- No eres más que una pobre omega - le dice con desdén la novia de su amigo de infancia...
Amelie lleva años soportando malos tratos y burlas indiscriminadas de parte del grupo de amigos de Armand.
Su abuela Selene lo pondrá en jaque cuando casi la pierda.
¿Podrá demostrar su valía, pese a ser una omega?
¿O el destino le tendrá preparado algo más?
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Los prisioneros y el perdón.
Con la muerte de los líderes del grupo de renegados, estos quedaron mucho más vulnerables de lo que ya son. Un lobo sin manada, es un lobo débil.
- Los que quedaron serán llevados a los calabozos, luego recibirán juicio. - exclamó Antonietta.
Quedaron cerca de 20 renegados, no por nada, Lune de Sang era la gran manada, temida por sus alfas y guerreros implacables.
- Debo irme, tu mamá debe estar histérica, ya sabes cómo es. - habla con su habitual tono despreocupado, Antoine.
- Está bien papá, yo me quedaré para terminar este asunto. - la alfa miró a los prisioneros que estaban de rodillas. - Llévenlos pronto a los calabozos, ¿Loana, crees que puedes abrir un portal para llevarlos más rápido?
- Por supuesto que sí.
La bruja abrió un portal, los prisioneros fueron llevados a los calabozos. Al día siguiente serían ejecutados, no podían dejar enemigos vivos.
Antonietta se viró para mirar a Marion que también estaba llena de sangre, pues había luchado para defender el territorio donde nació y creció.
- Eres increíble Marion, mira que juntarte con esa loca. - le dice un tanto divertida por la situación.
- No tenía ni idea de sus planes, sé que actué caprichosa con referencia a la relación de Armand y la Omega, pero jamás traicionaría a mi manada, así haya sido expulsada. Además, debo agradecer, pues por esa razón encontré a mi mate.
Todos quedaron sorprendidos, esa loba tonta estaba tan obsesionada con Armand, que jamás se le dio por salir a buscar afuera, lo que jamás encontró dentro de la manada.
Sí, era un humano, quizás no fuerte como un lobo, pero era suyo y ella lo quería para ella. Al marcarlo, de cierta manera él adquiriría fuerza y habilidades lobunas, solo debía entrenarlo para que sea apto.
- Marion Becker, por haber demostrando fidelidad a tu manada, pese a que fuiste expulsada, yo, Antonietta Dumont, alfa de alfas, te concedo el perdón y la gracia de poder regresar con los tuyos.
Marion se dejó caer de rodillas y las lágrimas de felicidad abundaron, ella no quería ser una renegada. No, definitivamente no, ella amaba estar con sus padres.
El rubio se acercó a ellas, una vez salió del lugar donde se mantenía oculto. Llegó hasta donde estaba esa linda rubia que lo tenía impresionado. Se puso de rodillas y la abrazó, quería protegerla, era una nueva necesidad.
- ¿Y tú quién eres, humano? - preguntó la alfa.
- Soy Pierre Lambert. - contestó el rubio, colocándose de pie.
- Él... él es... mi destinado. - dijo hipeando Marion.
El rubio la miró un poco confundido por los términos, no estaba familiarizado. Él estaba en esa vía rural porque ese año estaba recorriendo Francia en su motocicleta, antes de ingresar a trabajar en la empresa de sus padres.
- Bueno, ya que tienes a tu destinado contigo, espero que por fin te olvides de mi hermano.
- Créeme que no lo recuerdo hace más de 6 horas, desde que vi a mi destinado.
Todos los presentes rieron por la sinceridad de la loba.
- Bien, creo que debemos regresar a la manada para que los heridos se curen. - Los lobos que estaban en buen estado, subieron a sus lomos a aquellos que estaban heridos. Marion subió a la motocicleta con Pierre, quien condujo rumbo a la manada, guiado por la loba negra y el lobo blanco.
En cuanto llegaron, encontraron a los que se habían resguardado en los refugios ya afuera. Los padres de Marion en cuanto la vieron, corrieron a su encuentro, todo era besos, risas y abrazos entre ellos. Ella les presentó a su mate, él estaba un tanto nervioso, no entendía ese mundo, pero no se veían peligrosos, todo lo contrario, lo recibieron con cariño.