El Lobo De Mis Pesadillas

Compenetrarse totalmente con el amor de tu vida, debe ser lo más mágico; es un privilegio de unos cuantos. Y es lo que Rebecca y Antoine están experimentando hasta el momento en cada beso y caricia. Las manos de él van explorando aquel territorio que jamás fue descubierto. Al quitar la camisa que llevaba, descubrió que la piel de la rubia era suave y tersa, sus pequeños senos estaban cubiertos por un sostén blanco de esos de encaje.

- Eres bellísima ma Lune - estaba fascinado por lo hermoso del cuerpo de su mujer - ¡Perfecta!

La ropa fue estorbando, así que la quería totalmente expuesta a él, sentirla piel con piel hasta fundirse en ese bello cuerpo que lo tenía anonadado. Nunca había estado con una mujer mayor a los 35, pero ninguna de ellas tenía la delicadeza que guarda su flor.

- Eres irresistible para mí - dijo extasiado ante el aroma y los besos - tu olor es lo mejor que he olido.

- ¿Mi olor? - dijo jadeante.

- ¡Si! Hueles a hierbabuena y pino, me enloquece.

- ¿Es por eso que supiste que soy tu alma gemela?

- Sí, es por tal razón que siempre parezco un sabueso oliendo tu cuello - le da un beso en el cuello - te quiero comer mi Becky, estoy que reviento.

Ella no comprendió la analogía, cosa que enterneció a Antoine. Dio un solo movimiento rápido, para sentarla a ella encima de él en el sofá donde estaban. Becca ni cuenta se había dado de que este ya no tenía la toalla puesta, cosa que permitía sentir toda su grandeza pegada a su intimidad, involuntariamente su cuerpo reacciona ante aquello y sus caderas se mueven como si tuviera vida propia. Nunca ha sido atrevida, pero con ese lobo parecía que todo fluía tan natural.

- Si sigues así te voy a partir en dos de lo duro que te daré ma Lune.

Apretó su trasero respingón para pegarla aún más. Metió uno de sus pechos en la boca para saciar las ganas que tenía de ella. La rubia arqueó su espalda por el placer que esa simple acción lograba ocasionar en ella.

- Te quiero probar, comerme esa almejita tuya hasta dejarte seca - la vio sonrojarse ante esa declaración - así que prepárate porque no tendré suficiente de ti.

Volvió a darle vuelta y la acostó en el sofá, repartió besos, chupetones y mordiscos por todo su torso hasta llegar al monte de Venus donde se topó con una feminidad rosa, muy bien depilada. Pasó su lengua como si degustara un rico helado, esa acción sobresaltó a la rubia, por lo bien que se siente. Minutos después estalla y siente que se esparció por toda la sala en billones de átomos, sintiéndose como un plasma moldeable.

- Mejor de lo que imaginé - se acomodó entre sus piernas - ¿Estás segura de que quieres que continúe? - desea que ella esté totalmente de acuerdo.

Ella asiente, aún tiene pequeños espasmos por el nirvana que acaba de experimentar, el primero de su vida. Nunca fue una mujer curiosa realmente, estaba tan ocupada sobreviviendo, que ni curiosidad sintió, hasta ahora. El Lobo ubica su hombría esplendorosa en la entrada de Becca, inició su entrada poco a poco, hacía siglos, literalmente, que no sentía la maravilla de una feminidad tan estrecha que casi no podía ingresar. Cuando estuvo totalmente dentro, se quedó quieto para que Rebecca se acostumbrara a tenerlo dentro. Ambos se miraban con detenimiento, él beso los ojos de ésta que estaban un poco aguados.

- ¿Quieres que me mueva? - ella solo asintió.

El vaivén empezó lento, pero fue aumentando el ritmo, provocando en la rubia sensaciones inexplicables, maravillosas. Era como si un volcán en erupción habitara en su cuerpo. Realmente era lo más delicioso que hubiese experimentado en toda su vida. Los besos no podían faltar en ese acto tan solemne, tan especial.

- Te amo Antoine! - dijo en cuanto llegó de nuevo al climax.

Él no respondió nada con palabras, más bien la besó con intensidad. Estaba confundido, lastimosamente sabía que no sentía lo mismo que ella en ese momento, pero el lazo se hizo más fuerte. Por alguna razón, no le contó sobre la marca y de la importancia de ésta, pese a que Eon le dijo que debían marcarla, pero este hizo caso omiso a las palabras de su lobo.

¡Grave error!

Esa decisión de callar y no marcarla le saldría cara en un futuro, porque su arrogancia le cobraría su estupidez. Aún no la presentaría como a su luna cuando la lleve a su manada. Su manada la va a aborrecer porque es una humana que además corre riesgo de tener un mal embarazo y parto.