Isabella Dupont ha pasado su vida planificando una venganza que espera borrar el dolor de su infancia. Abandonada a los cinco años por su madre, Clara Montserrat, una mujer despiadada que traicionó a su familia y robó la fortuna de su padre, Isabella ha jurado destruir el imperio que su madre construyó en Italia. Bajo una identidad falsa, Isabella se infiltra en la constructora internacional que Clara dirige con mano de hierro, decidida a desmantelar pieza por pieza la vida que su madre ha levantado a costa del sufrimiento ajeno.
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Capítulo 16
Isabella llegó al edificio de Montserrat Construcciones con una mezcla de nerviosismo y determinación. Philippe había partido hacia Francia el día anterior, y ahora, se encontraba sola, enfrentándose a la realidad de su nueva responsabilidad. Desde la reunión con Clara Montserrat, no había vuelto a la constructora, y cada paso hacia la entrada le recordaba lo que estaba en juego. Sabía que no podía permitirse ningún error.
Al entrar en el vestíbulo, Isabella tomó un respiro profundo. El aire fresco de la mañana llenaba el espacio, pero no lograba calmar los nervios que le retorcían el estómago. Mientras caminaba hacia los ascensores, notó a Ñeonardo Esposito junto al dispensador de agua. Al verla, él le sonrió, y se acercó con una botella en la mano.
—Hola, Isabella —dijo Leonardo con su tono cálido y relajado.
Isabella le devolvió la sonrisa, tratando de transmitir una calma que no sentía del todo.
—Hola, Leonardo.
Leonardo bebió un sorbo de agua y luego inclinó la cabeza hacia el ascensor.
—Vamos, te acompaño. Delacroix nos está esperando.
Isabella asintió y ambos se dirigieron hacia el ascensor. Durante el trayecto, Isabella no pudo evitar pensar en lo que le esperaba. Leonardo había sido un apoyo hasta ahora, pero sabía que tendría que demostrar su valía por sí misma.
El ascensor los llevó al piso donde estaba la oficina del ingeniero Noel Delacroix. Al salir, caminaron por un pasillo elegantemente decorado, con paredes en tonos neutros y detalles de madera oscura que contrastaban con las líneas modernas del diseño. Al llegar a la puerta de la oficina de Delacroix, Leonardo la abrió y ambos entraron.
La oficina de Delacroix era amplia y organizada, con grandes ventanales que ofrecían una vista impresionante de la ciudad. Los muebles eran funcionales y de líneas rectas, en tonos de gris y negro. Un escritorio de vidrio ocupaba el centro del espacio, sobre el cual descansaban varios planos y documentos bien ordenados. En una de las paredes, había estanterías llenas de libros de ingeniería y arquitectura, junto con maquetas de proyectos en los que Delacroix había trabajado. Un par de sillas de cuero negro estaban frente al escritorio, y una gran pizarra blanca cubría una de las paredes laterales, llena de notas y diagramas.
Noel Delacroix, un hombre de mediana edad con cabello oscuro y gafas de montura delgada, los recibió con una expresión que combinaba profesionalismo y cierta severidad. Era evidente que era un hombre que valoraba la eficiencia y el trabajo bien hecho, y no se conformaba con menos.
—Buenos días —saludó Delacroix con un gesto de la mano, invitándolos a sentarse.
—Buenos días, ingeniero —respondieron ambos casi al unísono.
Delacroix se acomodó en su silla, entrelazando los dedos sobre el escritorio mientras los observaba.
—Clara me pidió que les asignara un proyecto antes de que trabajen en algo más grande como Las Torres Émiris. Quiere asegurarse de que pueden manejarlo —explicó Delacroix con un tono que no dejaba lugar a dudas sobre la seriedad de la tarea.
Leonardo asintió con seguridad.
—Entendido, ingeniero. Estamos listos.
Delacroix sonrió ligeramente, pero luego su mirada se dirigió hacia Isabella, y la intensidad en sus ojos dejó claro que tenía sus dudas.
