Tres años después de la tercera guerra heroica, el mundo ha cambiado demasiado, pero a pesar del cambio, dos personas crearon algo que va a ocasionar la mayor batalla de la historia. Los chicos cambiaron físicamente y mental mente, ahora ellos van a enfrentar una pelea seria.
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La nuevas reclutas
Nicole y Figueroa se pusieron el uniforme que les habían asignado: una camisa blanca y una falda azul, complementadas con un chaleco verde. Al verse en el espejo, notaron cómo el uniforme contrastaba con su estilo habitual. Algunos trabajadores del lugar se acercaron y les sugirieron que se quitaran el mechón rojo de su cabello, pero ambas se negaron rotundamente. De inmediato, sintieron las miradas de desaprobación y el resentimiento en los rostros de los demás empleados.
Sin prestar más atención a la hostilidad del ambiente, avanzaron por un pasillo largo y bien iluminado. A medida que caminaban, no pudieron evitar maravillarse con la arquitectura del sitio. Todo tenía un aire futurista, con estructuras flotantes y paredes de cristal que dejaban ver el exterior. Nicole se detuvo unos segundos para mirar por una de las ventanas y quedó impactada: el lugar entero estaba suspendido en el aire, y debajo de ellos se extendía un vasto prisma de colores interdimensionales que parecían expandirse y contraerse en patrones hipnóticos.
Antes de que pudiera analizarlo más, una voz las llamó. Niki las estaba esperando. Las chicas avanzaron con cautela y, en el trayecto, notaron la presencia de un hombre que las observaba con una mirada afilada. Alto, con el cabello crespo y una cicatriz en el brazo, irradiaba una energía intimidante. Sin embargo, no se detuvieron a analizarlo más. Entraron a la sala donde Niki ya las esperaba con un proyector encendido.
—Bien, siéntense —ordenó Niki con tono serio—. Les explicaré todo sobre los Xtreme Tiempos.
Las chicas se acomodaron en sus asientos y escucharon con atención.
—Nuestra organización nació después de la guerra multiversal y del reinicio. Nuestra misión es simple: evitar que el multiverso vuelva a existir. Cada vez que detectamos una anomalía temporal, alguien que se sale de su guion o altera el flujo del tiempo, intervenimos. Capturamos a los responsables y los traemos aquí. Pero para asegurarnos de que el daño no se expanda, debemos eliminar su universo. Si no lo hacemos, se generan más líneas temporales, lo que lleva al caos del multiverso.
Nicole sintió un escalofrío recorrer su espalda.
—¿Y qué pasa con nuestros amigos? —preguntó con cautela.
—Para ellos, simplemente desaparecen —respondió Niki sin inmutarse—. Siempre ha sido así. No nos interesa el sufrimiento de los familiares de los A.U. (Anomalías Universales). Nosotros tenemos un propósito más grande.
Figueroa frunció el ceño, incómoda con la frialdad de Niki, pero decidió seguir escuchando.
—Ahora, hablemos de la estructura del poder en la organización —continuó Niki—. Existen muchos trabajadores con habilidades extraordinarias, pero solo cuatro personas son realmente importantes. En la cima está el jefe, el más poderoso de todos. En el pasado, fue derrotado por el Ser de Luz, quien, en un acto inesperado, le otorgó una parte de su poder. Desde entonces, el jefe solo interviene en emergencias… y hasta ahora, no ha habido ninguna. Luego están los tres gerentes: Carlos Guzmán, Santiago Quesada y yo, Niki Ramírez.
Figueroa arqueó una ceja y cruzó los brazos.
—¿Eres una gerente? Nada mal… pero no te ves como alguien temible —comentó con tono desafiante.
Niki soltó una leve risa y la miró con calma.
—Eso es porque soy la más tranquila de los tres, igual que Santiago. Pero Carlos… él es un verdadero problema. Es un asco de persona, y créanme, lo van a notar pronto.
Nicole y Figueroa intercambiaron miradas. Algo les decía que Carlos no les haría la vida fácil.
—Escuchen bien —prosiguió Niki con un tono más serio—. Logré convencer a Carlos, a Santiago y al jefe de aceptarlas en la organización. Pero entiendan algo: si meten la pata, morirán. Y si no las ejecutan, yo misma las encerraré en la Prisión Temporal para siempre.
