Matteo Bushida Lombardi desde pequeño vio a sus padres amarse por sobre todas las cosas, y pensó que él había encontrado un amor igual, pero todo lo perdió por culpa de aquella noche.
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Doce
La vida amorosa de Matteo iba cada vez más de mal en peor, hasta el momento todas las infidelidades que había cometido las había hecho sin que su amada Liz se enterara, pero ya con sus dieciocho años la chica viajaba sola a Italia cada vez que quería y una noche de fiesta lo encontró muy pegado a una rubia que hasta vergüenza daba mirar como iba vestida, aunque no podía decir que estuviera engañándola.
La pelirroja le dio el beneficio de la duda al hombre que le juraba amor desde que tenia dieciséis años pero ni se acercó a él esperando ver hasta donde pensaba llegar, en cambio se quedó hablando con algunos amigos que hacía un tiempo que no veía.
Matteo la miraba desde su lugar muriendo de ganas por tenerla y de celos pensando que él no le importaba nada y ese era el motivo de que no estuviera a su lado mientras Franco le susurraba barbaridades al oído como la serpiente que era.
- Aprovecha y dale un poco de celos, Livia está aquí, si tu chica no viene hazle saber que no es imprescindible, ya verás como enseguida la tienes pegada a ti como un chicle.
Matteo tomó a Livia de la cintura sin quitar los ojos de Liz que lo miraba también, que podía salir mal, él solamente iba a darle un poco de celos, pero en un momento todo se le fue de las manos, la oportunidad que aquel par de demonios estaba esperando para separar a los Lombardi de los Parisi se había dado aunque Sorrento ya no estuviera para verlo, ahora trabajaban en su propio beneficio.
La boca de Livia se pegó a la de el hijo de Isamu Bushida y a la vez que lo besaba restregaba su cuerpo contra él descaradamente insinuando lo que iba a suceder, cuando Matteo logró separarse de ella ya Liz no estaba en la fiesta y por mucho que la llamó para pedirle perdón no logró que lo atendiera.
...........
Por su parte las cosas iban bastante bien para Mia y Anneta, Aiko ya tenía seis meses y su madre había salido a buscar trabajo y lo había conseguido, aunque al no tener estudios terminados fue de limpiadora en una gran empresa, pero eso las ayudaría a comer.
- Tú- escuchó a la secretaria de la presidencia hablarle mientras empujaba el carrito de la limpieza, ya era casi su hora de salida- Ve rápido y prepara un café.
Mia no entendió y se señaló a si misma con el dedo tratando de salir de las dudas, ella era la limpiadora y estaba trabajando desde la madrugada, no había derecho a retenerla.
- Sí, sí, corre que ya el jefe viene.
La mujer hacía un instante había recibido el llamado de su jefe anunciando su llegada pues había estado de viaje.
Por los gritos la secretaria se dio cuenta de que no venía de muy buen humor y tembló, era la cuarta que pasaba por el puesto en lo que iba de año, las tres anteriores corrieron despavoridas lejos del millonario ruso al que pensaron conquistar desde su lugar y así volverse una gran señora, pero nada les salió bien porque aquello no era un hombre, era un demonio.
Y al ver a la chica allí parada se le ocurrió una idea, le mandaría a hacer el café, nadie nunca lograba satisfacerlo en eso, y cuando quisiera matar a la persona que provocó que creciera su dolor de cabeza ella acusaría a la limpiadora.
Mía pensó un momento y no vio nada malo en demorar un poco más, eso sería pago por horas extras, tomó su carro con las cosas de la limpieza y lo llevó hasta su lugar, después fue a donde estaban guardadas las cosas para las comidas del jefe, se lavó las manos y comenzó a preparar el café como lo hacía su madre, gracias a Anneta lo había aprendido.
Justo en ese momento Boris Orlov salía de su ascensor privado y pasó por el lado de su secretaria.
- Buenos días señor Orlov, bienvenido.- le dijo casi haciendo una reverencia.
- Mi café.
