Estuve diez años casada con el amor de mí vida, aún sabiendo que el amor de mí vida, amaba a mí hermana.
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Capítulo 16
...Aziel....
¿Quiénes se creen éstos imbéciles para darle flores a mí ex-mujer?
Cuándo vi dicha acción, quise golpearlos a ambos.
Tenía rabia contenida por la revelación del supuesto embarazo de Dakota.
¿Y ahora resulta que hay idiotas detrás de la madre de mí hijo?
No voy a permitirlo.
Aspen siempre ha estado enamorada de mí.
Siempre me ha amado sólo a mí.
Y si algún cabrón cree que puede venir y arrebatarme lo que es mío, está muy equivocado.
Cuando todos entraron al restaurante, aproveché la oportunidad para acercarme a mí mujer.
—Aspen... –Acorté la distancia que nos separaba–. ¿Quiénes son esos tipo? –Indagué, mientras la observaba fijamente–.
Ella retrocedió; pero rápidamente volví a acercarme sin darle la oportunidad de distanciarse de mí.
Ella suspiró profundamente.
—Son los nietos de un amigo. –Comentó sin mirarme–.
No me gustaba que no me mire a los ojos cuando hablábamos.
Tomé su barbilla entre mis manos, obligándola a fijarse en mí.
—No apartes los ojos de mí. –Ordené–.
Ella me observó sorprendida; antes de que hiciera una mueca molesta.
Ahí estaban, aquéllos ojos zafiros que tanto odiaba.
Aquéllos que sólo me recordaban mí error más grande del pasado.
Ahora son los mismos que anhelo ver todos los días.
Acaricié su rostro con delicadeza; ella se estremeció de sorpresa.
Es lógico, nunca antes la había tocado.
Ni una sola vez; excepto por aquélla noche hace diez años atrás.
—Aspen... Dime algo, ¿Me odias?
Ella pensó su respuesta mucho tiempo, antes de finalmente suspirar y apartar mí mano de su rostro.
—No puedo odiar al padre de mí hijo. –Eso fue todo lo que dijo antes de seguir a sus amigos al restaurante–.
El padre de su hijo, eso es lo único que soy para ella.
...Aspen....
Mí fiesta de inauguración fue maravillosa.
Comimos, bebimos, reímos, bailé mucho con el señor Lalo, Gian y mí hijo.
Fue más de lo que pude haber imaginado.
El fin de semana pasó, dando una vez más inicio al lunes.
Comencé a trabajar en mí restaurante.
Contraté unas meseras y, dos ayudantes de cocina.
Porque la chef aquí; soy yo.
Al menos por ahora, porque cuando agrande el local, le cederé ese lugar a otra persona.
Mientras acomodaba unas sillas antes de abrir, escuché la campanita de la puerta.
Levanté la vista y me quedé en shock.
Ahí estaba él, una sombra del pasado; Luke Voinescu.
Caminó hacia mí, con su aura intimidante.
Su cabello rubio bien peinado hacia atrás, rostro estoico. Y ojos zafiros iguales a los míos.
—Aspen. –Habló, con voz ronca, clavando sus ojos en mí–.
Quería echarlo.
Ningún maldito Voinescu tiene la entrada abierta a mí local pero, en lugar de eso, mantuve la calma.
Respiré hondo, cruzándome de brazos.
—Luke. –Comenté en reconocimiento–. ¿Qué haces aquí?
Él observó mí tienda con desdén.
No dijo nada; pero conocía perfectamente aquélla mirada.
Esos ojos penetrantes que te atraviesan el alma, juzgandote en silencio.
Así es cómo él siempre me ha mirado.
—Escuché que abriste una tiendita. –Respondió–. Quería verlo con mis propios ojos.
Fruncí el ceño.
—Ah, que interesante. Pensé que estarías jugando a la familia con tu hermanita perfecta. –Me burlé–.
—Al menos mí hermanita no se mete en la cama de los novios de otras. –Refutó–.
Solté una carcajada.
