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Tuve Un Hijo Con Un Villano

Tuve Un Hijo Con Un Villano

Status: En proceso
Genre:Romance / Posesivo / Arrogante / Época / Embarazo no planeado / Villana
Popularitas:39.2k
Nilai: 5
nombre de autor: AMZ

Tras una noche en la que Elisabeth se dejó llevar por la pasión de un momento, rindiendose ante la calidez que ahogaba su soledad, nunca imaginó las consecuencia de ello. Tiempo después de que aquel despiadado hombre la hubiera abrazado con tanta pasión para luego irse, Elisabeth se enteró que estaba embarazada.
Pero Elisabeth no se puso mal por ello, al contrario sintió que al fin no estaría completamente sola, y aunque fuera difícil haría lo mejor para criar a su hijo de la mejor manera.
¡No intentes negar que no es mi hijo porque ese niño luce exactamente igual a mi! Ustedes vendrán conmigo, quieras o no Elisabeth.
Elisabeth estaba perpleja, no tenía idea que él hombre con el que se había involucrado era aquel que llamaban "el loco villano de Prusia y Babaria".

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Capitulo 4

Elisabeth comenzó su día antes del amanecer. Después de alimentar a Falko, aprovechó que el perro estaba distraído para acercarse sigilosamente a la habitación donde yacía el desconocido. La luz tenue del alba se filtraba por las rendijas de las cortinas, iluminando su rostro en reposo.

—Cuando no estás hablando, eres bastante atractivo—, pensó, observando sus facciones relajadas. Pero entonces notó el brillo de sudor en su frente y frunció el ceño. Con cuidado, extendió la mano para comprobar su temperatura, comparándola con la suya.

—Parece que tienes fiebre —murmuró.

En ese instante, sus ojos se abrieron como un relámpago. Su mano se movió con rapidez sorprendente, atrapando la muñeca de Elisabeth. El movimiento brusco la hizo perder el equilibrio, cayendo medio cuerpo sobre él, su rostro aplastado contra su pecho. Un silencio espeso llenó la habitación.

—¿Tú... qué estás haciendo? —su voz ronca resonó en sus oídos, haciendo que un escalofrío le recorriera la espalda.

Elisabeth permaneció paralizada. La sensación era abrumadora: el calor de su cuerpo, el peso de su mano en su cintura, el latido acelerado de su corazón bajo su mejilla. Todo era tan... confuso.

—¿Cuánto tiempo más pretendes quedarte así? —preguntó él, rompiendo el hechizo.

Ella se incorporó bruscamente, el ceño fruncido y las mejillas encendidas.

—¡Estaba comprobando su temperatura! ¿Qué más iba a estar haciendo?

El arqueó una ceja con escepticismo.

—No lo sé. ¿Por qué debería creerte? Tal vez estabas practicando alguna brujería.

—¿De qué tonterías habla? —replicó ella, indignada—. ¿Qué ganaría yo haciendo brujerías?

Fue entonces cuando se dio cuenta: quien la retenía era él. Su mano grande envolvía su muñeca con firmeza, mientras su otro brazo la ceñía por la cintura.

—Si tanto le molesta que lo toque o teme que le haga brujerías, ¿por qué no me suelta? —desafió.

Dietrich pareció darse cuenta de la contradicción en ese momento. Lentamente, sus dedos se aflojaron, liberándola. Elisabeth se apartó con un movimiento brusco, sacudiendo su ropa donde había estado en contacto con él.

—Tiene fiebre —dijo con voz tensa, aunque aún preocupada—. Le traeré un té de hierbas.

Mientras salía de la habitación, Dietrich observó su propia mano que momentos antes la había sostenido. La cerró en un puño apretado antes de dejar caer el brazo a un lado, sus ojos fijos en la puerta por donde ella había desaparecido.

Elisabeth regresó pronto con el té prometido. Se lo entregó con gesto impasible y dio media vuelta, pero él la detuvo con un movimiento rápido.

—¿Cómo te llamas? —preguntó, sorprendiéndola.

Ella parpadeó, desconcertada por el interés repentino de ese hombre grosero y arrogante.

—Elisabeth —respondió lacónicamente, intentando continuar su camino.

Pero él no soltó su brazo.

—¿Solo Elisabeth? —insistió.