Le gruñó sin responder el saludo y la mujer corrió en busca de la bebida para ponerla frente a su jefe.
- ¿Quién demonios hizo este café?- los gritos del hombre se escucharon hasta en la Capilla Sixtina.
- La limpiadora.- le contestó temblando la secretaria.
- ¿La limpiadora, dejas que la limpiadora haga mi café?- la mujer tembló, ahora ya no le parecía tan buena su idea- ¡Tráela ahora mismo!- volvió a gritar dando un golpe en el escritorio y la secretaria corrió hacia la puerta.
Un instante después arrastraba a Mia que no entendía nada, ella solo había hecho un café.
- Aquí está señor, ella es la culp...
- ¡Cállate!- no la dejó terminar mientras la señalaba con el dedo- ¿Como te llamas?- miró con detenimiento a la rubia pequeña que tenía delante, era la limpiadora pero estaba más pulcra que mucha gente de las oficinas.
- Mia Vani señor.- le contestó.
- ¿Que más sabes hacer además de café Mia?
Las dos mujeres se quedaron sin entender, una pensó que mataría a la culpable y la otra estaba preparada para perder su trabajo.
- Soy la limpiadora de este piso señor, sé limpiar.
- No, eso lo sé, además de eso, estudios, idiomas.
Mia lo miró raro pero el hizo como que no le importaba.
- Tengo primero de Contaduría que no pude seguir por asuntos personales, hablo inglés, francés,portugués y alemán.
- ¿Ruso?- la secretaria miraba a un lado y otro según quien hablaba.
- Algo pero no lo considero suficiente.
- Vy uvereny?( ¿Estás segura?)
- Ochen' bezopasno, ser.(Muy segura señor)- le contestó y la secretaria abrió la boca del asombro.
- Tú- se dirigió a la mujer que hasta ahora no le había servido ni para hacer café- Vete a recursos humanos y que te busquen otra cosa que hacer, Mia es mi secretaria a partir de este momento.
La mujer lo miró blanca como papel, a su parecer había librado muy fácil y no se había quedado sin trabajo.
- No señor, yo no puedo ser su secretaria. - lo detuvo la chica rubia.
Boris se pasó la mano por la cara, al fin había encontrado a alguien acorde al puesto de secretaria y esta se negaba.
- Explícate, no creo que sea mejor limpiar baños que trabajar conmigo.
La aún secretaria caminó dos pasos hacia atrás, no estaba muy segura de que lo que su jefe decía fuera verdad, en esos momentos ella preferiría los baños, así que estaba preparada para huir si la otra seguía sin aceptar.
- Señor, yo tengo una niña de seis meses, no puedo viajar o quedarme hasta tarde.
- ¿Una hija?¿Con quien está ahora?
- Con mi tía, mi horario aquí es el de la madrugada para que cuando lleguen los trabajadores todo esté limpio, entonces ella se va a trabajar cuando yo regreso.
- Te pago una guardería o una niñera, lo que prefieras, no vas a viajar y si tienes un trabajo que no puedas dejar a medias te permito llevarlo a tu casa.
Boris no quería perder de vista su mina de oro y si tenía una niña pequeña sabía que nada más que consiguiera otro trabajo se iría, los niños necesitan un dinero que una limpiadora no puede permitirse en muchas ocasiones, y como la guinda del pastel no tendría ni que hacer averiguaciones de ella, si limpiaba en ese piso era porque había pasado el filtro de su seguridad.
- Todo eso estará escrito en tu contrato. - la tentó.
- ¿Acepto?- le contestó casi que con miedo pues no estaba segura de nada.
- Perfecto, vete a tu casa ya y mañana te espero temprano, y lo primero es mi café, sin un buen café en la mañana no soy nadie en esta vida.
llegaron Guilia y Jim a qué su hijo le relaté que fue lo que pasó esa noche que fue y como sucedió hasta llegar a la habitación donde estaba Mia.
Que comience la investigación y que caiga la Livia junto al padre y la madre y también a Franco porque el otro ya lo mandaron al infierno.