Esposa Por Sorteo. El Secreto De Jade

Su nombre salió de entre sus labios como un susurro casi imperceptible de tal modo que Vladimir no lo alcanzó a escuchar bien lo que dijo.

Estático, sorprendido y parado frente al ventanal, él solo la miraba fijamente sin comprender como ella lo había encontrado. Cuando al fin reaccionó y dio algunos pasos ya era demasiado tarde, ella se giró sobre sus talones rápidamente, como si hubiera visto un fantasma.

Desesperada comenzó a buscar una forma de escapar de ese lugar, pero sus manos parecían torpes y no podían siquiera girar el pomo de la puerta, sus ojos se nublaron conteniendo las lágrimas que amenazaban por salir y se sentía morir ante tal humillación. Vladimir todo este tiempo la engañó, jugó con sus sentimientos y ella como una niña tonta cayó bajo sus encantos.

—¡Ábrete maldición!—pidió con desesperación moviendo la puerta sin obtener respuesta—. ¡Esto no puede ser verdad!—murmuró aturdida.

Ella durante toda la noche había preparado un discurso, se había puesto una coraza para enfrentar a Vladimir Chandoski y dejar en claro que lo odiaba por escogerla mediante un tonto sorteo, pero no estaba lista para descubrir que él era el hombre que le robó el aliento y por él cual estaba dispuesta perderlo todo.

Vladimir al ver lo alterada que estaba se acercó rápidamente y la abrazó impidiendo que se marchara.

—María detente, ¿qué sucede?¿por qué estás tan alterada?—preguntó, mientras se impregnaba de su dulce aroma y la sentía temblar sin control bajo sus brazos.

—¡Suéltame maldito y no me llames María!—gritó moviéndose entre sus brazos e intentando zafarse —. Ya no estoy en el convento para que uses ese nombre. Mi nombre es Jade Bofantti y te detesto, te burlaste de mí, me hiciste creer que eras diferente pero eres igual que tu padre.

Vladimir lentamente rompió el abrazo que los unía, mientras retrocedía unos pasos y sentía que todo su cuerpo era recorrido por un escalofrío y le costaba respirar.

Ella se giró con sus ojos cristalizados, sus labios le temblaban y sin dejar de mirarlo le gritó

— Te odio, todo este tiempo solo buscabas confundirme para que aceptara ser tu esposa, eres igual que todos, solo buscas mi fortuna.

Vladimir al escuchar esa acusación y que lo comparaban con el ser más despreciable del planeta reaccionó de inmediato y le respondió

—Eso no es verdad, yo no sabía quién eras en realidad, nos conocimos por casualidad.

—No te creo—respondió secándose el rostro con la palma de su mano.

—Por favor escúchame y luego si quieres podemos cancelar la boda —suplicó mientras se acercaba y la abrazaba nuevamente sin embargo ella se negaba a corresponder ese abrazo e intentaba en vano rechazarlo—. Jade, te juró que esto solo es una coincidencia, yo no planeé nada, solo cálmate y escucha mi versión de los hechos.

Ella dejó de luchar entre sus brazos, era en vano resistirse, cuando cada poro de su ser deseaba estar con él  y dejando caer sus lágrimas susurró.

—Tienes cinco minutos.

—Con eso me conformo.

Vladimir intentó alejarse pero su cruz se enredó en la cadena de ella y la obligó a mirarla a los ojos.

—Lo siento, creo que debería quitarme la cruz—comentó mientras que con sus manos se rozaban intentando desenredar las cadenas, pero al ver su rostro cubierto de lágrimas maldijo entre dientes—. Maldición, no puedo verte así, no quiero que llores por mi culpa —murmuró y la atrajo con ternura de su cintura y la besó con desesperación olvidándose de sus crucifijos.

Jade intentó separarse pero al sentir los labios de él sobre los de ella, perdió la cordura y levantando sus brazos dejándose llevar por sus sentimientos.

Sus lenguas danzaban al unísono, mientras que la mano de Vladimir acariciaba la espalda de su prometida y la atraía más a su cuerpo. De sus labios se escapó un suspiro cuando sintió que la apoyaba contra la puerta y le exigía que abriera más su boca y profundizó el beso.

El beso duró algunos minutos y cuando al fin se separaron por falta de aire, notaron que las cadenitas se habían desenredado. Ella tenía las mejillas enrojecidas, su respiración entrecortada pero recordó porque estaba ahí y tomando distancia, dijo.

—El tiempo corre—intentando demostrar una calma e indiferencia que no sentía.