—Sí —respondió ella, cortante—. Puede soltarme. Tengo cosas que hacer.

Dietrich frunció el ceño, una expresión casi de indignación cruzando su rostro.

—¿No te interesa saber cómo me llamo?

—Eso es inútil —replicó ella, sorprendiéndolo—. Usted es alguien que está aquí de paso. Cuando se vaya, olvidaré su rostro, su nombre e incluso su comportamiento grosero. Así que es inútil.

Su tono tenía una cualidad melancólica, como si estuviera demasiado acostumbrada al desapego, a la soledad.

—Dietrich —dijo él abruptamente—. Mi nombre es Dietrich.

Ella se sobresaltó apenas perceptiblemente.

—Señor Dietrich —repitió con formalidad—. ¿Podría soltarme?

A todo esto, Elisabeth mantenía la espalda hacia él, algo que inexplicablemente irritaba a Dietrich. Sin embargo, no tenía motivos para retenerla más. Cuando sus dedos se abrieron, ella salió de la habitación sin volver la mirada ni una sola vez.

—Esta mujer...—, pensó él, clavando la mirada en la puerta cerrada. —Realmente parece hacer todo con desinterés... No tiene idea de quién soy, y tampoco parece querer saberlo...

Se detuvo, sus ojos helados fijos en la entrada. Por algún motivo que no podía explicar, una irritación profunda se arraigaba en su pecho.

Elisabeth exhaló con fuerza, sintiendo cómo el calor subía a sus mejillas. —Dietrich...—, pensó, mordiendo suavemente el interior de su mejilla. —Un nombre apropiado para un hombre tan arrogante... Aún así es...

—¿En qué estoy pensando? —se reprendió en voz baja, sacudiendo la cabeza como para alejar esos pensamientos—. Haré las curaciones, le daré el desayuno y continuaré con mis labores. Debe mejorar pronto para irse de aquí.

Con determinación, reunió los vendajes frescos y las hierbas medicinales. Al entrar en la habitación, no esperó permiso ni respuesta. Simplemente se colocó junto a la cama y anunció:

—Voy a limpiar su herida.

Dietrich desvió la mirada hacia la ventana, pero pronto sus ojos volvieron a ella casi contra su voluntad. Elisabeth era innegablemente hermosa, su cabello rubio, recogido descuidadamente, capturaba la luz del amanecer como campos de trigo, y sus ojos verdes brillaban con una intensidad que rivalizaba con los bosques primaverales.

De pronto, las palabras brotaron de sus labios antes de poder detenerlas:

—¿Dónde aprendiste sobre medicina?

Elisabeth tensó los hombros casi imperceptiblemente. La pregunta la tomó por sorpresa.

—Leyendo —respondió secamente, sin levantar la vista—. Vivo sola, debo saber al menos eso. No hay médicos que atiendan sin pago por adelantado. —Una sonrisa amarga curvó sus labios— ¿Parezco el tipo de persona que puede permitirse un médico?

En lugar del silencio que esperaba, Dietrich replicó con tono desafiante:

—Tampoco pareces el tipo que puede permitirse libros de medicina.

El comentario hizo que Elisabeth se estremeciera, pero se limitó a apretar los dientes y continuar con su trabajo en silencio. Cuando terminó, recogió sus cosas y salió sin añadir palabra.

Dietrich la observó marcharse, intrigado por su inusual reacción. —¿Por qué no respondió?—, se preguntó, sintiendo una inexplicable punzada de frustración y su curiosidad aumentando hacia ella.

Minutos después, Elisabeth regresó con una bandeja sencilla: pan negro, queso de cabra y una infusión humeante.

—Puede dejarlo a un costado cuando termine —dijo, colocándola sobre un banco junto a la cama.

—¿A dónde vas? —la pregunta salió más brusca de lo que Dietrich había pretendido, y su mano se cerró alrededor de su muñeca antes de darse cuenta.

Elisabeth lo miró con los ojos entrecerrados, confundida por su tono casi... urgente.

—Tengo que trabajar —respondió, intentando liberarse.

—¿Trabajar? —repitió él, con desconfianza.

—Iré al bosque a recolectar hierbas —aclaró, conteniendo un suspiro—. No se preocupe, no pienso revelarle a nadie que hay un extraño en mi casa.

