"Mi vida cambió en un abrir y cerrar de ojos. Tenía todo lo que siempre había deseado: padres amorosos, una hermana que era mi mejor amiga y un novio que se suponía que me amaba desinteresadamente. Pero un día, al descubrir secretos ocultos que giraban en torno a mí, sentí que el suelo se desvanecía bajo mis pies. ¿Cómo podría haber estado tan ciega?, ¿cómo puede confiar tanto en esas personas?; estos secretos estaban a punto de sacudir los cimientos de mi familia y destruir mi relación."
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Capitulo XVIII Desenfreno
Punto de vista de Kristen
En la recepción de la boda de Irene mi mamá me hizo sentir muy mal, para ella yo todo lo hacía mal, aunque su amada hija estuviera obligando a un hombre a casarse con ella. Pero lo que no me esperaba, era que Gabriel la pusiera en su sitio y me sacara de aquel lugar. Estaba tan agradecida que olvide al chófer y le di un apasionado beso a Gabriel, que despertó el deseo por él. Sé que Gabriel reunió todas sus fuerzas para controlarse y no hacerme el amor en ese mismo momento y de la nada le pidió al chófer que condujera al aeropuerto, no me quiso decir a donde íbamos, y como yo confiaba en el deje que me llevará al fin del mundo si así él lo quería.
Llegamos a una isla privada, ese lugar era mágico, el aire limpio se respiraba llenándome de paz. Nunca imaginé que Gabriel me tuviera preparada una sorpresa tan agradable, me sentía feliz, el corazón me latía rápido, me sentía en un sueño.
Gabriel me sirvió una rica cena, vimos el atardecer, caminamos por la playa y me beso apasionadamente, demostrando todo sus sentimientos en un solo beso. Y sin mencionar todo lo que pasó después teniendo como testigo el vasto cielo junto a la luna y las estrellas. Me hizo descubrir cosas de mí que ni pensaba podía hacer. Me llevo al límite del placer tantas veces que me dejó sin fuerza. Volvimos a la casa pasada la media noche, nos fuimos a la habitación donde dormimos profundamente.
Al despertar no sentí a Gabriel a mi lado, me senté en la cama con mi cabello todo desordenado. Fui al baño para asear mi cuerpo y viendo las marcas que había dejado Gabriel por mi cuerpo, era la primera vez que me las hacía, pero verlas y recordar lo que me hizo sentir cuando me las estaba haciendo, hizo que reviviera la noche anterior. Empecé a pasar el jabón por mi cuerpo imaginando que eran las manos de Gabriel, cerré los ojos para imaginar que él estaba conmigo en la regadera, los deseos de estar nuevamente con él empezaron a surgir y de pronto sentí como me abrazaba por la espalda y pasaba sus manos por todo mi cuerpo, empezó a besar mi cuello haciéndome soltar pequeños gemidos de placer, me puso contra la pared y me hizo suya una vez más. Cada día me hacía más adicta a él y no imaginaba mi vida lejos de Gabriel.
“Cuando tengas deseos de mí; solo llama que con gusto te complazco”, susurro a mi oído.
“Lo tendré pendiente, solo no te alejes mucho”, respondí aún jadeando.
Gabriel me puso frente a frente con él y se adueñó de mi boca. Sentí como nuevamente mis deseos volvieron y me perdí en la pasión una vez más. Me dolía todo el cuerpo, pero el placer que me estaba dando me hacía olvidar el dolor.
Después de terminar nuestro encuentro, me alzó en sus brazos y me dejó sobre la cama, seco mi cuerpo con suavidad para luego colocar una sábana encima de mí. Me quedé dormida al instante, para cuando desperté ya era más de medio día y mi cuerpo me pedía alimento. Vi que Gabriel entraba con una bandeja llena de frutas y comida saludable. No dudé en comer todo eso, moría de hambre después de tanta acción, era lógico. Estaba descuidada cortando un trozo de fruta cuando él coloco sobre la bandeja una pequeña cajita negra, me quedé mirando fijamente la caja, preguntándome si era lo que estaba pensando, digo él me pidió matrimonio, pero aún no me daba un anillo.
La tomé y abrí, para encontrarme con un hermoso anillo de oro blanco con impresiones de diamantes. Vi como agarró el anillo y lo puso en mi dedo. “Este es nuestro sello, con este anillo te reclamo como mía ante el mundo.
Gabriel era algo dramático, pero eso me gustaba de él. Sin pensarlo le dije que si, que era suya solamente y que así sería por el resto de nuestras vidas. Sellamos el momento con un dulce beso y nos quedamos en la cama el resto del día.
El siguiente día fue más tranquilo, nos dedicamos a leer algunos libros y ver el paisaje hasta que llegó la hora de volver a casa. Teníamos trabajo y no podíamos quedarnos más tiempo en ese paraíso.
Volvimos a la ciudad muy felices, Maria nos recibió con agrado, nos sirvió la cena y mientras cenamos hablamos de algunas cosas.
“Quiero que te cases conmigo lo más pronto posible”, dijo Gabriel con seguridad.
“Estoy de acuerdo, ¿qué te parece en tres meses?”, pregunté pensando que era el tiempo justo para preparar una boda.
“Es demasiado tiempo, pienso que el fin de semana sería perfecto”, respondió el despreocupado.
“¿Qué?, es demasiado pronto, nunca estaría a tiempo, los arreglos”, dije sorprendida
“De eso me encargo yo, tú solo encárgate de estar más hermosa para nuestro día”, respondió Gabriel con una voz dominante.
“Está bien amor, como digas”, le respondí con una sonrisa. Para mí el matrimonio solo era una formalidad, pues lo que importaba eran nuestros sentimientos.
Punto de vista de Gabriel
Después de hacerle el amor toda la noche a Kristen salí de la habitación, no quería despertarla, pues le había exigido mucho durante toda la noche. Sabía que en ella había una gran pasión y me lo demostró la noche anterior. Le dejé algunas marcas en su blanca y suave piel, no pude controlar esa parte salvaje de mí, y ver cómo lo disfrutaba cuando lo hacía me llenaba más de deseos.
Volví a la habitación pasada la media mañana y no encontré a Kristen en la cama, escuché la regadera y me asomé par asegurarme de que estuviera bien, pero me sorprendió ver cómo pasaba el jabón por su cuerpo con tanta sensualidad que no pude resistirme, así que me quite la ropa y entre con ella a la regadera donde la volví a hacer mía, está mujer me estaba volviendo loco y ya no podía no quería estar lejos de ella. Una vez terminamos la llevé hasta la cama, sabía que le había exigido más de la cuenta. La sequé con delicadeza viendo las marcas en su cuerpo de mi descontrol, por un momento me sentí como un salvaje, pero al recordar como ella lo disfruto me sentí más relajado. La dejé dormir mientras le preparaba un delicioso y nutritivo almuerzo, tenía que recuperar fuerzas y que mejor que alimentarse bien.