En un mundo de apariencias perfectas, Marina creía tenerlo todo: un matrimonio sólido, una vida de ensueño y una rutina sin sobresaltos en el exclusivo vecindario de La Arboleda. Pero cuando una serie de mentiras y comportamientos extraños la llevan a descubrir la verdad sobre Nicolás, su esposo, su vida se desmorona de manera inimaginable.
El amor, la traición y un secreto desgarrador se entrelazan en esta historia llena de misterio y suspenso.
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La sombra que persiste
El aire se sentía denso, cargado con una energía que Marina no podía identificar. Estaba de pie en un paisaje donde la realidad se desdibujaba: los colores vibraban y el horizonte parecía un espejo fracturado que reflejaba momentos de su vida. En el centro de todo, estaba él: el hombre que había aparecido en sus sueños.
Su presencia, ahora, era más sólida que nunca. Vestía una túnica oscura que parecía absorber la luz, y sus ojos, antes ocultos en sombras, brillaban con un destello plateado que le resultaba perturbadoramente familiar.
—Marina, has llegado al final, —dijo él, su voz resonando como un eco que surgía desde el centro del universo.
Ella lo observó con cautela, su corazón latiendo con fuerza.
—¿Quién eres realmente?
El hombre sonrió, pero había tristeza en su expresión.
—Soy ambas cosas: tu guía y tu cárcel. Tu salvación y tu condena.
Marina dio un paso hacia él, sus pies hundiéndose en el suelo que parecía hecho de arena y agua.
—¿Por qué yo? ¿Por qué nosotros? —preguntó con desesperación.
El hombre alzó la mano, y con un simple gesto, el paisaje cambió. Ahora estaban en una habitación luminosa, rodeados de imágenes flotantes: fragmentos de recuerdos, no solo de Marina, sino también de Nicolás y Samuel. Momentos de amor, traición y pérdida se proyectaban en el aire.
—Esto no comenzó contigo, Marina. Ni con ellos. Ustedes son solo los últimos en un ciclo que lleva siglos repitiéndose.
Ella frunció el ceño, confundida.
—¿Ciclo? ¿Qué ciclo?
El hombre extendió la mano, y una imagen apareció entre ellos: un relicario, brillante y antiguo.
—El relicario no es solo un objeto. Es un vínculo. Cada generación, encuentra almas conectadas por un amor que desafía la lógica y un destino que los obliga a destruirse.
Marina sintió un nudo en el estómago.
—Entonces, ¿esto nunca se detendrá?
El hombre la miró fijamente.
—Puede detenerse. Pero solo si estás dispuesta a hacer el sacrificio final.
Mientras tanto: Nicolás y Samuel
Nicolás y Samuel habían abandonado la cabaña, siguiendo un rastro inexplicable que parecía guiarlos hacia un lugar que no entendían pero que sentían que debían encontrar.
—¿De verdad crees que ella está aquí? —preguntó Samuel, su voz cargada de incredulidad.
—No sé dónde está, —respondió Nicolás mientras apartaba ramas del camino. —Pero sé que no podemos ignorarlo. Hay algo que nos llama, algo que no podemos dejar pasar.
De repente, el bosque que los rodeaba comenzó a cambiar. Los árboles parecían más altos, más oscuros, y las sombras se movían como si estuvieran vivas. Un viento frío los envolvió, y ambos se detuvieron.
—¿Sientes eso? —preguntó Samuel, mirando a su alrededor con los ojos muy abiertos.
Nicolás asintió.
—Ella está cerca.
La revelación final
Marina observó al hombre, tratando de descifrar el enigma que lo envolvía.
—¿Qué sacrificio?
El hombre la miró con una mezcla de compasión y gravedad.
—Para romper el ciclo, debes destruir lo que más amas.
Ella sintió que el aire abandonaba sus pulmones.
—¿Nicolás? ¿Samuel?
El hombre negó con la cabeza lentamente.
