La Princesa Y El Rey De Wall Street

Khalil se dirigía a la habitación de Mariana cuando se cruzó con Amira.— Está dormida, la doctora le dio un sedante. ¿ Qué va a pasar con ella?, pregunto Amira.

— Mañana me reuniré con el padre de ese desgraciado y arreglaré su divorcio.

— El matrimonio no fue consumado, no pudo abusar de ella.

— Malek se agarró a los golpes con él, parece que ofendió a Mariana a causa de los pecados de Rosse. Ve a descansar ire ver a mi hija.

Khalil se sentó en el sofá junto a la cama le dolió en el alma ver el rostro demacrado de su dulce Mariana, le había fallado había permitido que la lastimaran. Khalil la observó en silencio hasta que se quedó dormido.

Amira ingresó a la habitación y vio a su esposo, tomó una manta y lo cubrió. Observó el rostro de su hija, extendió su mano y apago la luz.

Los gritos de Mariana despertaron a Khalil, él se puso de pie y encendió la luz se acercó a ella.

— Hija despierta, tranquila estas en tu casa exclamó Khalil.– Estás en tu cama.

— ¡Papá!.

Khalil le acarició el cabello y Mariana se arrojó a sus brazos. El olor de su padre era reconfortante. —Tranquila hija, todo estará bien lo solucionare exclamó Khalil.

Los consejeros se reunieron con Khalil, Rosse había desatado un escándalo por aparecer desnuda en un video musical junto a otras mujeres.

— Entiendo que es su hija y su deber es protegerla, pero lo mejor es declarar que la joven abandono a la familia y quitarle el titulo de Princesa.— Con respecto a la Princesa Mariana, la familia exige que su hija regrese, aunque sea su hija la Princesa es una Al-Sabah.

— No dejaré a mi preciada hija en manos de ese animal y su familia.

— El joven sigue inconsciente, ellos reclaman que la joven sea de vuelta y no aceptan un divorcio. Mucho me temo que no tendrá otra opción, entiendo su postura como su padre, pero usted conoce la ley y el rey no esta por encima de la ley.

 Khalil se reunió con el padre de Nasser...

Amira estaba nerviosa, lo ocurrido con Mariana removía viejos recuerdos en ella y finalmente Khalil ingreso en la sala, realizo un movimiento de mano para que los empleados se retiraran. Se dirigió al bar no solía beber alcohol, pero ese día lo necesitaba.

— ¿ Qué está pasando?, pregunto ella.

— Exigen su regreso, se negaron a llegar a un acuerdo y disolver el matrimonio.

— ¡Khalil!, exclamó Amira.

— Mi hija fue devuelta.— espetó Khalil furioso, era un insulto a su honor, a su familia y él había tenido que tragarse esa humillación con tal de proteger a su hija de esos desgraciados.–Amira abrazó a su esposo esa era una mancha a la reputación y honor de Mariana y la familia.- Solo liberarían a Mariana siendo devuelta, tuve que aceptar, no iba a dejar a nuestra hija en mano de ellos. Por Omar sabía que Nasser se encontraba al borde de la muerte. – Mariana es fuerte podrá soportarlo mi hija se recuperará.

El escándalo estalló como una tormenta de arena en toda la nación. Que una esposa fuera devuelta la misma noche de bodas era una deshonra inimaginable, una marca indeleble sobre su reputación y la de su familia, pero si la mujer en cuestión era la hija del rey era lo peor que podía pasar, porque era una mancha sobre toda la nación.

Las habladurías se extendieron con rapidez: ¿Qué había hecho la princesa para ser rechazada por su esposo?, seria que al igual que su hermana, ¿Mariana era una mujer disoluta?.

Las murmuraciones se colaban en cada rincón del palacio, en los pasillos, en los jardines, entre los sirvientes, los consejeros.

Mariana, encerrada en sus aposentos, sentía el peso de aquellas miradas invisibles, de los cuchicheos que, aunque no los escuchara directamente, resonaban en su mente. Sabía lo que todos estaban diciendo. La vergüenza se pegaba a su piel como una segunda piel, sofocándola.

Su madre había entrado a verla ,Amira fiel a su estilo, había mantenido la compostura, pero su mirada estaba cargada de preocupación.

—Es mi culpa… —susurró Mariana —.

—Por supuesto que no—insistió su madre, sentándose junto a ella—. ¿Como va a ser tu culpa que el te agrediera?.

—No reaccione bien—respondió Mariana, con la voz rota—. Él hablo mal de Rosse y luego dijo que había escuchado en el hospital el rumor de que yo había estado con Kamal. Debi ser sincera.

Amira negó con la cabeza. Ese rumor no era posible que estuviera corriendo, cuando había un rumor los primeros en enterarse eran ellos, si Nasser lo escucho fue por otra persona.

La familia de Nasser no había dicho nada públicamente, pero su silencio era un arma más poderosa que cualquier acusación. No necesitaba decir que ella le había fallado; la sociedad ya había decidido que si él la había devuelto, entonces ella debía ser culpable de algo.