Finalmente, Dietrich aflojó su agarre, permitiendo que Elisabeth se retirara. Pero sus ojos la siguieron hasta que la puerta se cerró tras ella, dejando en el aire una pregunta que ni siquiera él podía responder: —¿Por qué me importa lo que haga está mujer? Es porque intentó descubrir sus intenciones hacia mi... Nada más.— Se respondió a si mismo, convencido de ello.

Elisabeth caminaba con paso firme entre los arbustos, sus manos arrancando hierbas con más fuerza de la necesaria. Las hojas de menta silvestre crujían bajo sus dedos ásperos, liberando su aroma fresco que contrastaba con el fuego de su irritación. Falko trotaba a su lado, lanzando miradas preocupadas hacia su ama cada vez que una rama crujía con más violencia de lo habitual.

—¡Qué le importa a ese tipo! —masculló entre dientes, arrancando un puñado de tomillo con tal fuerza que las raíces salieron completamente de la tierra. El suelo húmedo manchó sus dedos ya enrojecidos por el frío matutino.

Falko emitió un pequeño gemido, empujando su hocico contra la palma de su mano. Elisabeth suspiró, dejando caer los hombros.

—Tienes razón, debo calmarme —susurró, acariciando distraídamente las orejas puntiagudas del perro lobo.

Pero la rabia no se disipaba fácilmente. No era la pregunta en sí lo que la había alterado, sino los recuerdos que había desenterrado. Visiones de su infancia en la biblioteca familiar, pasando horas estudiando volúmenes polvorientos de anatomía y herbología mientras otros niños jugaban fuera. Lo había hecho por necesidad, porque había visto a sus padres contar monedas una y otra vez, nunca suficientes para pagar a un médico cuando la tos seca comenzó a resonar por los pasillos.

Sus dedos se cerraron alrededor de un manojo de romero, pero su mente estaba lejos. Recordaba con dolorosa claridad el día en que todo su estudio había resultado inútil. El olor a alcanfor y sudor enfermizo que impregnaba la habitación. Las manos de su madre, cada vez más delgadas, rechazando su ayuda con un gesto débil.

—No quiero que veas esto, no te acerques, es peligroso—, había dicho con una voz que ya no era la suya.

—Todo fue inútil —susurró para sí, arrojando las hierbas a la canasta con demasiada fuerza. Varias ramas se desparramaron por el suelo cubierto de musgo.

Falko recogió una entre sus dientes, depositándola cuidadosamente de vuelta en el cesto. Elisabeth no pudo evitar una sonrisa triste.

—Al menos tú nunca me abandonas —murmuró, rascando detrás de sus orejas.

El sol comenzaba a ascender, filtrándose entre las ramas de los abedules y pintando el bosque con rayos dorados. Normalmente, ese era el momento que Elisabeth más disfrutaba, cuando el mundo parecía contener la respiración entre la noche y el día. Pero ese día ni siquiera la belleza del amanecer podía calmar el nudo de emociones en su pecho.

Se arrodilló junto a un parche de caléndulas silvestres, sus pétalos anaranjados brillando con el rocío matutino. Con movimientos más cuidados ahora, comenzó a recolectar las flores, recordando cómo su madre le había enseñado a distinguir las medicinales de las venenosas. "Las que curan suelen ser más modestas", decía mientras le pasaba los dedos por el pelo. "Como las personas buenas".

Un ruido repentino hizo que Falko levantara la cabeza, sus orejas erguidas y alerta. Elisabeth contuvo el aliento, siguiendo la mirada del perro hacia la espesura. Pero no había nada allí, solo el viento jugando con las hojas caídas.

—Imaginaciones —susurró, aunque sus dedos buscaron instintivamente el pequeño cuchillo que siempre llevaba atado a la cintura.

Al levantarse, notó que el sol ya estaba alto. Había pasado más tiempo del que pensaba sumergida en sus recuerdos. Con un último vistazo al bosque, como si se asegurará de que nadie la siguiera, recogió su canasta y comenzó el camino de regreso.

—Vamos, Falko —llamó, ajustando el peso de las hierbas en su brazo—. Tenemos un invitado desagradable que alimentar.