—No, ella simplemente viene, se compromete con el marido de su hermana. Y, no conforme con eso, le es infiel y se embaraza de un desconocido. —Revelé, con una sonrisa ante la expresión en su rostro–.
—Mentirosa. –Reprochó–. Sólo porque sientas celos de Dakota, no te da derecho a calumniarla de ese modo.
—¿Celos? ¿De una puta? –Solté y la irritación llenó su rostro–. No me hagas reír.
Él dió un paso más cerca de mí, su cuerpo cubrió el mío en cuestión de segundos.
—La única puta aquí, eres tú. –Verbalizó con veneno–.
Tsk... Éste maldito...
—Sí, seré una puta. Pero los únicos hijos de puta siempre han sido ustedes, los impecables y perfectos Voinescu. –Hablé con burla y desdén–. La familia perfecta de la puerta hacia afuera. Pero, de la puerta para adentro son basura.
—Sorpresa, genio, tienes sangre Voinescu en tus venas. Pero estoy dispuesto a quitarte toda esa sangre hasta dejarte seca. –Sus manos fueron a mí cuello, pero no di marcha a atrás–.
—¿En serio, Luke? ¿Vas a matarme sólo porque tu perra hermana te lo ordenó? –Apretó su agarre, haciéndome jadear–.
—Vas a quedar fantástica en un cajón. –Sonrió con cinismo–.
Antes de poder responder; una voz masculina detrás de él; habló.
—Fantástica las patadas que te voy a dar si no sueltas ahora mismo a esa dama.
Luke retrocedió al darse cuenta que había testigos.
Llevé mis manos a mí cuello, acariciando el lugar magullado.
Mis ojos buscaron al hombre que intervino, pero éste se puso delante de mí, protegiendome de mí hermano.
—Vete ahora. –Ordenó con voz gélida y ronca–.
Luke lo observó con odio, antes de verme a mí.
—Éstó no ha terminado. –Soltó, antes de desaparecer por la puerta–.
Al irse, mis rodillas se debilitaron y mis lágrimas comenzaron a caer.
No lo demostré, pero tenía tanto miedo.
Aquél hombre desconocido, se agachó a mí lado; abrazándome.
Luego de unos minutos, cuándo finalmente me calmé, levanté la vista.
Allí me encontré con un hombre de traje, ojos verdes grisáceos, cabello negro como la noche oscura sin luna, expresión estoica.
Me puse de pie, secando mis lágrimas.
—M-Muchas gracias por haberme ayudado... –Murmuré sin mirarlo–.
Él se levantó y caminó fuera de la tienda sin decir una palabra.
Me sentí como una idiota.
Iba a llorar de nuevo, hasta que la puerta se abrió de nuevo, revelando al mismo hombre.
Se acercó a mí, sin decir palabra, tendió una botella de agua y una barra de chocolate hacia mí.
Lo observé con sorpresa y confusión.
Agitó su mano, insitandome a tomar aquéllos objetos.
Finalmente accedí, creí que sería lo último.
Pero me observó intensamente como si estuviera esperando a que comiera el chocolate y bebiera el agua.
Ante la presión; lo hice.
Abrí la barra de chocolate, comiendo un poco.
El sabor inundó mí boca, causándome placer y haciéndome recuperar mí tranquilidad.
Pronto bebí el agua, soltando un suspiro de satisfacción.
Observé al hombre, quien observaba atentamente cada uno de mis movimientos con su rostro inexpresivo.
—Muchas gracias, señor... –Murmuré–.
—Xénorix. –Habló con voz ronca–.
Lo observé con confusión.
—¿Perdón? ¿Qué dijo, señor?
—Mi nombre es Xénorix. Xénorix D'Agostino. –Se presentó–.
Me detuve un momento, analizando sus palabras.
Finalmente; sonreí.
—Aspen D'Oggioni. –Asentí–. Gracias por tu ayuda, Xénorix. –Sonreí–.
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...¡¡Llegó el Rey Xénorix!!...
...¿Qué les pareció el capítulo de hoy? Déjenmelo saber en los comentarios. ;D...
no supo valorar lo que tenía a su lado