Ander Hernández, un futbolista nacido en cuna de oro, decide ocultar su apellido para construir su carrera sin la sombra de su influyente padre. En su camino, conoce a Dalia Molina, una mujer que desafía los estándares tradicionales de belleza con su figura curvilínea y sus adorables mejillas.
Dalia, que acaba de sufrir una pérdida devastadora, se enfrenta al reto de sacar adelante a su madre y a su hermana menor. Pero su mundo da un giro inesperado cuando un hombre, tan diferente de ella en apariencia y situación económica, irrumpe en su vida, alterando todos sus planes.
A pesar de sus diferencias, tanto físicas como sociales, los corazones de Ander y Dalia laten al unísono, mostrando que, aunque sean polos opuestos en muchos aspectos, comparten lo más importante: un espíritu noble y un amor que trasciende todas las barreras.
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Parte 12 (+18)
Ander
Después de la llamada con Daila, me quedé pensando en lo que había dicho, sobre estudiar la personalidad de la competencia y analizar cómo habían metido sus goles. La idea se quedó en mi cabeza durante todo el entrenamiento del día siguiente.
Cuando llegué al campo, el sol estaba alto y el calor era intenso, pero eso no me detenía. Comenzamos con los ejercicios habituales: saltos, movimientos laterales, y prácticas de reflejos. Sin embargo, no podía dejar de pensar en la sugerencia de Daila. Tenía sentido. Si podía anticipar las acciones de los delanteros basándome en sus patrones de comportamiento, podría mejorar mis posibilidades de detener sus tiros.
Al terminar la sesión de la mañana, me acerqué a Carlos Mejía, mi entrenador y excompañero de mi padre. Me miró con curiosidad cuando le pedí unos minutos para hablar.
—Claro, Ander. ¿Qué pasa? —dijo mientras se secaba el sudor de la frente con una toalla.
—He estado pensando en algo, Carlos. Mi novia mencionó que podría ser útil estudiar los patrones de los jugadores con los que entrenamos, especialmente los delanteros. Si podemos analizar cómo suelen meter sus goles, podría mejorar mi desempeño en el arco.
Carlos me miró pensativo, luego asintió lentamente.
—Es una idea interesante, Ander. No es algo que se haga comúnmente a nivel de entrenamiento, pero tiene sentido. Conocer las tendencias de los delanteros podría darte una ventaja. ¿Tienes algún plan en mente?
—Podríamos empezar grabando las sesiones de entrenamiento. Luego, revisaríamos los videos y analizaríamos cada jugador. Identificaríamos sus movimientos más comunes, sus tendencias en el disparo, y cualquier patrón que pudieran tener.
Carlos sonrió, algo que no hacía a menudo.
—Tu novia es inteligente, Ander. Vamos a probarlo. Hablaremos con el equipo técnico para organizar las grabaciones y empezar a analizar los videos.
Durante los siguientes dos días, las cámaras comenzaron a grabar cada entrenamiento. Era extraño al principio, pero pronto nos acostumbramos. Después de cada sesión, me sentaba con Carlos y algunos de los otros entrenadores para revisar las grabaciones. Cada movimiento, cada tiro, cada gesto era analizado minuciosamente.
El proceso era tedioso, pero increíblemente revelador. Descubrimos que ciertos delanteros tenían patrones claros. Algunos siempre disparaban con su pie dominante, otros preferían fintar antes de disparar, y algunos incluso tenían gestos sutiles que indicaban hacia dónde apuntaban. Armados con esta información, comencé a anticipar mejor los tiros durante los entrenamientos.
La primera vez que puse en práctica estos conocimientos en un partido de entrenamiento, sentí una diferencia notable. Logré detener varios tiros que de otro modo habrían sido imposibles de predecir. Mis compañeros notaron la diferencia y comenzaron a preguntarse qué estaba haciendo de manera diferente.
Estaba feliz, mi novia era la mujer más increíble de este mundo. Ella debía volverse mi esposa.
