LOS HEREDEROS

CAPÍTULO 15.

Camila entró a la compañía luciendo radiante. Fingió una sonrisa, aunque por dentro la tristeza la invadía. Saludo a los empleados con amabilidad y se dirigió a la oficina que había para ella. Al igual que las habitaciones en su casa, su oficina estaba entre la de Massimo y Giovanni.

Antes de ingresar le pidió a la asistente de presidencia si podría conseguirle un café, pues como llegó con Massimo no pudo pasar por la cafetería de la esquina y comprarlo ella misma.

Finalmente, organizo sus cosas y se sentó en su escritorio para comenzar con sus tareas.

-Con permiso señorita Bonano. Aquí le traigo su café. -exclamo con amabilidad la asistente.

-Gracias. Puedes decirme solo Camila. ¿Tú como te llamas?

-Victoria. -exclamo la chica. -A su servicio.

-Mucho gusto Victoria. Puedes volver a tu trabajo. Gracias por el café.

La chica asintió y se despidió. Camila continuó con su deber. Se pasó la mañana ultimando detalles y realizando llamadas telefónicas para concretar el traslado del cargamento a Japón, mientras que Giovanni se habia reunido con sus hombres en las bodegas para controlar el inventario y asegurarse de que no haya algún faltante.

Tocaron la puerta de su oficina y ante su aprobación, Victoria ingreso.

-Señorita, me ausentaré a almorzar, ¿se le ofrece algo más?

-No. Puedes ir tranquila. No me quedaré mucho más aquí.

La asistente se despidió y cerro su puerta detrás de sí. Camila aprovechó para tomarse un descanso.  Giró su silla y se quedó observando la vista desde su oficina. De todos los ambientes de la compañía, las oficinas de presidencia eran sus favoritos. No cambiaba esa hermosa vista por nada del mundo.

La puerta se abrió de golpe y Camila revoleo los ojos.

-¿Qué quieres Massimo? -pregunto sin darse la vuelta.

-¿Cómo sabías que era yo?

-Eres el único energúmeno que azota las puertas al ingresar a un lugar. -Dijo ella, girando su sillón. Se puso de pie, tomo su vaso de café y se paró frente a la ventana para seguir admirando la hermosa vista a Sicilia. -¿Qué quieres Massimo?

-Hablar contigo. -exclamo él.

-No hay nada de que hablar. Creí que fui clara contigo.

Massimo se adelantó y la tomó por los hombros. La acerco a su cuerpo y luego la beso apasionadamente. Era un beso tierno, apasionado, necesitado y sobre todo desesperado. Camila quería soltarse, pero él no se lo permitía. Solo la dejo cuando comenzó a faltarle el aire.

-¿Pero qué diablos haces? ¿Estás loco?

-Por ti.

-Ya déjalo Massimo. Han pasado años. Lo nuestro nunca funcionará.

-Sé qué han pasado años, pero no dejaste que te explique las cosas. Todos estos años no me dejaste hablar, no quisiste una explicación. Camila compréndeme. Quiero hacer las cosas bien. Quiero que empecemos de nuevo.

-¿Que comprenda qué? Te di mi confianza Massimo. Me fallaste. Con mi mejor amiga.

-No fue así Camila. Entiende. No sé qué es lo que me provocas. Tú me haces ser débil. Sabes que odio sentirme así, pero tú lo provocas y… me gusta. Me encanta la sensación de quererte. Por favor créeme cuando te digo que te amo. Tú siempre vas a ser la única mujer a quien amaré.

Massimo tomo el rostro de la chica y apoyo su frente contra la suya, pero Camila se aleja bruscamente.

-Eres un hipócrita. Vienes aquí con este discurso cursi. ¡ME MIENTES MASSIMO! Hace días te encontré teniendo sexo con ella en el despacho de ¡MI HERMANO! Y tienes la hipocresía de venir hasta aquí, a mi oficina, a decirme todo esto. ¡YA BASTA!

-Primero, no estábamos teniendo sexo. -Dijo él. -Fue un beso. Y lo sé, fui un idiota, me dejé llevar, pero estaba tan furioso. Me molesta tanto que estés cerca del idiota de Nicolás. Si solo vieras como él te ve…

-¿Y cuál es el problema? -dijo ella enojada.

-Te lo diré de esta forma. -Dijo él. -La próxima vez que vea su vista en ti, no haré preguntas y no advertiré. Sacaré mi maldita arma y le volaré la cabeza. ¿Entendido? -exclamo él, furioso.

Camila no respondió, soltó una risa y negó con su cabeza.

-Cami, solo te estoy pidiendo que hablemos. Escúchame. -Dijo él. -Por favor…

-¡NO! Massimo. No lo haré. Te escuché lo suficiente. Yo no siento nada por ti.

-¿ES POR ESE IMBÉCIL? ¡¡DIME!!

-No, Massimo. No es por él. Es por mí. Tuviste tu oportunidad hace años. Me fallaste. Ya no confío en ti.

Massimo se giró furioso y salió de la oficina azotando la puerta. Camila tomo asiento en su silla. Se recostó en ella y soltó un suspiro cargado de frustración y mezclado con lágrimas gruesas.

En ese instante, su teléfono comenzó a sonar.

-¿Giovanni? ¿Cómo va la reunión?

-Camila. Debes venir. Necesito refuerzos.

-¿Qué ocurre?

-Los Catanzaro nos siguieron hasta la mansión. -Dijo él. -Ven rápido, necesito refuerzos.

-¿Dónde están tus hombres? -pregunto ella, mientras tomaba sus cosas.

-Los deje supervisando los almacenes. -exclamo él. -No creí necesario que me acompañen a casa.

-¿Acaso estás ebrio? -pregunto ella nerviosa. -¿Cómo se te ocurre cometer tal estupidez? ¿Dónde esta papa?

-En la casa de Massimo, protegiendo a Lorenzo y Ariana. -exclamo. -Apúrate, no podre esconderme demasiado tiempo. Son muchos hombres.

-Salgo para allá. -Dijo ella y colgó la llamada.