Mariana sintió que su pecho se apretaba, era la angustia consumiéndola.

La puerta de la oficina de Khalil se abrió de golpe y Jalil entró con expresión sombría.

—Las cosas están empeorando —anunció con frialdad—. Los rumores son cada vez más fuertes. La gente dice que Nasser la encontró con otro hombre.

La reputación de su hija estaba arruinada y la única responsable era Rosse.

— Qué demonios pasa con tus hombres Omar, quiero que encuentren a Rosse exclamó Khalil furioso.

— Ya saben donde trabaja en cuanto la tengan nos avisaran exclamó Omar.

Mariana sintió que su mundo se desmoronaba aún más. Había creído que el peor momento había sido cuando Nasser la había atacado en su noche de bodas, pero había sido devuelta y su honor estaba arruinado.

Esa noche el viento rugía con furia, arrastrando consigo la arena que cubría la ciudad como un velo de muerte. Las calles de Raleigh eran un caos de escombros, gritos y desesperación. La tormenta había golpeado sin piedad, dejando a su paso destrucción y desolación.

Desde las ventanas del palacio, Mariana observaba el desastre. Las imágenes en los medios de comunicación eran desoladoras. Vio a la gente corriendo en busca de refugio, a los niños llorando en los brazos de sus madres, a los hombres intentando despejar los caminos bloqueados por escombros. La tragedia era real, palpable, y en ese instante, algo dentro de ella cambió.

Se negó a seguir encerrada, consumida por su propia desgracia, mientras su pueblo sufría.

Con paso firme, decidio abandonar la auto compasión un estado que en el había estado envuelta desde su regreso y se vistió con ropas sencillas, adecuadas para moverse con facilidad. Su madre y Jalil intentaron detenerla, pero su mirada era inquebrantable.

—No voy a quedarme aquí, escondida como si tuviera algo que temer —declaró—. Si alguien debe ocultarse, es quien me ha difamado, no yo, soy médico y mi deber está en la calle, como era de esperar salió acompañada de Karem y otros guardias.

El viento aún arrastraba nubes de arena, dificultando la visión, pero Mariana no se detuvo. Caminó entre los escombros, ayudando a quienes podía. Una mujer anciana estaba atrapada bajo los restos de su puesto de mercado; Mariana se arrodilló a su lado y llamó a dos hombres para ayudarla a sacarla. Más adelante, un niño estaba perdido y llorando; lo tomó en brazos y buscó a su familia.

No era la princesa deshonrada que murmuraban a sus espaldas. Era una mujer que no se rendiría, que tenia la frente en alto por que nunca había abandonado los preceptos de Dios y su pueblo.

Y si la familia de Nasser creía que la destruirían, pronto se daría cuenta de que estaba equivocado.

Mariana llevaba horas atendiendo a los heridos. Sus manos estaban cubiertas de sangre y arena, su vestido empolvado, pero no se detuvo. La necesidad era enorme y el sufrimiento de su pueblo pesaba más que el suyo propio.

Sin embargo, mientras vendaba a un hombre con el brazo roto, sintió que el ambiente cambió. Voces enardecidas comenzaron a alzarse entre la multitud. Miró hacia un lado y vio a un grupo de hombres avanzando con expresión furiosa.

—¡No mereces estar aquí! —gritó uno.

—¡Deshonraste a tu esposo y a toda la nación! —vociferó otro.

—¡ Eres la culpable del castigo de Dios cayera sobre nosotros!, exclamó otro culpando a los pecados de Mariana por la tormenta.

El primero en lanzar una piedra fue un joven con los ojos encendidos de fanatismo. La piedra impactó en el hombro de Mariana, haciéndola tambalearse. El dolor la sorprendió, pero antes de que pudiera reaccionar, otra piedra la golpeó en la cabeza.

La multitud estaba fuera de control.

De repente, un cuerpo sólido se interpuso entre ella y los proyectiles. Karem, su fiel guardia, la cubrió con su cuerpo, soportando los golpes sin moverse.

—¡Basta! —rugió con furia, la voz de Karem resonando por encima del tumulto—. ¡Se atreven a levantar la mano contra su propia princesa! .

Pero los hombres estaban cegados por la ira, por los rumores, por la idea de que una mujer podía ser devuelta en su noche de bodas y seguir caminando con la cabeza en alto.

Karem no esperó más. Con un movimiento rápido, les apunto con el arma.

—¡Retrocedan o juro que no dudarémos en hacer justicia!

Su voz tenía la autoridad de un verdadero soldado. Los agresores dudaron, pero el miedo comenzó a imponerse. Unos cuantos retrocedieron, otros intercambiaron miradas incómodas. Nadie quería desafiar a los guardias reales.

Aprovechando la confusión, Karem tomó a Mariana por la muñeca y la llevó lejos de la multitud.

—No puede quedarse aquí, es peligroso —dijo con urgencia. Estan dispuesto a matarla.

Ella lo miró y asintió había perdido el respeto del pueblo, el propio...La noticia llegó rápidamente al palacio...