Después de años de matrimonio con Josue de un momento a otro me pide el divorcio. Como volveré a confiar en los hombres?
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Malos momentos
Regresamos a, la rutina, yo me dividía entre el trabajo y el cuidado de mi esposo, que recuperó fuerza con los días, mientras yo no estaba en la casa, era mi suegra quien estaba al pendiente de Arturo.
Las siguientes sesiones lo dejaban cada vez más débil, también iban borrando paulatinamente el brillo de sus ojos, yo sufría al verlo así, parecía que poco a poco se iba resignando a rendirse, pero sus palabras cada vez más tenues, afirmaban lo contrario.
Fueron momentos difíciles, extenuantes, dolorosos, pero teníamos la esperanza que todo valdría la pena. Le hicieron nuevos estudios para, ver como estaba respondiendo al tratamiento, pero lamentablemente, parecía que no muy bien, nos recomendó el doctor Moran un nuevo tratamiento, más focalizado y que requería inyectar el medicamento justo entre las vértebras, para llegar al líquido cefalorraquídeo directamente, estas terapias lo dejaban aún más cansado, tenía dolores de cabeza y comenzó a perder el cabello, se le caía a mechones, lo ti vimos que rapar para evitar la angustia de ir perdiendo poco a poco su pelo. Para las últimas sesiones, terminaba confundido, no podía hablar y tampoco pensar con claridad.
En ese momento yo hubiera preferido tirar la toalla, porque parecía que a quien tenía enfrente ya no era mi amado esposo, parecía que su alma lo había abandonado y solo su cuerpo se había quedado a sufrir. Si él lo hubiera pedido, habríamos parado.
Mauro al ver lo desconcertada que estaba, le pidió a Citlalli qué me invitará a su casa para platicar en un lugar más cómodo, me hizo bien salir de la rutina, porque últimamente solo iba al trabajo, al hospital y estaba encerrada cuidando a Arturo.
El esposo de mi amiga me planteó una nueva posibilidad de tratamiento, un trasplante de médula, pero el problema era conseguir un donador. Me sugirió que fuera con el médico y le planteara directamente esta posibilidad. Así lo hice, me explicó los requisitos que debían reunir los posibles donantes, mis suegros por la edad y sus padecimientos, que requerían medicación constante, no eran aptos para la donación.
No cualquier persona resultaba compatible, lo más viable eran hermanos, pero Arturo era hijo único, buscamos entre los conocidos a alguien que resultará compatible sin éxito. Parecía cada vez más difícil. Cada resultado negativo merma a mi confianza.
Cuando se agotaron las posibilidades, me sugirió solicitar un donador del banco de reserva, pero la lista era larga y podía pasar mucho tiempo antes de que se pudiera concretar procedimiento.
Como último recurso, el doctor Morán me preguntó si habíamos congelado el esperma de Arturo, al decirle que si, me comentó que si me embarazaba, se podría hacer el implante con las células madre de la sangre del cordón umbilical, lo que requería que el bebé naciera, éticamente podrían traer al mundo a un bebé viable de 7 meses, no se podía hacer antes.
Me quedé pensando en los pros y los contras, el bebé podría salvar la vida de mi esposo, pero tenía que pasar tiempo en la incubadora, no había otra manera, pero siete meses eran mucho tiempo, muy valioso y que no sabía si lo teníamos.
Ese, mismo día hablé con Arturo y le expliqué todo lo que el médico había sugerido, él se negó rotundamente, diciendo que un hijo no se trae al mundo por esas razones, yo no podía creer que se negara a la posibilidad de seguir luchando, es que ya no quería sufrir más, que ya no le importaba dejarme sola?
Hablé con mis suegros, para ver si ellos lograban convencerlo, pero aunque no les pareció tan mala idea, dijeron que teníamos que respetar su decisión.
Nuevamente, le toqué el tema, y estuvo más abierto a escucharme, pero otra vez no aceptó, porque no era muy seguro que pudiera aguantar hasta que el bebé naciera, y no quería que creciera sin padre, y que yo me arrepintiera de haberlo tenido. Le aseguré que siempre había querido ser mamá, y que un hijo de él sería una bendición pasara lo que pasara, y aun así no lo convencí, lo único que me prometió es que lo pensaría.
Yo estaba destrozada, tenía que desahogarme y hable con mis amigas, ellas que siempre han estado conmigo en las buenas y las malas.
No sé si pueda con esto, les comenté, pero me dijeron que podría con eso y más, que no me tomará la decisión de Arturo como personal, él está asustado como tú, debe tener muchas dudas, debes ponerte por un momento en su lugar, no creas que es porque no quiere seguir luchando, pero si lo vez desde afuera, se escucha como algo descabellado. Dijo al fin Citlalli, como siempre tiene razón, pero yo estoy desesperada y ya no sé que más hacer.
Mi amiga me prometió convencer a su esposo para que lo visitara cuando yo no estuviera presente, para aclararle todas las dudas médicas que pudiera tener. Yo lo agradecí de corazón, pues era el apoyo que necesitábamos en ese momento.
Mauro llegó a la mañana siguiente, mientras yo estaba en la oficina, platicaron de todas las dudas que tenía acerca de la inseminación y si el bebé podía nacer mal, cuando se enteró de que no había riesgo de que el niño naciera mal, preguntó por el tiempo que debía estar en la incubadora, después le aclaró como era el procedimiento del trasplante y la recuperación. En fin, hablaron largo y tendido, resolviendo todos los cuestionamientos que fueron necesarios.
Después de eso, Mauro lo miró fijamente a los ojos, y le dijo que yo era como parte de su familia, ya que era como la hermana que Citlalli nunca tuvo, que prácticamente me veía como una cuñada y a él también lo estimaba mucho, así que sin pena, hablemos de hombre a hombre, que otra cosa te preocupa? Dejame entender por que se te hace tan difícil pensar en darle el gusto de ser madre y poderte ayudar en el trasplante? Porque sabes que ella haría cualquier cosa para que te recuperes. Quien en mi situación no haría lo mismo?