Son tantas las lágrimas que he derramado en mi vida, que mi corazón se volvió de piedra. No me juzguen, soy Marina y ésta es mi historia.
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La Verdad De José
Me subí al auto y arranqué, no fue de cobarde, nunca lo había sido. Tenía treinta y seis años y quince dentro de la policía. Me había enfrentado a ladrones, narcotraficantes, secuestradores y asesinos.
Pero dejar a don Raymundo fue lo peor, todo por la maldita promesa.
Ahora que voy a ser?. Cómo lo puedo ayudar? y como le diré a la muchacha?
Soy un hombre cínico e incrédulo, la vida me hizo así. Si no fuera por mi hermana y don Raymundo que son a las únicas personas que quiero, no tendría sentimientos, por nadie.
No creía en las personas y capaz que fuera todo un show y la muchacha se alegrara, sin el viejo podría hacer de su vida lo que quisiera.
Era rica y podría escapar del país. Hay malas mujeres, muchas lo llevan en la sangre, capaz que sea como su madre.
Si fuese así, pobre don Raymundo desperdiciando sus últimos años por la manipulación de una muchacha caprichosa.
Cuando llegué a mi casa las luces estaban encendidas. Y ella no se veía.
Sus perros raros que tenía no me ladraron, pero tampoco movieron su cola. La perra negra fue corriendo adentro y el perro me quedo observando.
Ella llegó corriendo y lo buscó con su mirada y al no verlo, me hizo a un lado de la puerta, salió a mirar el auto.
Entró y se puso frente a mi.
--Dónde está mi papá? me dijo con rabia.
Sus ojos estaban llenos de lágrimas
--Hubo un problema
--Está................ muerto?
--No, se enfrentó a una pelea con la pareja de tu mamá y lo mató
-- A Luis?...... y......
--Lo dejaste allá, abandonado?
No lo ví venir, pero a pesar de ser delgada, me dió un puñetazo en el mentón que por poco me aturde.
--Cobarde de mierda, como pudiste dejarlo botado
--Hay nooooooo.!!!!
De a poco fue cayendo al suelo, mientras los perros torpemente trataban de acariciarla.
Empezó a llorar y a tirarse el pelo.
La dejé que llorara, quien sabe, solo fingía
Cuando ví que tenía en sus manos un puñado de su cabello, me preocupé. Había gotas de sangre.
Me agaché y traté de hablarle.
Marina, escucha..... él me lo pidió.
--Yo lo abandone, pero jamás lo hubiera hecho.
--Fue por tí.
--Por eso tuve que dejarlo, no porqué yo quisiera.
--El me dijo que fuiste lo mejor de su vida y que estar preso no era nada con la felicidad que le diste.
Al escuchar mis palabras, lloraba más fuerte, los perros se interpusieron entre sus manos y no dejaron que se siguiera sacando mechones de cabello.
Fueron horas arrodillada en el suelo.
Hablaba, se respondía y lloraba.
Mientras yo hacía llamadas por teléfono, para averiguar.
Efectivamente se había entregado a las autoridades.
En la mañana sería trasladado a mi comisaría. Era la central de la zona. Eran ya las cinco de la mañana.
La miré, se había quedado dormida en el suelo, acurrucada entre sus perros, que vigilaban su sueño intermitente, como si fuera lo más natural.
Yo en el sillón la observaba. El sueño me venció pensando que hacer.
Unos gritos me despertaron.
Era ella tenía una pesadilla.
--"'Papá no me dejes, que voy hacer? Papito por favor, vuelve ....a mí....que haré sola..sin tí.
--Cómo terminaré la cadena si no me ayudas."
Hablaba dormida y gemía.
Algo en mi duro corazón fue tocado, no se que, fue como algo de mis recuerdos... se abrieron y yo también comencé a recordar.
Lo que viví en mi niñez
Mi primer recuerdo saliendo del escondite que me puso papá, luego tocando su cara, tenía los ojos cerrados y su frente abierta donde caía sangre.
Me ví de niño, con mis manos llenas de sangre. La sangre de mi padre.
Mientras mi hermana herida trataba de calmarme. Con los años entendí que la habían violado. Pero no me daba cuenta en mi inocencia que papá estaba muerto.
Escuchaba su voz suave. Ella era siete años mayor que yo.
--Cariño, ve a buscar ayuda, yo no puedo caminar.
Te acuerdas dónde te dijo papá que vivía don Raymundo?
Quería llorar, pero la veía a ella tan tranquila que como hombrecito me hacía el valiente.
--Josesito, calma hermanito, ve por favor, deja a mi papá, él está durmiendo ahora.
De solo pensar ahora con que dulzura me hablaba sin imaginar que los violadores le habían quebrado la pelvis. El dolor que tenía y su rostro tan bonito que estaba lastimado.
Eran tres, yo los ví. Con las terapias comprendí que habían entrado a robar y cuando vieron a la adolescente se envalentonaron y comenzaron a violarla, papá luchó, no pudo eran tres. Sometieron a mi hermana delante del cadáver de papá.
Fuí corriendo con lo que me daban mi cortas piernas. Trataba de recordar el camino, era de noche. No se cuanto demoré. Pero cuando ví las luces empecé a gritar.
Don Raymundo salió y me vió, me tomó en sus brazos y me llevó para adentro. Ya vivía solo en ese entonces.
--Que pasó Pepito?
Él siempre me llamó así, era a la única persona a
quien se lo permitía.
--Mi papá está durmiendo muy feo y mi hermana no puede caminar, ella me pidió que lo viniera a buscar.
--Viniste solo hijo?
--Si, recordé el camino.
--Eres un niño muy inteligente.
--Vamos, iremos ahora en camioneta.
Papá trabajaba para Don Raymundo, era un inmigrante portugués, de profesión profesor, cuando llegó a vivir, nadie le daba trabajo, hasta que lo conoció. El le ayudaba en la mina.
Cuando llegamos a la casa. Don Raymundo atendió a mi hermana.
Hablaban entre ellos. Mi Raquel a pesar de tener doce años era muy madura, ella me había criado, mi mamá había muerto cuando yo tenía un año.
Se había hecho cargo de mí, a pesar que éramos hermanos solo de madre.
El manejó toda la situación, por ser un hombre rico, movió sus influencias y a pesar que querían separarnos, él no lo permitió.
Contrató una señora, para que nos cuidara.
Fue nuestro tutor hasta que cumplió Raquel los dieciocho años. Luego ella se transformó en mi tutora.
Me hice policía porqué los asesinos y violadores de mi hermana nunca fueron encontrados y yo a pesar que han pasado treinta años aún estoy en eso
Cuando entré a la academia de policía pasé todas las pruebas, sicólogicas y nadie descubrió que no lo hacía por vocación.
Lo hacía para encontrarlos y matarlos. Ya solo me quedaba uno.
Don Raymundo le juro por mi padre que no la abandonaré.
De cómo que me llamo José de Abreu....