—De acuerdo, te diré cómo sucedieron las cosas y si no me crees puedes salir de esta oficina y jamás te volveré a molestar, aunque eso signifique morir en vida—confesó.

—Muy bien, me parece justo—respondió, mientras se mordía el labio inferior y saboreaba el sabor de Vladimir que aún permanecía en él.

— Haré que confíes en mí nuevamente, tengo prueba de todo y si aún así no te convenzo podrás hacer conmigo lo que te plazca, porque aunque no te guste, ni lo desees mi corazón es tuyo.

Jade se sentó en el asiento frente al escritorio, intentando controlar sus emociones mientras que una media sonrisa se formaba en sus labios al escuchar esa forma tan romántica que tenía de decir las cosas y que la derretía por completo.

El ceo suspiró reprimiendo sus ganas de volver a besarla, ahora que la veía con esos jean ajustados y esa blusa negra, con su cabello suelto enmarcando su rostro, no podía más que admirar su belleza y su hermosa figura.

Ella se sintió observada y se removió en la silla, intentando desviar la mirada, pero entonces él le dio la espalda y caminó hasta la caja fuerte. Con determinación sacó los informes, el documento que les hizo firmar a los progenitores de ambos y las cinco piedras del sorteo.

— Para empezar te diré que jamás quise contraer matrimonio con ninguna de ustedes. La noche que te conocí en mi fiesta de cumpleaños no tenía la menor idea de quién eras y solo nuestros caminos se cruzaron por casualidad—dijo cerrando la caja fuerte y girando su cuerpo miró a Jade y continuó— Para ser sincero contigo, esa noche solo estaba huyendo de Rubí que pretendía conquistarme y no dejaba de acosarme.

El recuerdo del laberinto llegó a la mente de Jade, entonces recordó como le suplico que rezara por él y  le pidiera a Dios que lo ayudara a salir de una situación difícil.

—Jade, Jade…—repitió al ver que estaba perdida en sus pensamientos.

—Perdón, solo recordé algo—respondió y entonces intentó prestar atención a su relato y se concentró en cada palabra.

— Esta bien, solo te decía que hasta hace unos días para mí solo eras un hermoso ángel que me traía paz—dijo y vio como las mejillas de la joven se sonrojaba—.  Hasta ahora no sabía tu nombre, ni que eras parte de la familia, para mí eras María Magdalena, un ser hermoso e imposible.

—Deja de decir esas cosas y concéntrate en contar tu historia porque el tiempo corre —le advirtió.

—Aún me quedan tres minutos —le contestó con una sonrisa al ver que no le era indiferente, pero continuó con su relato —. Luego de mi fiesta de cumpleaños al no aceptar a tu hermana como esposa, mi padre me dio un ultimátum, tenía un mes para casarme con alguna de las heredera Bofantti y se me ocurrió investigar para saber cuál era la más idónea, y en eso apareció tu nombre —abrió los cuatro informes sobre el escritorio —. Nadie sabía nada de ti, no habían fotos actuales ni se sabía cuál era  tu paradero entonces pensé que si te escogía  y no llegabas al altar el día de la boda, me libraría de nuestro compromiso y por eso hice trampa en el sorteo y escogí a Jade como mi futura esposa —le muestra las cuatro esferas idénticas y ella lo mira sin entender.

—No entiendo ¿Cómo hiciste trampa si son iguales?

— Escogí esta piedra —le entrega la que contiene la marca —. Solo al tacto es diferente.

—Tiene una cruz —dijo asombrada.

—Así es, tu crucifijo me dio la idea, todo este tiempo me dejé guiar por Dios.

—¿Pensabas perder todo?

—No, para eso redacté este documento, si tú no llegabas a la boda, sería libre y tu padre me cederían parte de su empresa, pero ahora nada de eso me importa —confesó poniéndose de pie y acercándose con cuidado de no asustarla murmuró —. Ahora solo quiero estar contigo, solo quiero que me des una oportunidad para demostrarte, que no soy como él, que sigo siendo el hombre noble que conociste, ese hombre sin nombre, que solo te conquisto por su corazón..

Ella lo miraba insegura, sus labios temblaban por nerviosismo y jugando con la piedra en su mano susurró.

— Esto es una locura. No puede ser real.

—Lo es, es exactamente como lo escribiste en tu nota Dios te guió a mí, yo soy tu milagro y tu trébol de buena suerte.

Ella sonrió, él se había memorizado cada palabra de su nota en tan poco tiempo y eso de cierto modo le agradaba, le demostraba que realmente tenía interés en ella y toda su historia tenía sentido.