En los barrios tranquilos y misteriosos de Seúl, una chica llamada Jiwoo ha pasado su vida observando desde las sombras. Jiwoo siempre ha sido reservada, pero esconde algo más que timidez. Un incidente oscuro y olvidado en su adolescencia que moldeó su obsesión por los secretos de los demás.
El regreso de Hyunwoo, su vecino de la infancia, despierta en ella una curiosidad peligrosa. Años atrás, Hyunwoo desapareció abruptamente tras un escándalo que sacudió al vecindario, y su reaparición está rodeada de rumores y silencio. Algo en su mirada parece llevar el peso de un pasado más oscuro del que Jiwoo imaginaba.
Guiada por su instinto obsesivo y un deseo inexplicable, Jiwoo comienza a seguirlo, adentrándose en un mundo de crimen, mentiras y un trastorno psicológico que ha permanecido latente en ambos. Mientras Jiwoo se acerca a la verdad, también empieza a descubrir más sobre sí misma, desenterrando recuerdos reprimidos y enfrentando su propia sombra.
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Ecos en la mente
De regreso en el pueblo, Jiwoo caminaba por las calles con pasos pesados, su mente atrapada en un bucle de imágenes de la cueva. Cada sombra que veía le parecía más alargada de lo normal, cada ruido un eco del grito del Guwi. El aire parecía más denso, y el silencio de los vecinos le resultaba opresivo.
Hyunwoo caminaba a su lado, preocupado, pero sin saber qué decir. Jiwoo había cambiado. Lo podía ver en su mirada: ya no era solo miedo, sino algo más profundo, algo que él no podía alcanzar.
—¿Estás bien? —preguntó finalmente, rompiendo el silencio.
Jiwoo no respondió de inmediato. Mantenía los ojos fijos en el camino frente a ella, aunque no parecía realmente verlo.
—No lo sé —murmuró al fin, deteniéndose frente a una tienda cerrada. Miró su reflejo en el cristal y se estremeció. Por un instante, creyó ver la figura oscura detrás de ella. Parpadeó, y solo vio a Hyunwoo a lo lejos.
Esa noche, Jiwoo no pudo dormir. Cada vez que cerraba los ojos, el rostro del Guwi aparecía en su mente, susurrándole palabras que no podía entender pero que la llenaban de una inquietud insoportable.
En un momento, despertó sobresaltada, con el corazón latiendo rápidamente. Miró alrededor de su habitación y vio el colgante sobre su escritorio. Estaba intacto, pero ahora parecía más pesado de lo que recordaba.
—¿Por qué yo? —susurró, abrazándose las rodillas.
La voz de Hyeri resonó en su mente: "No eres la única conectada a esto."
Jiwoo sabía que Hyeri tenía razón, pero no podía ignorar la sensación de que el colgante estaba ligado a algo más profundo dentro de ella, algo que siempre había tratado de evitar.
Al día siguiente, Jiwoo salió a la calle con la intención de distraerse. Se dirigió al café donde solía refugiarse, pero al entrar, notó cómo las conversaciones se apagaban de inmediato.
Los ojos de los vecinos estaban sobre ella, como si supieran algo. Algunos susurraban entre ellos, y otros simplemente la miraban con una mezcla de curiosidad y desconfianza.
—¿Qué está pasando? —preguntó Jiwoo al dueño del café, un hombre mayor que siempre había sido amable con ella.
Él evitó su mirada, frotando un vaso con nerviosismo.
—El bosque… ha estado diferente desde que volviste. La gente dice que tú y tus amigos trajeron algo contigo.
Jiwoo sintió un nudo en el estómago.
—¿Qué quieren decir con eso?
El hombre negó con la cabeza.
—No escuches los rumores, niña. Pero ten cuidado. Este pueblo no olvida fácilmente.
De regreso en su casa, Jiwoo encontró a Hyeri esperándola en el porche. Estaba sentada en los escalones, jugando distraídamente con una hoja que había recogido del suelo.
—¿Qué haces aquí? —preguntó Jiwoo, cruzándose de brazos.
Hyeri se encogió de hombros.
—Vine a ver cómo estabas.
Jiwoo se rió amargamente.
—¿De verdad? No pareces el tipo de persona que se preocupa por los demás.
Hyeri se levantó lentamente, su expresión seria.
—Tienes razón. Pero tampoco quiero que arruines lo que queda de este equilibrio.
—¿Equilibrio? —replicó Jiwoo, dando un paso hacia ella—. ¿De qué estás hablando? ¿Sabías lo que iba a pasar en la cueva, verdad?
Hyeri no respondió de inmediato. Finalmente, dijo:
—Sabía que el Guwi no desaparecería. Es una fuerza antigua. No puedes simplemente destruirlo. Solo puedes contenerlo.
—¿Y el colgante? —insistió Jiwoo—. ¿Qué tiene que ver conmigo?
Hyeri la miró directamente a los ojos, su voz más baja.
—El colgante no te eligió al azar. Hay algo en ti, algo que atrae a cosas como el Guwi. Tal vez lo heredas, tal vez lo desarrollaste. Pero está ahí.
Jiwoo sintió un escalofrío recorrer su espalda.
—Estás diciendo que… ¿esto es mi culpa?
Hyeri negó con la cabeza.
—No es culpa. Es destino. Y tienes que decidir qué hacer con él.
Esa noche, Jiwoo se reunió con Hyunwoo en el parque. Le contó lo que Hyeri había dicho, esperando encontrar algo de consuelo en su amigo.
—No creo en eso del destino —dijo Hyunwoo, después de escucharla con atención—. Pero sí creo en ti. Si el colgante te eligió, no es porque seas débil. Es porque puedes hacer algo que nadie más puede.
Jiwoo lo miró, sus ojos llenos de incertidumbre.
—¿Y si no puedo? ¿Y si termino haciendo que todo empeore?
Hyunwoo sonrió ligeramente.
—Entonces estaré aquí para ayudarte. No tienes que hacerlo sola.
Por primera vez en días, Jiwoo sintió un atisbo de esperanza.
