1000 Años

Es hora de dormir, mañana habrá una reunión con la licenciada Lee y el sociólogo. Lin cena tranquilo, y Qiang que lo acompaña y a cierto punto entra al cuerpo y manipula su mente.

Qiang está en primera línea, la zanja está formada, y ha ayudado a repeler los ataques de los kitanos, están orgullosos de su buen trabajo. De camino al campamento algunos soldados acompañan a Qiang y conversan.

- ¿Cómo se llama tu compañera?- comenta uno

Qiang guarda silencio, para él esa pregunta es irrelevante.

- Me gustaría tener una para que me atienda bonito, pero eso sin llegar a los golpes. – ese comentario lo hizo otro y fue una indirecta que huele el orgullo de Qiang.

- ¿De verdad quieres una? – comenta  el primer soldado.

- Siento envidia por Qiang, él tiene quien lo atiende, tiene con quién pasar sus noches sin sentir frío.

- Qiang, si no la quieres, se la puedes dar. A él así le hace falta una compañera. – sugirió  el otro, pellizcando más el orgullo de Qiang.

Lo único que hizo Qiang fue detener su avance, dejar que ellos avancen solos, cuando se dieron cuenta de ello, voltearon para jalar a Qiang y es ese preciso momento que él desenvaina su espalda. Todos temieron y fueron corriendo,  no debieron subestimar a Qiang.

Por otro lado, Mei estaba sirviendo la comida y el general el pan a todos aquellos que fueron servidos. El, general de vez en cuando miraba a Mei, la única mujer y en malas manos, quería hablar con ella en privado, se le acerca y Qiang está a la vista. Para evitar malos entendidos, el general levanta un balde de madera.

-Voy por agua, más tarde entrenamos. El enemigo puede lanzar un ataque cuando menos nos esperamos.– fue el anuncio del general y los soldados se dedicaron a comer.

Qiang y los otros que vienen detrás de él, son atendidos por Mei. Ella expresa tristeza ante la presencia de Qiang, muchos lo notan, ya no se le ve serena como lo fue hace poco. Mei continúa con su labor, ya sabe lo que le espera porque Qiang piensa demasiado y es irracional. En pocas palabras piensa y se convence de cosas que no son y no hay como hacerle entender que él está cometiendo un error.

El general llega con el agua para lavar los trastes, cuando escucha los lamentos de una mujer. Decide investigar y encuentra a Qiang golpeando a Mei.

- ¡Detente! – le ordena mientras le toma del brazo para neutralizarlo.

- Este es asunto mío. – le gritó Qiang, escuchar la orden del general estando provocado solo empeoró.

-¿Qué hizo para que la castigues? – lo interroga.

- Ella es desobediente. Todos los días es lo mismo.

- Entonces no intervenga si es por eso. – el general le creyó.

El general salió de la tienda y es abordado por su mensajero quien le entrega una carta. Mientras abre la carta en frente de su mensajero escuchó el verdadero motivo del castigo

- Cuando vas a entender que a mí me debes servir y no a los demás ¿Quieres morir?

- Nooo.

- Aprender a obedecer entonces ¿Cuándo vas a decir no? ¿Cuánto te pagan para dar de comer? ¿ A poco lo pagas con tu cuerpo?

El general entendió a qué se refería Qiang con la desobediencia, pero las últimas insinuaciones estaban de más, Qiang está yendo muy lejos.

- Escuché todo, soldado Qiang. Estás pensando demasiado. – habla con firmeza.

- No te  metas en mis asuntos. – le gritó al general.

- Nadie la paga, ni ella se vende. Ella lo hace porque yo se lo pido, ella trabaja a cambio de un plato de comida. – aclara el general.

- ¡Mentira! Ella paga con su cuerpo y tú le das comida. – está  cegado por su pobre mentalidad.

- Serás castigado por difamar. Ella vendrá conmigo para curarse, pero tú serás castigado.

El general sale de la tienda con Mei en sus brazos y da la orden a su escolta de apresar a Qiang para su respectivo castigo por falta de respeto a su superior.

El castigo de Qiang fue desnudar su torso, colgarlo de las muñecas y dos guardias que daban azotes hasta verlo desmayado.

Qiang era una bestia, gritaba, maldecía, y poco a poco se iba despellejando la espalda, la sangre corría, la carne viva estaba expuesta, y así lo descuelgan y lo tiran sobre tu tapete. En aquella época, los tapetes eran las camas, Qiang fue tirado boca abajo.

Lin dejó de ver esa visión,  se despierta  y todavía sigue a la mesa, su cena apenas está terminada. Debe lavar los trastes, pero también analiza su visión.

- De modo que fuiste azotado hasta el desmayo. Tardó varias semanas en hacerse  justicia para Mei, todo eso fue gracias a la llegada de un mensajero.

- Quiero cuidar a Mei. Dile a Mei que he cambiado, que me perdone y no la  dejaré  en paz hasta que lo haga.

- Mei te tiene miedo, debe superar sus traumas, eso tomará tiempo. Tendrás que demostrar que de verdad has cambiado ¿Hay alguna prueba que demuestre que has cambiado?

- Mi corazón.

-¿Eso es todo? ¿No has dejado escrito nada?

Qiang guarda silencio, no es conveniente dar respuesta a esa pregunta.

- Después del azote ¿Qué más ocurrió? – lo interroga seriamente.

- Me dejaron allí hasta el día siguiente, no podía moverme, me dolía el cuerpo.  Cuando la mañana se levantó, vino el general a despertarme, me sentía mal, pero podía oír.

- ¿Qué te dijo el general? – mantiene su postura.

- Mei te limpiará las heridas.

- ¿Qué más? – quiere arrancar  más palabras. ¿Qué hizo Mei?

Qiang guarda silencio, no volvió a pronunciar ni una sola palabra más. El día de hoy se han revelado muchas cosas. Es hora que el arqueólogo termine de lavar la trastes y ponga por escrito todo lo revelado. El día de mañana tendrá una reunión bastante interesante con todos el equipo involucrado en la investigación, la licenciada Lee ha convocado a todas las ciencias que intervienen en el armado de la historia. Por lo menos son unos once especialistas que han confirmado su participación para ayudar a armar este nuevo episodio de la historia de China.