Las dos tragaron saliva.
—Si mueren aquí o en un lugar que no es su mundo, no irán al cielo ni al infierno. Irán a la nada. La muerte eterna. El Cementerio de los Dioses. Y no quieren ya eso, ¿verdad?
El silencio se apoderó de la habitación.
—Así que hagan lo que se les ordena —continuó Niki—. No jueguen con su destino. Aquí, una mala decisión puede costarles todo. No solo su vida, sino su existencia misma.
Nicole y Figueroa asintieron lentamente, sintiendo el peso de sus palabras.
—Muy bien. En ese caso, bienvenidas a los Xtreme Tiempos. Espero que sobrevivan.
Las dos salieron del salón con una mezcla de miedo e incertidumbre. Sabían que debían detener a los Xtreme Tiempos para salvar más vidas y permitir que nuevos mundos nacieran, pero aún no comprendían del todo por qué el jefe y los gerentes eran tan poderosos. Aun así, no estaban aterradas. Después de todo, ya se habían enfrentado a un demonio antes y habían sobrevivido. Habían pasado tres años desde entonces, y ambas eran mucho más fuertes. Quizás esta vez podrían hacer algo.
Mientras caminaban por los pasillos de la enorme estructura flotante, se toparon con una gran pantalla en la que se mostraba el prisma, su mundo y la línea temporal. En la imagen, un nuevo mundo apareció de la nada, y de inmediato varios trabajadores con cascos se movilizaron para detener al responsable de su creación. Nicole y Figueroa se observaron la una a la otra con desconcierto. ¿Por qué ellas no eran enviadas a esas misiones? Tenían que hacer algo, pero por el momento, lo mejor era seguir jugando el papel de reclutas obedientes.
Decidieron recorrer más el lugar, intrigadas por la estructura colosal que se mantenía flotando en el vacío. Se preguntaban cómo era posible que semejante construcción se sostuviera en el aire. La tecnología de los Xtreme Tiempos era increíblemente avanzada, pero a ellas poco les importaba. Lo que realmente necesitaban era un plan para acabar con el jefe y los gerentes. Sin embargo, sabían que un ataque frontal sería un suicidio. Por ahora, la mejor opción era seguir con su entrenamiento y encontrar la manera de ganar ventaja.
Después de caminar un rato, encontraron una cafetería y entraron sin pensarlo. Al cruzar la puerta, sintieron de inmediato las miradas hostiles de algunos empleados, pero fingieron no notarlo. Tomaron asiento en una mesa vacía, aunque pronto notaron que Niki estaba ahí, comiendo sola. Sin dudarlo, se acercaron a ella y se sentaron a su lado.
—Oye, ¿cuándo entraremos en acción? —preguntó Nicole con impaciencia—. Hemos estado observando y parece que solo envían a los de casco a las misiones.
—Ustedes son mis compañeras ahora —respondió Niki con tranquilidad—. Irán conmigo en las misiones que se nos asignen.
—¿Y cuánto tiempo tendremos que esperar? —insistió Figueroa.
—No hay muchas misiones en las que los gerentes debamos intervenir. Debe ser algo muy grave para que se nos necesite.
—Ya veo —murmuró Figueroa, cruzándose de brazos—. Oye, ¿cuándo fue la última vez que los gerentes pelearon juntos?
—Nunca ha sucedido —dijo Niki con una leve sonrisa—. Nunca ha sido necesario. Somos lo suficientemente fuertes para lidiar con cualquier problema individualmente.
Nicole y Figueroa intercambiaron miradas. Si ninguno de los gerentes había peleado juntos, eso significaba que no conocían realmente sus límites. Si lograban forzarlos a enfrentarse a una amenaza mayor, quizás podrían encontrar una debilidad en su estructura de poder.
—¿Y qué hay del jefe? —preguntó Nicole con curiosidad.
Niki se detuvo un momento antes de responder.
—Solo lo he visto una vez en persona, y créanme, con su sola presencia basta para sentir que es el ser más poderoso de este lugar.
Nicole notó un cambio en la expresión de Niki, como si un escalofrío recorriera su espalda. No solo ella lo respetaba, sino que parecía temerle. Eso significaba que debía ser increíblemente peligroso.
