Segunda parte de la Saga PROMESA Y DESTINO que narra la historia de Fafner y Lugus
La existencia de Taranis Lugus ha sido marcada por el dolor, creyéndose un ser maldito, que sólo puede llevar desgracia a los que lo rodean y que no merece la esperanza del amor. Decidido a ayudar a su pequeña Libelle a traer a sus crías al mundo, Lugus elige sacrificarse, creyendo que es lo mejor para sus seres queridos, a pesar de que esto pueda significar tener que dormir un par de siglos y no volverlos a ver...
Por su parte, Fafner intenta escapar nuevamente de lo que comienza a sentir por Lugus; embarcandose en una serie de misiones que en lugar de ayudarlo a olvidar lo harán conocer más sobre la raza demoníaca y quién es realmente Lugus.
¿Podrá Fafner regresar a tiempo para volver a ver a su demonio?
¿Lugus logrará superar su terrible pasado y aceptar que él también merece amor?
Acompaña en esta nueva historia al Clan Lanira y los Dragones del Clan Nithe Ragnar.
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¡Tus ojos..!
Al ver a Lugus incapaz de sostenerse por si mismo, a punto de caer, Fafner simplemente se movió por instinto, y antes de que se diera cuenta de sus propias acciones, el dragón ya sostenía entre sus brazos el frágil cuerpo del demonio, que se sentía aterradoramente liviano.
—¡Por los Dioses! ¿Qué te ha pasado?— Lugus al escuchar las palabras de Fafner, supo que el dragón ya se había dado cuenta que él no estaba bien, por lo que, con mayor determinación, intentó alejarse, antes de que Fafner terminara por notar el problema de sus ojos; el demonio se revolvía, casi sin fuerzas, tratando de escapar, sin éxito, del agarre del dragón, al tiempo que cerraba fuertemente los ojos deseando desaparecer.
—No tiene importancia— se apresuró a decir, de la misma forma automática que se los había estado repitiendo a sus sobrinos —Y no tiene nada que ver contigo...
—¡Escúchame bien!— interrumpió Fafner —Todo lo que te pase me importa, y por lo tanto, tiene todo que ver conmigo— la sorpresa le hizo abrir los ojos a Lugus, deseando poder ver el rostro del dragón, y por primera vez, el demonio sintió el pesar de ya no poder hacerlo, fue entonces que Fafner se dio cuenta que los ojos, que alguna vez ardieron con el brillo de las flamas del infierno, ahora estaban apagados, luciendo un tono blanquecino que lo hizo estremecer de tristeza —¡Tus ojos..!— dijo, al tiempo que atrapó el rostro de Lugus con una mano, el demonio cerró sus ojos por instinto, mientras el dragón acariciaba suavemente la esquina de uno de sus parpados con su pulgar. Fafner quería preguntar por lo que había pasado, escuchar que todo estaría bien, o mejor, que era una broma, sin embargo, el recuerdo de un Lugus que no lo miró en aquella ceremonia, se la clavó en el pecho como una daga.
—Te dije que había cambiado— reiteró Lugus con un tono resignado que para Fafner no era propio de aquel demonio.
Entonces Lugus volvió a abrir sus ojos, moviéndolos de forma errática, buscando aquello que, secretamente, había extrañado, y que ahora ya no podía ver. Fue entonces que Fafner confirmó que Taranis Lugus había perdido la vista.
—Perdóname...— comenzó a repetir al mismo tiempo que acercaba a Lugus a su pecho —Perdóname...— repetía con la voz grave y quebrada —Por favor, perdóname por llegar tan tarde...
Y mientras repetía torpemente sus disculpas como un mantra incapaz de limpiar sus faltas; cálidas gotas cayeron sobre el rostro de Lugus, que nunca antes había visto al dragón llorar, ni siquiera cuando había sufrido más intensamente los síntomas de su veneno, pero ahora, al verlo a él debilitado y con sus ojos apagados, incapaces de volverlo a ver, Fafner se había quebrado, y no podía parar de llorar, sin que siquiera él pudiera decir el porque de su reacción.
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Cuando Danu y Woden se dieron cuenta de los engaños de Andras, corrieron al encuentro de su tío, sin esperar ningún tipo de explicación. Ellos mejor que nadie sabían lo frágil de la condición de Lugus, que luchaba a cada instante por verse lo mejor posible para la familia, ya que, a su parecer, el Clan ya tenía suficiente con la inminente partida de Libelle, por lo que él no quería ser otra fuente de preocupación. Por eso él había sido muy cuidadoso con el ritual, para retrasar lo más posible el inicio de su hibernación; y darle más tiempo a los suyos para adaptarse a las perdidas, sin embargo, al final, lo único que consiguió fue enlazarlo al tiempo de su sobrina, de tal forma que con el último latido del corazón de Libelle, Lugus comenzaría sus doscientos años de sueño.
Era por eso que Lugus consideraba que todo lo que había hecho hasta ese momento, había terminado por ser un fracaso. Y eso era lo que más les preocupaba a sus sobrinos; ellos nunca lo habían visto triste, ni siquiera en los momentos más difíciles, cuando Aisha estaba desaparecida y Libelle sufría de crisis constantes, que él debía controlar. Incluso en ese momento, Lugus había actuado como si en cualquier momento todo se fuera a solucionar. Pero justo después de aquel ritual, su tío no sólo estaba herido y debilitado, sino que no había dejado de llorar durante un día completo, y sus ojos, al igual que su esperanza, se habían apagado, volviéndolo un ser taciturno e incapaz de confrontar al mundo, al que los hermanos habían jurado cuidar.
Sin embargo, al llegar al lugar donde estaba Lugus, lo que vieron les heló la sangre; frente a ellos se encontraba un enorme dragón, que ya mostraba gran parte de su aura condensada, abrazando a su tío, por la cintura, mirándolo con sus ojos iluminados en azul y una extraña expresión; algo entre afecto y tristeza que los desconcertó. Mientras Lugus parecía consolarlo, tocando su rostro y hablándole con suavidad, como si se tratara de un niño pequeño al que había que reconfortar.
—Danu, ve por ayuda— susurró Woden, que había frenado en seco, al tiempo que detenía a su hermana y ahora se movía de forma lenta y cuidadosa, como si temiera alertar a la fiera que tenía delante de su presencia.
—Pero...— Danu había escuchado todas las anécdotas de cómo su cuñado Ragnar se había descontrolado, y había visto el cuidado con el que manejaron la situación con Ejder, pero en realidad, ella no alcanzaba a dimensionar el gran peligro en el que se encontraban en ese momento —No puedo dejarlos...
—¡Apresúrate!— volvió a insistir Woden, con un susurro exasperado, al tiempo que le hacía señas a su hermana de que debían moverse con más cuidado —Diles que hay un dragón al borde...
—¿Y tú?— entonces Danu alcanzó a percibir el gran poder que emanaba del dragón, y comenzó a comprender el gran riesgo que estaban corriendo en ese momento, por lo que no pudo evitar sentir miedo; por su hermano, que no era el más prudente de ellos, además de su tío que se encontraba en el epicentro del potencial desastre —¿Qué vas a hacer?
—Nada... Por ahora sólo voy a observar— la tranquilizó —Únicamente sí veo que mi tío corre peligro intervendré...— fue entonces que Danu salió corriendo del lugar, lo más rápido que pudo, con la esperanza de encontrar ayuda.
gracias autora, un buen capitulo vamos x /Plusone/