Imagina un mundo donde lo virtual y lo real se entrelazan, y tu supervivencia depende de tu habilidad para adaptarte.
Aquí conoceremos a Soma Shiro, un joven gamer que recibe un misterioso paquete que lo transporta a NightRage. En este mundo, debe asumir el papel de guerrero, aunque con una peculiaridad, lleva una espada atorada en la boca.
NightRage no parece ser solo un juego, sino un desafío extremo que pone a prueba sus límites y su capacidad para confiar en los demás. ¿Logrará Shiro encontrar la salida, o quedará atrapado en este mundo para siempre?
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Capítulo 15
El impacto fue brutal, dejando un rastro hermoso como si de una danza de llamas
fuese. El dragón rugió de dolor, retrocediendo mientras su sangre caía al suelo en gruesas gotas. La barra de vida del dragón bajó poco más de un cuarto. En ese momento, Sagi se encontraba frente al imponente dragón, sin maná
restante. Pero, su determinación ardía en su interior. No podía permitir que todo terminara ahí.
Corrió hacia el dragón, decidido a lanzarse, pero Iskandar, con una velocidad sorprendente, lo golpeó de lleno con su poderosa cola. Sagi
levantó su espada justo a tiempo para bloquear parte del impacto, pero el golpe fue tan fuerte que lo lanzó por los aires. Estrellado contra el suelo cerca de donde Elizabeth y la pequeña sacerdotisa estaban, jadeando por el dolor, sus puntos de vida habían pasado de 4500 a 2000 en un segundo.
La sacerdotisa, al ver la valentía de Sagi, no pudo quedarse inmóvil. Decidió actuar. Con un movimiento rápido, se acercó a él y a Elizabeth y comenzó a curar sus heridas, restaurando su vitalidad y devolviéndole parte del maná.
—Los ayudaré —murmuró con voz temblorosa, mientras su bastón brillaba con una luz suave.
Los tres, revitalizados, miraron hacia el dragón, que comenzaba a cargar un poderoso rayo helado en su boca, apuntando directamente hacia ellos.
La pequeña sacerdotisa notó algo brillante en el inventario de Sagi, una runa.
—Sagi... esa piedra que tienes —dijo apresuradamente— Disculpa, pero ¿Puedo usarla?
Sagi, sin más opciones, sacó la runa de su inventario y se la entregó. La sacerdotisa, con manos temblorosas, colocó la runa en su bastón y comenzó a recitar un hechizo en un idioma arcano. Su voz resonaba con un poder
desconocido.
—¡Lidas arhn Zeak terras nagarïan! —entonó la sacerdotisa.
Y en un instante, un hermoso domo de energía envolvió a ella, Sagi y Elizabeth, protegiéndolos del rayo helado que el dragón lanzó con toda su furia. El impacto fue devastador, creando una nube de polvo y hielo que envolvió por completo al grupo.
Cuando el polvo comenzó a asentarse, la sacerdotisa, exhausta por el inmenso esfuerzo, cayó al suelo, desmayada por el esfuerzo.
—Increíble... —murmuró Elizabeth, asombrada y preocupada por la pequeña —Pero no hay tiempo que perder.
Elizabeth había observado cuidadosamente la batalla y recordó la habilidad de Sagi de absorber elementos en su espada.
—Sagi, escúchame —dijo con urgencia —Voy a disparar mi magia hacia tu espada. Aprovecha ese momento para absórberla, y acabar con ese dragón.
Sagi asintió, recuperado y listo, se levantó del suelo y corrió hacia el dragón, mientras Elizabeth comenzaba a recitar un hechizo más.
—¡Sideréas orhn vela'k turos nagarïan! —gritó, y un destello morado salió disparado desde sus manos, chocando y envolviendo la espada de Sagi en una energía poderosa y vibrante.
El filo de la espada se volvió púrpura, con destellos eléctricos corriendo a lo largo
de la hoja. Sagi e Iskandar intercambiaron miradas, ambos reflejaban en sus ojos sus
ansias de destruirse. El dragón, rugiendo de ira, estaba por lanzar el rayo helado, pero antes de que pudiera dispararlo, Tsukasa, disparó su último tiro en la parte trasera del dragón, desviando su atención por un breve segundo.
—¡Ahora, Sagi! —gritó Tsukasa, con todo el aliento que le quedaba.
Sagi, aprovechando la distracción, gritó en su mente "IMPULSO", y en un destello morado, se lanzó hacia el dragón con toda su fuerza. El filo de su espada dejó una hermosa estela púrpura mientras cortaba el costado del dragón,
produciendo una explosión de sangre y escamas. El golpe fue devastador, marcando una herida profunda en el cuerpo de Iskandar. La escena fue
espectacular, una ráfaga de colores y energía llenó la sala. Sagi llegó al lado de Tsukasa después de su embestida, jadeando por el esfuerzo.
—¿Cuántos ataques más te quedan? —preguntó Tsukasa.
Sagi, con su mano temblorosa, levantó un dedo, señalando que solo le quedaba un último ataque. Tsukasa rió, a pesar del dolor.
—Es todo lo que necesitamos, compañero. Ya no tengo mis revólveres, pero... —Dijo, levantándose lentamente. —Lo apostaré todo en esta última habilidad.
Con una sonrisa, Tsukasa gritó su habilidad "Ignífugo", y con un último toque, envolvió la espada de Sagi en llamas, esta vez más intensas que antes. El fuego danzaba alrededor de la hoja con un resplandor casi divino.
—Termina con esto, compañero —dijo Tsukasa, dándole una palmada en la espalda.
Sagi miró a su amigo con gratitud. Esta era la última oportunidad. No podía fallar. Con la espada envuelta en llamas y determinación, Sagi corrió hacia el dragón, que ahora lo miraba con furia. Ambos sabían que este sería el golpe final. El
dragón cargó otro rayo helado, pero antes de que pudiera dispararlo, Sagi activó su "Impulso" una última vez, cruzando la distancia entre ellos en un destello cegador.
El filo de la espada se hundió profundamente en el cuerpo del dragón, cortando una línea perfecta de fuego a través de su escamoso cuerpo. El dragón rugió con toda su furia y dolor, pero fue en vano.
Sagi había ganado.
Sagi jadeaba, agotado hasta los huesos, su cuerpo temblando por el esfuerzo extremo. Sus piernas flaquearon y apenas podía mantenerse de pie, mientras el mundo a su alrededor comenzaba a desvanecerse lentamente en su visión.
Y entonces, en medio de la penumbra y el polvo levantado por la caída del dragón, comenzó a alucinar. Delante de él, una silueta familiar emergió de entre las sombras, borrosa pero inconfundible. Una figura que no podía estar allí, pero que su mente, en su agotamiento extremo, le traía de vuelta.
—Miguel Lo logré... esta vez —pensó Sagi, con una sonrisa triste, mientras observaba aquella figura que había formado parte de su pasado.
Alguien que le había marcado profundamente. La nostalgia y la emoción se mezclaban en su corazón. Sagi dejó que sus piernas cedieran, y su cuerpo cayó al suelo, exhausto, pero
en paz.
La batalla finalmente había terminado