Después de unos minutos, Nicole decidió retirarse a descansar. Figueroa, en cambio, se quedó con Niki en la cafetería. La observó con detenimiento, notando que su compañera tenía una expresión diferente. Parecía inquieta.
—¿Tienes miedo? —preguntó Figueroa con curiosidad.
—No —respondió Niki rápidamente, aunque su tono de voz la delataba—. Soy una gerente, no debo tener miedo.
Figueroa sonrió de lado y apoyó un codo sobre la mesa.
—Te crees muy fuerte, ¿eh? ¿Por qué no peleas con nosotras y vemos qué tan buenas somos?
Niki la miró fijamente por un momento y luego sonrió.
—Eso haremos ahora. Las pondré a prueba. Quiero ver de qué son capaces. He investigado su historia y sé que son buenas peleando. Me gusta eso. Tienen mucho potencial, y si demuestran lo que valen, serán unas buenas reclutas.
Figueroa se levantó de la mesa con una expresión desafiante.
—Bien. Vamos a buscar a Nicole y hagamos esto de una vez.
Las chicas fueron a buscar a Nicole para iniciar el entrenamiento y demostrar si eran lo suficientemente fuertes en combate. Sin embargo, Niki tenía ciertas reservas. No quería lastimarlas por accidente, aunque sabía que ellas sabrían defenderse bien.
Cuando finalmente encontraron a Nicole, se dirigieron a un sitio apartado. El lugar era extraño: enormes rocas flotaban en el vacío, el cielo era de un negro absoluto, y la base de los Xtreme Tiempos quedaba detrás de ellas, suspendida en el aire. A pesar de la ausencia de un suelo firme o de una atmósfera visible, podían respirar con normalidad, lo que les indicaba que el lugar tenía alguna clase de campo especial.
Niki las esperaba con los brazos cruzados y una sonrisa confiada.
—Muy bien, chicas. Si logran darme un solo golpe, estarán listas y aptas para las misiones. ¿Preparadas? —dijo con seguridad.
—¿Solo un golpe? —preguntó Nicole con incredulidad.
—Te crees muy confiada, pero aceptamos. Esto va a ser divertido —comentó Figueroa, sonriendo.
—Yo creo que sí —respondió Niki, soltando una carcajada.
Sin perder tiempo, Nicole y Figueroa se lanzaron al ataque, pero en un parpadeo, Niki desapareció. Al instante, un leve olor a quemado quedó en el aire. Las chicas no se detuvieron y buscaron su rastro, pero Niki reapareció de la nada justo frente a Figueroa, propinándole un poderoso puñetazo en el estómago que la hizo escupir sangre y retroceder varios metros.
Nicole intentó contraatacar con un golpe de fuego, pero Niki se desvaneció en una llamarada. Era un movimiento que jamás habían visto en alguien con habilidades ígneas. El fuego no funcionaba así. ¿Cómo estaba haciéndolo?
Sin dudar, ambas lo intentaron nuevamente. Nicole arremetió con una ráfaga de llamas, mientras Figueroa buscaba una abertura para atacar. Sin embargo, Niki se movía a una velocidad impresionante, desmaterializándose entre llamaradas y reapareciendo en diferentes puntos.
—No entiendo… ¿cómo puede hacer esto? —murmuró Nicole mientras intentaba seguirla con la mirada.
Decidida, alzó sus manos y creó un campo de fuerza de fuego, protegiéndose de las piedras afiladas que flotaban alrededor. Niki observó la técnica con interés. Nicole había desarrollado una habilidad impresionante con las llamas. Pero aún no era suficiente.
—Interesante… sigamos —dijo Niki, sin perder la sonrisa.
Aprovechando la distracción, lanzó contra Nicole dos manos gigantes de fuego. Nicole logró contener una con una explosión de llamas, pero descuidó la otra. En ese momento, Niki tuvo la oportunidad perfecta para rematarla, pero optó por seguir probando su resistencia en lugar de atacarla de inmediato.
Figueroa, por su parte, detectó finalmente un punto ciego en los movimientos de Niki. Se impulsó con agilidad y lanzó un puñetazo directo hacia su rostro. Sin embargo, antes de que pudiera alcanzarla, un filo de piedra emergió de la espalda de Niki, atravesando el abdomen de Figueroa.
—¡Figueroa! —gritó Nicole, horrorizada, viendo cómo su amiga escupía sangre.
