Un Omega Disfrazado~

—No puedo explicarlo en detalle… Lo importante es que Julian puede poner en peligro mi vida. Si me atrapan, estoy muerto.

Elliot estaba temblando, su cuerpo reflejando el pánico contenido que intentaba ocultar. Cassian lo observó en silencio, notando el leve temblor en sus manos y la rigidez de sus hombros. No mentía. En sus ojos podía ver una mezcla de miedo, impotencia y una angustia que parecía haber sido acumulada durante mucho tiempo.

Los recuerdos volvieron a Elliot como un torrente implacable. La tortura en su propia casa, los gritos sofocados en la oscuridad, el dolor punzante en su piel, la sensación de ahogo mientras intentaba escapar. La mansión que sus padres le habían dejado, su único refugio, ahora bajo el control de su tía y su primo. Su propio hogar le había sido arrebatado, y él apenas había logrado huir con vida.

Cassian, que hasta ahora había mantenido una actitud inquisitiva, frunció el ceño con una leve incomodidad. Su instinto le decía que no debía seguir presionándolo.

—Lo siento… ¿te asusté?

Su voz sonó más suave esta vez. Posó una mano sobre el hombro de Elliot, sintiendo el temblor sutil que recorría su cuerpo. La sensación de su calor traspasó la tela del uniforme, provocando que Elliot se tensara aún más de lo que estaba.

Cassian suspiró. Se sintió culpable. Si no le hubiera presionado tanto, quizá Elliot no estaría temblando de esa manera.

Desde el principio, su intención había sido rechazarlo como su sirviente personal, como lo había hecho con las anteriores personas. No necesitaba a nadie siguiéndolo como una sombra. Pero aquel día, cuando lo vio dormido en una esquina de la biblioteca, algo dentro de él se había removido con molestia.

.

.

Flashback...

—Tsk… Qué descarado, dormir el primer día de trabajo.

Cassian chasqueó la lengua con irritación al notar a Elliot acurrucado en la silla, la cabeza apoyada sobre sus brazos como si no tuviera preocupaciones en el mundo. Con el ceño fruncido, cerró su libro y se puso de pie, acercándose a él sin mucho entusiasmo.

—Hey, despierta.

Sacudió suavemente su hombro, esperando que reaccionara de inmediato. Sin embargo, en lugar de despertarse, Elliot se aferró a su muñeca con fuerza, como si temiera que lo apartara de golpe.

—P-por favor… ¡N...no, no me hagas daño!

Cassian sintió un escalofrío recorrerle la espalda. La voz de Elliot sonaba rota, suplicante, como si estuviera atrapado en una pesadilla de la que no podía escapar.

—¿Qué te pasa? —Cassian intentó soltar su mano, pero en ese momento algo más llamó su atención.

Un pequeño colgante descansaba sobre el pecho de Elliot, apenas visible bajo su ropa. Cassian reconoció el símbolo de inmediato.

—¿Eh?... ¿No es este el emblema de la familia Vancroft?

Sus ojos se entrecerraron. No era un diseño común. Él lo conocía bien porque había investigado sobre esa familia antes. Y porque una vez, cuando era solo un niño, había conocido a alguien con un colgante similar.

.

.

.

Cuando Cassian tenía diez años, asistió a un campamento de verano con sus amigos y compañeros de la academia. En ese campamento también se unieron personas de otras academias. Fue un evento exclusivo de la alta sociedad, aunque también habían personas comunes.

En un incidente inesperado, Cassian se separó del resto y terminó perdido en el bosque. Lo que no esperaba era encontrar a un pequeño omega, solo y temblando de miedo, con los ojos llenos de lágrimas.

—Hic… Hic…

El pequeño omega sollozaba, acurrucado junto a un árbol.

Cassian se detuvo frente a él y, sin pensarlo demasiado, le extendió la mano.

—Hey, pequeño, no llores. Vamos a encontrar la salida juntos.

El niño dejó de llorar por un momento, sorprendido. Su pequeño rostro estaba manchado de lágrimas, pero sus grandes ojos reflejaban una inocencia que Cassian no había visto antes en nadie.

—¿D-De verdad?

—Sí. Confía en mí.

El pequeño omega dudó, pero finalmente agarró su mano. Cassian sintió lo pequeña y frágil que era comparada con la suya.

Juntos comenzaron a caminar, pero el bosque no facilitaba el camino. No importaba cuánto avanzaran, seguían sin encontrar la salida.

—No te preocupes. Este bosque le pertenece a mi familia. Si me pierdo, mi papá vendrá a buscarme.

El omega lo miró con asombro.

—¿Tu familia es dueña del bosque?

—Sí. Mi papá lo compró para proteger a los animales que no deben ser cazados, porque están al borde de la extinción.

El omega parpadeó y, por primera vez, sonrió con timidez.

—¡Guau! Entonces, ¿eres rico?

Cassian se rió ante su pregunta infantil.

—¿Rico? No exactamente. Toda la riqueza pertenece a los accionistas, inversores y empleados de la empresa. Sin ellos, mi papá no podría manejarlo todo solo.

El omega lo miró con aún más admiración. ¿Cómo podía un niño de diez años hablar así?

Eso lo hizo sentirse seguro con él.

La noche cayó y la temperatura descendió. Cassian notó que el omega comenzaba a temblar y bostezar, así que sin pensarlo demasiado, lo agarró de la mano y lo llevó hasta la base de un gran árbol.

—Esperemos aquí. Estoy seguro de que mi papá me vendrá a buscar.

El niño asintió y, en cuestión de minutos, se quedó dormido apoyado en su hombro. Cassian lo miró de reojo, sorprendido de que pudiera dormirse tan fácilmente.

—Hmm... ¿Cómo es que puedes dormir en esta situación?

Suspiró, pero terminó acomodando su cabeza con cuidado para que estuviera más cómodo.

Fue entonces cuando lo notó.

El omega llevaba un colgante. Un pequeño emblema dorado que a Cassian le pareció conocido.

—Hmm... Parece que no eres de una familia común, ¿eh? — Dijo mientras tocaba el collar con curiosidad.

...