En un pequeño pueblo rodeado de montañas y bosques densos, un joven llamado Leo descubre que su madre está gravemente enferma. Desesperado por salvarla, Leo se embarca en una búsqueda para encontrar el legendario Reloj Mágico de la Luna, que se dice que puede conceder deseos.
Pero el viaje no será fácil. Leo deberá enfrentar peligros y desafíos en su búsqueda del reloj, y descubrirá secretos sobre su familia y su pasado que cambiarán su vida para siempre.
¿Podrá Leo encontrar el Reloj Mágico de la Luna y salvar a su madre? ¿O el precio de su deseo será demasiado alto para pagar?"
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LA MASACRE
Aria y su mamá se acercaron a Leo, preocupadas por su bienestar. "Leo, ¿no te lastimaste en la pelea?", preguntó Aria.
Leo sonrió y les aseguró que todo estaba bien. "No os preocupéis, estoy perfectamente", les dijo.
Al día siguiente, Aria se acercó a Leo con una expresión determinada. "Leo, tengo que irme a mi pueblo natal", le dijo. "Encontré una hierba medicinal en el camino y el pueblo la necesita desesperadamente".
Leo se ofreció a acompañarla sin dudarlo. "Espera, yo te acompaño", le dijo. "Me has ayudado mucho todo este tiempo, déjame devolverte el favor".
Aria sonrió, agradecida por la oferta de Leo. "Gracias, Leo. Significa mucho para mí", le dijo.
Y con eso, Leo y Aria se prepararon para emprender su nuevo viaje juntos. ¿Qué les depararía el camino?
Leo y Aria se despidieron de la mamá de Aria y del resto del pueblo, agradeciendo su hospitalidad y apoyo. Luego, se dirigieron hacia el río que separaba su pueblo del siguiente destino: alfrid
Al llegar al río, buscaron un bote para cruzar al otro lado. Después de unos minutos de búsqueda, encontraron un pequeño bote de madera que parecía seguro para cruzar el río.
Aria se subió al bote primero, seguida de cerca por Leo. El bote se balanceó ligeramente al recibir el peso de los dos viajeros, pero parecía resistir bien.
Con la ayuda de dos remos, Leo comenzó a remar hacia la otra orilla del río. El agua estaba calmada y el sol brillaba en el cielo, lo que hacía que el viaje fuera relativamente tranquilo.
Bajaron del bote y se adentraron en el pequeño bosque que separaba el río del pueblo de Aria, Alfrid. El sol brillaba a través de las hojas de los árboles, proyectando sombras danzantes en el suelo.
De repente, el reloj de Leo comenzó a vibrar intensamente. Aria se dio cuenta y le preguntó: "¿Qué pasa, Leo?"
Leo se puso en guardia, su mirada escaneando el entorno. "Mantente alerta", le dijo a Aria.
Al salir del bosque, se encontraron con una visión horrorosa. El pueblo de Alfrid estaba en cenizas. Las casas, las tiendas, todo había sido reducido a un montón de ruinas humeantes.
Aria se quedó sin aliento, su rostro pálido de shock. "¿Qué... qué ha pasado?", balbuceó.
Leo se acercó a ella, su expresión grave. "No lo sé", dijo, "pero tenemos que encontrar respuestas".
Aria se quedó desvastada al ver el pueblo en cenizas. Sus ojos se llenaron de lágrimas al recordar los momentos felices que había pasado allí. "Este fue el pueblo que me cuidó cuando mi madre me abandonó", susurró, su voz temblando de emoción.
De repente, el silencio fue roto por el sonido de ramas quebradas y hojas secas que crujían bajo los pies de algo. Aria y Leo se dieron la vuelta para ver miles de goblins emergiendo de las casas quemadas y del bosque.
Los goblins eran pequeños y feos, con ojos rojos y dientes afilados. Llevaban cuchillos de todo tipo, desde dagas hasta espadas cortas. Su presencia era aterradora, y Aria y Leo se prepararon para defenderse.
"Prepárate", dijo Leo, su voz firme y decidida.
Aria asintió, su rostro pálido pero determinado. "Estoy lista", dijo.
Y con eso, la batalla comenzó.
