Nuestro genio Máximo Santibáñez, se enfrentará al reto más difícil de su vida. Él deberá luchar con toda su inteligencia, para vencer todos los obstáculos y convertirse en el héroe de su pequeño hijo. Máximo Jr. un niño genio que supera por mucho la inteligencia de su padre.
¿Podrá Máximo Santibáñez estar a la altura de las circunstancias?
¿Logrará ganarse el corazón de su pequeño hijo?
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CAPÍTULO 18
Máximo abrazó a su madre y observó a su Coronel con recelo. Él lo había observado tomándole la mano cuando entró y aunque no quiso reclamarle delante de su madre, no quiere decir que no pueda marcar su territorio.
El pequeño se aferró al delgado cuerpo de su madre y disfrutó de su calidez. Él se sentía muy a gusto entre sus brazos, sobre todo porque ese frío lúgubre había desaparecido.
El cuerpo de su madre era delgado y débil, sus manos huesudas y su escaso cabello eran la clara evidencia de un año viviendo en agonía.
Pero para el pequeño, ella era la mujer más hermosa del mundo. Él se alejaba de ella y la miraba al rostro para después besarle repetidamente las mejillas.
Para Máximo Jr. sentir que este calor que emanaba el cuerpo de su madre, era algo que lo llenaba de esperanza.
El doctor Dominico se despidió y salió de la habitación.
Máximo observó la mirada pícara del Galeno y el doctor al sentir la mirada penetrante del hombre, no dudó en provocarlo.
Entonces ignoró la presencia del Hulk blanco y le guiñó un ojo a su paciente, antes de despedirse con palabras íntimas.
—Te veo después, princesa.
Los dos Máximos se miraron fijamente a los ojos y Máximo no dudó en seguir al atrevido doctor y salir detrás de él.
—¡Espere! —le gritó Máximo y el doctor, aun de espaldas hacia él, se sonrió.
—¿Le puedo servir en algo, Señor Santibáñez? —le preguntó Dominico, tratando de contener la risa y manteniendo una distancia prudente del hombre celoso que tenía en frente.
—No se haga el idiota. Mucho cuidado con pasarse de listo con Celina.
—Entiendo que esté enamorado, pero Celina y yo tenemos un pasado juntos y eso no tiene nada que ver con usted.
—Tal vez, pero yo soy su presente y su futuro. Por eso le exijo que solo, haga su trabajo.
—Soy un profesional señor Santibáñez y salvaré a esa mujer, así tenga que hacer un pacto con la muerte y de una vez le digo. Que no cobraré por mis honorarios.
—Ya pagué todo por adelantado, así que de nada le sirve hacerse el héroe. Tome su dinero y compré una mujer para usted y dejé de atravesarse en mi camino.
Máximo se alejó del doctor y caminó hacia el baño más cercano.
Él entró y se miró al espejo. Su rostro estaba enrojecido, sus labios estaban resecos y sus manos estaban empuñadas.
Máximo se lavó el rostro y volvió a mirarse al espejo, mientras se secaba el agua con un papel absorbente.
De pronto soltó una carcajada sonora. Antes de comenzar a monologar.
—¿Qué te ocurre Máximo? Acabas de actuar como un hombre inseguro, no peor aún acabas de ser un maldito celópata y lo peor aún por una mujer desconocida y sin ningún interés en ti. ¡¡Eres un idiota!!
Máximo se encontraba frustrado y avergonzado por ese comportamiento tan tóxico. Pero ni él mismo entendía, porque sentía a Celina como de su propiedad. Tal vez, es ese pensamiento, de que la conoce del pasado, es lo que lo impulsa a ser posesivo e irracional.
Máximo terminó de burlarse de su penosa situación y salió del baño, para regresar a la habitación, pero antes de entrar ordenó la cena.
Ya era hora de marcharse y estaba seguro de que el pequeño le dará guerra para dormir lejos de su madre.
Máximo entró a la habitación y se sorprendió al ver al pequeño acariciar el cabello de su madre con una mano, mientras con la otra le leía un cuento desde su tablet.
El ruido de la puerta atrajo la atención de la madre y del niño.
Celina le mostró a Máximo una sonrisa tímida y él le correspondió con una sonrisa que de tímida no tenía nada. Era una sonrisa seductora que derretía a Celina.
Algunos segundos después, la puerta volvió a abrirse y entró un hombre empujando un carrito que traía la cena.
Ellos se sentaron alrededor de la pequeña mesa y comieron a gusto.
Máximo Jr. comía en silencio. Mientras, una guerra silenciosa de miradas se llevaba a cabo, entre sus padres.
Máximo no podía disimular que se sentía enojado por las palabras de ese medicucho de quinta. "Tenemos un pasado juntos". Él quería reprocharle a ella su pasado. Quería que ella le explicará un sin fin de cosas que ni siquiera tenían sentido.
Él estaba actuando como un idiota, si lo sabía, pero no podía evitarlo. Estaba celoso y preocupado, porque el día de volver a Italia estaba cerca.
Aunque tal vez, tener que marcharse no era tan mala idea. Tal vez poner distancia entre él y Celina era lo más conveniente, lo malo era, tener que alejarse del niño. Porque estaba seguro de que él pequeño no querrá acompañarlo a Italia.
Ellos terminaron de cenar y recogieron todo, para después despedirse de Celina.
Ella estaba comenzando a sentirse agotada. Definitivamente, toda esta lluvia de emociones la tenían agobiada a pesar de que durmió todo el viaje.
—Mami, ¿de verdad no me puedo quedar? —le preguntó el bebé, haciendo un tierno puchero.
Celina sentía su corazón oprimido y apenas era la primera noche que dormían separados.
—No, mi corazón. Tú también debes descansar. Aprovecha de disfrutar de tu padre. En tu maleta, metí tu juego de ajedrez.
Máximo se acercó al pequeño y lo abrazó.
—Vamos campeón, despídete de tu madre.
Máximo Jr. No tuvo más opción que subirse a la cama, besar varias veces las mejillas de su madre y abrazarla con fuerza.
—No vayas a dejarme. Mami, prométeme que estarás aquí.
—Por supuesto que estaré aquí amor. —te lo prometo.
El pequeño asintió y caminó hacia la puerta.
Mientras Máximo aprovechó que el niño estaba de espaldas hacia ellos, para acercarse a Celina rápidamente y darle un beso en la mejilla, pero ella se sorprendió al verlo acercarse y por reflejo giró el rostro, haciendo que sus labios se unieran.
Los dos se quedaron sorprendidos, pero no podían decir nada.
Máximo solo le guiñó un ojo y salió detrás del pequeño soldado que iba cabizbajo hacia la puerta.
Mientras que Celina se quedó petrificada. Ella se tocó los labios con la punta de sus dedos y cerró los ojos para revivir ese breve momento.
y el sufrimiento de padre e hijo, pero hay una esperanza. muy bien