—Sé que Leonardo es más que capaz —continuó Delacroix—, pero en cuanto a ti, Isabella… Tendrás que demostrarlo. Esta es tu prueba.
Isabella sintió la presión del momento, pero se obligó a mantenerse firme. No podía permitir que las dudas de Delacroix la afectaran.
—Haré mi mejor esfuerzo, ingeniero —respondió Isabella, con un tono firme y seguro.
Delacroix asintió, aceptando su respuesta.
—Eso espero. Aquí está el proyecto —dijo mientras sacaba una carpeta gruesa de un cajón y la colocaba sobre el escritorio—. Es el diseño de interiores para un apartamento de lujo. No es tan complejo como Las Torres Émiris, pero es un proyecto que exige atención al detalle y creatividad. Aquí están los planos del apartamento y el presupuesto asignado.
Delacroix abrió la carpeta y desplegó los planos sobre el escritorio. Los ojos de Isabella recorrieron los dibujos técnicos y las especificaciones del apartamento. Era un espacio grande, con múltiples habitaciones, un salón amplio, una cocina moderna y varias áreas de ocio. El diseño debía ser innovador, pero también reflejar el lujo y la exclusividad que los clientes de Montserrat Construcciones esperaban.
—El presupuesto es de 350,000 euros —dijo Delacroix mientras deslizaba un documento hacia ellos—. Tendrán que trabajar dentro de este límite y presentar una propuesta que se ajuste tanto al presupuesto como a los altos estándares de la empresa.
Leonardo miró los planos y el presupuesto, luego levantó la vista hacia Delacroix.
—Entendido, ingeniero. Trabajaremos en ello de inmediato.
Isabella asintió, sintiendo el peso de la responsabilidad, pero también un impulso de demostrar que estaba a la altura de las expectativas.
—Gracias por la oportunidad, ingeniero Delacroix —dijo Isabella, guardando los planos en la carpeta con cuidado.
Delacroix los observó un momento más antes de asentir.
—No me decepcionen. Quiero ver algo excepcional. Ahora, vayan a trabajar.
Leonardo y Isabella se levantaron de sus asientos, inclinando ligeramente la cabeza en señal de respeto antes de salir de la oficina. Una vez fuera, Isabella dejó escapar un suspiro, sintiendo cómo la tensión empezaba a disiparse ligeramente.
—No fue tan mal, ¿verdad? —dijo Leonardo, con una sonrisa alentadora mientras caminaban por el pasillo.
Isabella sonrió, aunque aún sentía el peso de la prueba que se avecinaba.
—No, pero ahora tenemos que demostrar que podemos hacerlo.
Leonardo asintió, su expresión más seria.
—Y lo haremos. Trabajaremos en equipo y presentaremos algo que sorprenda a todos.
Isabella lo miró, agradecida por su apoyo. Sabía que la prueba era crucial, y tener a Leonardo a su lado era un alivio.
—Gracias, Leonardo. Realmente aprecio que estés dispuesto a trabajar conmigo.
—No hay de qué, Isabella. Ambos tenemos algo que demostrar aquí, y lo haremos juntos.
Con renovada determinación, Isabella y Leonardo se dirigieron a una de las salas de trabajo donde podían extender los planos y comenzar a trabajar en la propuesta. Sabían que no podían permitirse ningún error. Este proyecto era solo el comienzo, y Isabella estaba decidida a demostrar que tenía lo necesario para enfrentarse a Clara Montserrat y reclamar lo que era suyo, tanto en el ámbito profesional como en su misión personal de justicia.
tiene buen argumento,
hasta el final todo esto está emocionante.
y lo peor es que está arrastrando así hija a ese abismo.
cual fue la diferencia que se quedará con el.
a la vida que si madre le hubiese dado..
Isabella merece tener un padre en toda la extensión de la palabra.
no te falles ni le falles.
la narración buena
la descripción como empieza excelente 😉🙂
sigamos..
la historia promete mucho