Un amor que se enfrenta a problemas, desafíos, barreras. Un amor entre una bailarina y un multimillonario.
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Capítulo 11: Entre Sombras y Luces
La mañana siguiente al estreno fue un contraste absoluto con la intensidad de la noche anterior. Nia despertó con una sensación de calma inusual, como si el mundo estuviera en pausa para darle un respiro. Los rayos de sol se filtraban tímidamente a través de las cortinas de su habitación, y por un momento, se permitió quedarse allí, envuelta en la tibieza de sus sábanas, repasando los acontecimientos de la noche anterior.
El recuerdo de Ethan y sus palabras seguía fresco en su mente, como un eco que resonaba con fuerza. “Eres el orden que nunca supe que estaba buscando.” Suspiró, llevándose una mano al pecho. Había algo tan genuino en él, tan distinto al mundo de máscaras y perfección superficial al que ella estaba acostumbrada en el mundo de la danza.
Decidió levantarse. Tenía el día libre, un lujo que rara vez se permitía, y no pensaba desaprovecharlo. Justo cuando terminaba de preparar su café, su teléfono vibró sobre la encimera. Era un mensaje de Ethan.
> “Espero no interrumpir tu mañana. ¿Te gustaría desayunar conmigo? Tengo una sorpresa para ti.”
Nia sonrió, su corazón acelerándose ligeramente. No podía negar que le encantaba la manera en que él encontraba formas de incluirla en su vida, a pesar de la evidente diferencia entre sus mundos.
> “Me encantaría. Dime dónde y cuándo.”
Minutos después, recibió la dirección de un pequeño café en una esquina tranquila de la ciudad, lejos de las calles concurridas y los lugares lujosos que solía imaginar como el hábitat natural de Ethan. Intrigada, se preparó rápidamente y salió de su apartamento con una ligera brisa de emoción rodeándola.
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Cuando llegó al café, Ethan ya estaba allí, sentado en una mesa junto a una ventana que ofrecía una vista pintoresca de un parque cercano. Vestía ropa casual, algo que Nia no había visto antes en él, y tenía un aire relajado que contrastaba con su habitual imagen impecable.
—Puntual como siempre —dijo él al verla, poniéndose de pie para saludarla.
—Y tú siempre tan elegante, incluso cuando intentas ser casual —respondió Nia, con una sonrisa divertida.
Él rio suavemente, invitándola a sentarse. Unos minutos después, mientras compartían una charla ligera sobre el estreno y los nervios previos, Ethan sacó un pequeño paquete envuelto en papel kraft y lo colocó frente a ella.
—¿Qué es esto? —preguntó, arqueando una ceja con curiosidad.
—Ábrelo —dijo, apoyándose en la silla con una expresión expectante.
Nia deshizo con cuidado el envoltorio y encontró dentro un cuaderno de tapa dura. Al abrirlo, se dio cuenta de que no era un cuaderno cualquiera; era un diario lleno de citas, bocetos y notas sobre danza. Cada página parecía cuidadosamente curada, como si hubiera sido diseñada especialmente para ella.
—Lo encontré en una pequeña tienda de antigüedades hace unos días —explicó Ethan—. Pensé en ti al instante. Cada palabra, cada dibujo, me recordó lo apasionada que eres por lo que haces.
Nia sintió un nudo en la garganta. Nunca nadie había hecho algo tan personal por ella. Pasó los dedos por las páginas, deteniéndose en una cita que decía: “Bailar es como soñar con los pies.”
—Es perfecto, Ethan —susurró, alzando la vista hacia él—. Gracias.
—Tú mereces esto y más —respondió con suavidad.
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La conversación fluyó entre ellos con la misma naturalidad que la primera vez que se conocieron. Sin embargo, mientras Ethan hablaba sobre su día, Nia no pudo evitar notar algo distinto en su mirada, una sombra que parecía esconderse detrás de su sonrisa. Había algo que él no decía, algo que parecía pesarle, aunque intentara ocultarlo.
Finalmente, mientras caminaban juntos por el parque cercano al café, ella decidió abordar el tema.
—Ethan, ¿todo está bien? —preguntó, deteniéndose bajo la sombra de un roble.
Él la miró por un momento, como si estuviera debatiéndose entre confesar lo que fuera que lo preocupaba o seguir fingiendo que todo estaba en orden. Finalmente, suspiró.
—No quería arruinar este momento, pero creo que mereces saberlo —dijo, pasándose una mano por el cabello—. Estoy enfrentando una situación complicada en mi empresa. Hay un proyecto que, si no sale bien, podría tener repercusiones graves. Y la verdad es que… me ha estado quitando el sueño.
Nia lo miró con preocupación, pero también con admiración. No era fácil para alguien como Ethan, acostumbrado a proyectar fuerza y éxito, admitir sus vulnerabilidades.
—Ethan, no tienes que enfrentarlo solo —dijo, dando un paso hacia él—. Sé que no puedo resolver tus problemas, pero estoy aquí para ti, para escucharte. A veces, solo decir las cosas en voz alta ayuda.
Él sonrió, tomando su mano con gratitud.
—Eres increíble, Nia. De verdad. No sé cómo lo haces, pero logras que todo parezca más fácil.
—No lo es —respondió ella, apretando su mano con firmeza—. Pero juntos, podemos con esto.
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Esa tarde, Ethan la llevó a su oficina, un rascacielos que dominaba el horizonte de la ciudad. Era un mundo completamente distinto al que Nia conocía, lleno de corredores impecables, gente trajeada y tecnología de última generación. Sin embargo, ella no se dejó intimidar. Estaba decidida a ser una presencia de apoyo en la vida de Ethan, así como él lo había sido en la suya.
Mientras él la guiaba por el lugar, explicándole algunos de los desafíos que enfrentaba, Nia no pudo evitar maravillarse ante la pasión con la que hablaba. Era claro que Ethan no solo era exitoso por su inteligencia, sino también por su dedicación.
—Este es mi mundo —dijo finalmente, llevándola a su oficina, una habitación amplia con enormes ventanales que ofrecían una vista impresionante de la ciudad—. Y aunque a veces puede ser abrumador, también es lo que amo hacer.
—Lo entiendo —respondió ella, acercándose a los ventanales—. Es como la danza para mí. Puede ser agotador, incluso doloroso, pero no puedo imaginar mi vida sin ella.
Ethan se acercó a ella, colocándose a su lado.
—Creo que eso es lo que más admiro de ti, Nia. Tu capacidad de entregarte completamente a lo que amas, sin importar el costo.
Ella lo miró, sonriendo con ternura.
—Es algo que tenemos en común, Ethan. Y es por eso que sé que superarás esto. Porque no eres alguien que se rinda.
Por un momento, el tiempo pareció detenerse mientras sus miradas se encontraban. Luego, Ethan extendió una mano hacia ella, invitándola a acercarse.
—Gracias por estar aquí —dijo en voz baja—. No tienes idea de lo que significa para mí.
Nia tomó su mano, sintiendo cómo la conexión entre ellos se fortalecía aún más.
—Siempre estaré aquí, Ethan —respondió—. Pase lo que pase.
Y en ese momento, mientras el sol comenzaba a ocultarse tras el horizonte, ambos supieron que no importaba lo incierto del camino que tenían por delante. Juntos, podrían enfrentarlo todo.