—No, Marina. Ellos son piezas en el tablero, al igual que tú. Lo que más amas es tu conexión con este mundo, tu esencia como ser humano. Si eliges liberarlos, dejarás de existir. No solo en esta vida, sino en todas.
Marina retrocedió un paso, su mente girando en un torbellino de pensamientos.
—¿Y si no lo hago?
El hombre bajó la mirada.
—El ciclo continuará. Y los que vengan después sufrirán como ustedes.
Un silencio tenso llenó el espacio. Marina cerró los ojos, recordando momentos de su vida: risas con Nicolás, las promesas hechas en la oscuridad; la mirada de Samuel cuando la verdad los destrozó a ambos.
Finalmente, habló, con la voz quebrada pero decidida.
—Dime qué tengo que hacer.
El reencuentro
Nicolás y Samuel llegaron a un claro en el bosque donde la realidad parecía haberse roto. En el centro, Marina estaba de pie frente al hombre, rodeada de luces y sombras que giraban a su alrededor.
—¡Marina! —gritó Nicolás, corriendo hacia ella.
Ella lo miró con lágrimas en los ojos, pero no se movió.
—Nicolás… Samuel…
Samuel, que había quedado rezagado, llegó junto a ellos, su expresión una mezcla de miedo y confusión.
—¿Qué está pasando aquí?
El hombre dio un paso adelante, mirándolos con calma.
—Están a punto de ser liberados.
Nicolás se giró hacia Marina.
—¿Qué significa eso?
Ella tomó su mano, temblando.
—Significa que esto termina aquí, Nicolás. Todo.
Samuel los observó, alarmado.
—¿Qué estás diciendo?
Marina lo miró, sus ojos llenos de tristeza.
—Tengo que romper el ciclo. Pero para hacerlo… debo desaparecer.
Nicolás negó con la cabeza violentamente.
—No. No puedes hacer esto. ¡Debe haber otra manera!
El hombre intervino, su voz firme.
—No hay otra manera.
Samuel dio un paso hacia él, furioso.
—¿Quién demonios eres tú para decidir eso?
El hombre lo miró con una serenidad inquietante.
—No soy quien lo decide. Ella lo hace.
El sacrificio
Marina soltó la mano de Nicolás, mirándolo con una mezcla de amor y resignación.
—Siempre te amaré, —susurró.
Antes de que él pudiera responder, ella se giró hacia el hombre.
—Hazlo.
El hombre alzó la mano, y un resplandor envolvió a Marina. Nicolás intentó alcanzarla, pero una barrera invisible lo detuvo.
—¡No! ¡Marina!
Samuel también intentó avanzar, pero el resplandor se hizo más intenso, cegándolos a ambos.
Cuando la luz se desvaneció, Marina ya no estaba.
El relicario, que había aparecido flotando en el aire, cayó al suelo y se desintegró en polvo.
El hombre se volvió hacia ellos, su rostro ahora lleno de un cansancio inexplicable.
—Está hecho.
Y con esas palabras, desapareció.
El nuevo comienzo
Nicolás y Samuel se encontraron de pie en el claro, pero el bosque había vuelto a la normalidad. Todo estaba en calma.
—¿Dónde está Marina? —preguntó Samuel, su voz rota.
Nicolás miró el lugar donde ella había estado.
—Ella… nos salvó.
Samuel cerró los ojos, tratando de contener las lágrimas.
—¿Y ahora qué?
Nicolás respiró profundamente, sintiendo por primera vez en mucho tiempo que algo había cambiado.
—Ahora vivimos. Por ella.
En algún lugar más allá del tiempo y el espacio, Marina abrió los ojos. Estaba rodeada de una luz cálida, y aunque ya no sentía el peso de su cuerpo, sabía que había hecho lo correcto.
Una figura apareció junto a ella: el hombre, pero ahora con una expresión tranquila.
—¿Valió la pena? —preguntó él.
Marina sonrió, mirando hacia el horizonte infinito.
—Sí.
Y así, el ciclo finalmente se rompió.
FIN...