento sentía, era una sensación que ardía en su pecho y lastimaba su corazón con cada exhalación. Desde siempre se vio como una persona independiente y muy capaz, pero nunca imaginó que con un ventarrón en su vida toda su determinación se vendría abajo como lo estaba haciendo en ese momento. Eran muchos los sentimientos que se arraigaban en él, estaba esa necesidad soberana de su omega por ir junto a su alfa y suplicarle volver a su lado, decirle que le perdonaba y que estaba dispuesto a dejar todo de lado con tal de volver a su lado; pero más allá de su instinto era su raciocinio el que no le permitía volver junto a la persona que le había hecho tanto mal, quizás exageraba, pero él no lo veía así, él era del tipo que no daban segundas oportunidades cuando de fidelidad se trataba. Lo salvaje e ilustrado de su ser batallaban diario y estaba agotado de luchar contra sí mismo. Pero tenía una solución, debía dejarlo ir. Sin importar las consecuencias, él haría lo que fuese necesario para librarse de esa presión en su pecho. Sin importarle cuan egoísta fuera.
María estaba muy interesada en saber por qué estaba esa mancha marrón en su suéter, sinceramente no recordaba haberla tenido esa mañana y tampoco podía descifrar de dónde venía. Quizás había sido el estúpido de Jeremy, el tonto ese no podía esperarse hasta llegar a la casa para poder ordenar su comida rápida. No, claro que no, él tenía que ordenar y comer lo más rápido posible, arrastrándola a ella en el proceso. Aunque era ella la estúpida por seguirle la corriente, pero ya se vengaría de ese tonto grasiento más tarde. Por lo mientras debía de seguir trabajado.
— Buenos días, señor, ¿Tiene cita? — Le preguntó al bello omega frente a sus ojos, no se detuvo a mirar las lágrimas que corrían por su cara, o el estado demacrado de su ropa. No, claro que no lo haría, de por sí ya era normal ver a personas desquiciadas gritando y llorando por sus dolientes, ¿Qué ganaría ella al preocuparse por uno de ellos? Eso era un no rotundo, no era una persona tan generosa y en su mente no cabía el hecho de serlo. Simplemente, le atendería por el tiempo que fuese necesario y luego le echaría en ese mar de olvido al que se iban todas las personas que comúnmente pasaban por su vista. Sospechaba que no se olvidaría de esa bella cara, pero no le importaba, eso no significaba nada.
— Buenos días, señorita — Dijo el omega con la nariz congestionada — Vengo a visitar a mi esposo, tengo la autorización justo aquí — Le dijo y seguidamente le tendió el papel que llevaba en las manos.
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