Pero incluso mientras pronunciaba esas palabras, una parte de ella sabía que no era solo irritación lo que sentía hacia el misterioso Dietrich. Era algo más complicado, algo que no estaba preparada para examinar demasiado de cerca. No todavía.

1
Julîîana
No me gusta la reacción que tuvo el doctor con el niño, admito que el niño se parece a su padre pero si los sentimientos por Elizabeth fueran de verdad y sinceros no le importaría la apariencia del niño porque si dado el caso ellos terminan juntos y tienen hijos puedo asegurar que el haría de menos al pequeño Derrick porque se nota que no le nace quererlo
Jadella🦋
Porfa autora que ya no siga sufriendo ELIII que ellos puedan entenderse para así poder afrontar todo lo que se les viene
Mitsuki G
Si fue como me lo imaginé ese doctor se olvidó sus votos de ayudar a los que necesita al hacer eso al pequeño bebé quien sabe si solo para tenerla a su lado enfermarlo pero curandolo para tenerla a su la lado pero me preguntó si su alcance habrá querido matar al pequeño para que ella solo lo tuviera a el y darle hijos suyos en verdad ese buen hombre cambio por su obsesión por querer detenerla a su lado sin pensar en lo demás pero esta vez no está sola este Dietrich es brusco pero también quiere a su hijo está Elizabeth ya que estará con el debería intentar llevar las cosas en paz para ambos cuidar a su hijo y que dejen que las cosas vayan a su ritmo con la convivencia y que no deje que hagan menos a su hijo como a Elizabeth que saque a esa de su hogar
Nena
Desde que Heinrich tuvo mala actitud con el bebé, le hice la cruz, pero llegar a jugar con la salud de la criatura solo para poder tener contra la espada y la pared a su mamá.....cavaste tu tumba te lo dije, si al otro lo colgaron que te espera a ti😏😏😏😏
Arely Castañeda
Maldito mil veces maldito
ya lo habían comentado que era probable que ese maldito doctor le había hecho algo pero esto fue intenso
MALDITOOOOO/Panic/
Cari Raziel
😱y ahora la prometida que ya esta en el castillo🏰
Yoba OG
cuando se entere que el doctor le dio algo al niño para manipular la y obligarla a estar a su lado, se va a armar
Yoba OG
el los quiere proteger, pero podra hacerlo del mismísimo rey y su deseo de controlarlo con su "amada" sobrina ?
Yoba OG
es imposible negarlo si es igualito a ti
birrahelada
AAAAAAHHHH no sé si sentir, emoción, alivio, alegría o qué
Flor Rui3
a mí se me hace que ese doctorcito le hizo algo al bb que se enfermo de repente no creen
Laura Aguado
WoW,m ha gustado mucho este capitulo ❤️❤️❤️
Nena
Va a arder Troya, si al que ella le cortó la oreja, lo colgó, va a ser capaz de mucho, contra el Kaiser y su princesita no será fácil si le llegan a tocar un cabello a sus amores....porque si ese hombre en su brutalidad y locura la quiere🥰🥰🥰🥰
Aracelis Durango
Menos mal Dietrich llego a tiempo ahora que revisen al bebé y se den cuenta que Heinri lo enfermo a propósito ja pobre se llamaba
FairyTessa
yo digo que le dara el lugar de la señora de la casa y su heredero .... aunque no es bueno con las palabras si con las acciones....
Mitsuki G
En verdad espero que esté Dietrich le demuestre con acciones no es quien todos dicen que lo juzgan y sobre todo que vea que es un buen compañero para ella y su hijo y cuando llegue a su hogar este Dietrich defienda a su hijo como a Elizabeth que será su esposa no una simple concubina si esa que se apropió de su hogar la saqué de ahí el cumplió hará que le cumpla si no quiere tenerlo de enemigo que esa loca ni sueñe de ser la concubina que no la acepte que se ponga ahora sí al brinco le ayudo merece ser libre con su mujer en verdad que la corra con todas y sus cosas
Alma Delia Morales
Y cuando llegué a casa y vea a Amlis adueñandose de todo que hará???
Yecenia Aguirre González
Y a cada momento se pone más fuerte la situación Diooooooosss
Alma Delia Morales
Ese médico es una verdadera porquería un lobo con piel de oveja
Marcy Mireille Avendaño Bendezu
👍🏻
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