—¡Ander! —Me llamo el entrenador, mañana podría ir a primera hora con ella y su familia, estaba ansioso por pasar ese tiempo.
—Señor —Respondo, devolviéndome con todas mis cosas.
—Necesito una asistente, al principio pensé en tu hermana, pero creo que tu novia también podría funcionar —Dalia había mencionado que quería ganar algo de dinero para no depender del todo de mí.
—¿Cuánto le van a pagar? ¿Podría venir con su mamá y de vez en cuándo con su hermana más pequeña? —Mi entrenador duda cuando le pregunto.
—No quiero unas locas fans aquí —No puedo evitar soltar una carcajada, la mamá se emocionaba por famosos, pero para ellas, hombres que estaba persiguiendo un balón no era lo suficiente.
—¿Ellas? Tal vez si le presentas a Brad Pitt, podrían estar así de locas, de resto, ustedes son unos mortales más —Mi entrenador pone los ojos en blanco.
—Bien, tendrán que firmar algunas cosas, pero acepto que ellas vengan.
—¡Gracias! —La mamá de Dalia ya estaba caminando, pero aun andaba un poco mal, se veía más feliz que la primera vez que la conocí y la sonrisa no le llegaba a los ojos.
Al día siguiente madrugo para comprar las frutas, ellas extrañaban demasiado a su papá y esposo, a veces quería darles más apoyo, pero lo estaba haciendo a mi modo.
Le estaba escribiendo a mi linda novia, pero no me contestaba Cachetes, mi último recurso era llamarla.
No pensé que saldría vistiendo tan corto. Ni siquiera capté que me le quedé viendo como un viejo verde, Dios mío. En mi defensa tenía unos excelentes musl*os, quería enterrarme en ellos, respirar mientras me la comía entera.
Cuando se acerca a besarme solo puedo pensar en todo lo que le haría, sería tan maravilloso, necesitaba hacerla mía, necesitaba volverla adicta antes que vea que consiguió el más curioso en físico.
Nos retamos con la mirada, pero solo podía ponerme más duro por esa actitud de que podía conmigo. Me relamo los labios, cuando ella me lleva hasta su habitación, me mete hasta el fondo.
—Va a sonar mucho la cama, entonces hazte ahí —Señala un puff, una bola de pequeñas cosas para uno sentarse. ¿Ella va a creer que va a mandar?
—Cachetes, ¿tú crees que mandas aquí? —Sigo de pie, la jalo de la cintura para acercarla más a mí, la miro hacia abajo, extrañaba verla así. Aumentaba mis fantasí*as más suci*as.
—Sí —Me reta, la agarro desde la parte de la cabeza, cogiendo un poco su cabello y la jalo para besarla como a mí se me da la gana, la escucho gem*ir. Así me gustaba, verla completamente a mi merced.
—Me puedes mandar en la vida diaria, pero en esto. El que manda soy yo —Ella aprieta fuertemente mi mano y puedo ver como asiente —Qué linda es mi cachetes, ahora toma asiento.
Ella toma mi orden con total obediencia y se sienta en el puff, sonrió complacido. Le doy un beso en la mejilla y la ubico correctamente para subirle la camisa, veo sus queridas gemelas, tantas ganas tenía de molestar sus naranjas.
—Tengo más atributo atrás.
—Lo sé, me encanta —Ella se ríe suave, pero suelta un gemido cuando me meto uno de sus puntitos a mi boca. Podía agradecer al de arriba por darme esta delicia, succiono una y otra vez como si algo fuera a salir, debía embarazarla para conseguirlo.
Me alejo un poco, pero antes lo muerdo suavemente y procedo a hacerlo con el otro, llevando mi mano a su entrad*a. por encima se notaba que estaba mojada, pero se notaba mucho.
—¿Utilizas ropa interior cuándo duermes? —Unos segundos antes de responder y negar con la cabeza. Tengo que contar hasta 10 para calmar mi amigo, porque se animó con solo pensar que podría verla más y más.