Entre La Razón Y La Piel

~ Allison

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Contemplé directamente a Liam ante la propuesta de invitación que me hizo Camile. Esta vez no eran ideas mías, él estaba notoriamente tenso ante mi persona, podía darme cuenta incluso si sólo sostenía una expresión neutral y relajada. O eso creía él, no era necesario ser un experto en expresión corporal porque su mirada estaba fija en el piso, evitando a toda costa cruzarse con la mía.

—Claro —respondí, buscando deliberadamente añadir algo más a su atmósfera tensa.

Quería ver su reacción, me senté con una amabilidad burlona, a sabiendas de lo que ocasionaría en él en cuanto me uniera a ellos. Sabía que no se levantaría para evadir la situación, no tendría más opción que quedar atrapado en su propia incomodidad, de lo contrario dejaría las cosas demasiado obvias para mí.

Camile igualmente era bastante perceptiva, y notó lo mismo que yo en su comportamiento, así que no tardó en hacérselo saber.

—Liam. ¿Estás bien? —le preguntó con un tono suave, ladeando la cabeza.

—Sí, ¿por qué? —respondió apresuradamente, como si las palabras hubieran salido antes de pensar.

—No lo sé, es que te siento… algo raro, creo. —Camile no se conformó con su respuesta y pasó a tantear su frente—. Oye, ¿tienes fiebre?

¿Qué? ¿Su cuerpo todavía estaba caliente? ¿Sería posible que mi sola presencia lo provocaba de esa manera? Tuve que haber sido una experta en mi performance en ese momento porque Camile no se fijó en lo mucho que quería reírme de eso, en cambio permanecí inexpresiva desbordándome por todo lo que sucedía entre líneas.

—Estoy... bien. No es nada —respondió en tono cortante.

Sin embargo, ella no quería dejarlo pasar, haciéndolo más insoportable para él.

—Parece febrícula. Deberías ir al tópico por si te sube más la temperatura. Quizá es por eso que no estabas concentrándote mucho en tus clases —sugirió ella, que parecía realmente preocupada y estaba convencida de su diagnóstico.

Una parte de mí se preguntó si ella habría reaccionado de la misma forma y compartido mi humor al saber la verdad detrás de su malestar. ¿Qué opinaría de la foto que guardé como recuerdo? Aunque, sabiendo que siempre estaba en contra de nuestras discusiones, habría desaprobado mi comportamiento y seguramente incluso le habría decepcionado.

Y, espera. ¿Qué era lo que había dicho sobre la concentración de Liam? ¿En verdad lo había dejado tan tocado para que su mente tuviera conflictos de atención?

—Solo necesito descansar —contestó él, de nuevo tajante y con un dejo de fastidio, queriendo ponerle fin a esta intervención de la que tanto estaba gozando.

—Ya, Liam —intervine—. Dinos qué es lo que te pasa —apoyé el mentón en mis manos, atenta a su respuesta.

El leve cierre forzado de sus ojos, de apenas unos segundos, me dijo mucho. También estaba apretando la mandíbula. Inequívocamente, sé que estaba tratando de maldecirme por telepatía.

—Ya dije que solo necesito descansar —respondió, ahora más serio que antes. Razonable, estaba siendo incapaz de contenerse.

—Por cierto, no te vi en la clase hoy —dije, aprovechando para hincar en la herida—, ¿dónde andabas, eh?

Fingir ignorancia, mi nuevo pasatiempo para arruinarle el día.

—No estaba de humor para asistir —habló con la mayor indiferencia que pudo reunir.

A Camile no le convenció la respuesta que había dado, pero no dijo nada más. Yo, por otro lado, continuaba regocijándome en el interior por toda la tensión que él desprendía, preguntándome cuánto más tardaría el efecto. Lo disfrutaría mientras durara.

…………….

Al final de todo, el tiempo me respondió aquella interrogante. Porque transcurriendo dos semanas a partir de entonces, me di cuenta de que Liam parecía inmunizarse. Como si estuviera blindado, cada vez le importaba menos lo que había pasado ese día. Dejó de ser divertido muy pronto, toda mi diversión se desinfló.

Yo no sabía si era que en verdad lo había olvidado o que había construido una coraza a su alrededor al evadirme casi completamente. Para castigo mío, con su creciente distancia, se había llevado a Camile, no sé si de forma intencional, pero ella cada vez me prestaba menos atención, tanto en persona como por mensaje.

Todas mis dudas fueron resueltas al terminar la época de los exámenes parciales. Cuando me asignaron el registro de las calificaciones para traspasarlas al sistema, no imaginaba lo que iba a descubrir.

Ese día tenía mucho trabajo por corregir para el doctor Morales, y estaba mirando con pereza la pila de prácticas escritas y el sistema de notas por completar en la pantalla del computador, sintiéndome fatigada, cuando de repente mi estado de ánimo fluctuó a uno de alerta al llegar al examen de Liam. El papel estaba lleno de taches, y mi vista se paseó por todas las preguntas hasta llegar al gran número que abarcaba una buena parte de la esquina derecha en la hoja: un rojo.

Mis ojos se abrieron más al entender lo que significaba eso, no solo estaba más bajo a lo que él estaba acostumbrado, era mucho peor; había reprobado. No exageré mi reacción sino hasta comprobar que estaba pasando lo mismo con el curso de Baudelaire –y quién sabe cuántos más que no estaban a mi alcance–. Este no era un reprobado, pero sí era una calificación muy baja comparada con las notas destacadas que siempre tenía con ella.

Me recosté en la silla con el examen de Liam aún en la mano, como si estuviera sosteniendo un trofeo. Fui incapaz de dejar de contemplarlo mientras me cuestionaba si sería posible que yo fuera la causante de toda esta maravilla que tenía frente a mí.