Como si fuera poco, Niki intensificó el ataque. Una ráfaga de viento generada por su propia energía envió a Figueroa contra una roca flotante, dejándola inmovilizada. Nicole, conmocionada por la escena, bajó la guardia por un instante. Fue suficiente. Niki aprovechó la distracción y la embistió con una onda expansiva de fuego, lanzándola varios metros lejos.
Ambas quedaron tendidas en el suelo, heridas, pero aún dispuestas a pelear. Nunca antes habían visto a alguien utilizar los elementos de esa forma.
—Esto… esto no es normal —susurró Nicole, jadeante.
—No lo sé… pero no podemos rendirnos —respondió Figueroa, incorporándose con dificultad.
Niki sonrió y las miró con aprobación.
—Eso es lo que quería escuchar. Sigamos.
Las chicas volvieron al ataque con todas sus fuerzas. Nicole aumentó la temperatura de su fuego y Figueroa se movió con más precisión. Esta vez, la pelea sería aún más intensa.
Mientras tanto, Carlos caminaba por los pasillos cuando notó la pelea entre Niki y las chicas. Le pareció extraño que Nicole y Figueroa estuvieran dándole tan buena batalla a Niki, aunque aún no lograban acertarle un golpe contundente. Justo en ese momento, Santiago llegó y se quedó a observar la pelea junto a él.
—Veo que te interesan esas dos, ¿verdad? —comentó Santiago con una sonrisa burlona.
—Ja, me importa un pepino lo que hagan —respondió Carlos con desdén—. Sin embargo, pelean mejor de lo que esperaba. A pesar de estar tan heridas, siguen luchando.
—Eso es porque no saben lo que es rendirse. Siempre han sido así. Nicole Ramírez, hija de dos grandes héroes y prima del salvador del mundo, Juan Pablo Saavedra, alias Junior. Sara Figueroa, hija de dos poderosos héroes y una de las que ayudó a salvar al mundo. Murió en la batalla, pero Junior la revivió. Eso es lo que sé de ellas.
Carlos frunció el ceño.
—¿Quién demonios es ese Junior? Nunca he oído hablar de él.
—Yo sí. Es un gran héroe. Tiene el poder de un dios. Si nos enfrentáramos a él, podría causarnos problemas.
Carlos soltó una carcajada.
—Eso es imposible. Me gustaría enfrentarlo. Pero dime algo, si esa mujer es su prima, ¿no debería ser igual de fuerte que él?
—No lo creo —respondió Santiago con calma—. Aun así, tienen el potencial de volverse tan fuertes como nosotros.
Carlos lo miró fijamente antes de soltar otra risa sarcástica.
—Jajajajajaja, me hiciste reír. Eso nunca va a pasar.
—El jefe piensa lo contrario —dijo Santiago con seriedad.
Carlos dejó de reír de inmediato y se quedó en silencio.
—Si él lo dice, yo lo creo —susurró Santiago.
Carlos apretó los puños y después se alejó del lugar, con el ceño fruncido y la mirada oscura.
Mientras tanto, en la arena de entrenamiento, Nicole y Figueroa cayeron al suelo escupiendo sangre, pero se levantaron de inmediato.
—Vaya que es fuerte —dijo Nicole, limpiándose la boca con el dorso de la mano—. Me recuerda a Ray.
—Debe de tener un punto débil. Todos tienen uno —afirmó Figueroa—. Hay que hacer un plan.
Nicole sonrió con confianza.
—Ya lo tengo. Tú solo corre.
—¿Qué? —Figueroa frunció el ceño, confundida.
—Sí. Tú solo corre. Yo pelearé y ella dejará un punto ciego. Ahí es cuando tienes que atacar.
Figueroa asintió con determinación.
—Bien.
Niki descendió, observándolas con una sonrisa desafiante.
—Bueno, ¿quieren seguir? —preguntó con burla.
—Nosotras no sabemos rendirnos —afirmó Figueroa.
—Vamos a darte un golpe y vamos a ganar —agregó Nicole, con el fuego ardiendo en sus ojos.
Niki soltó una carcajada.
—Adelante.
Nicole se lanzó contra Niki mientras Figueroa corrió en dirección opuesta. Niki, con su velocidad sobrehumana, golpeó a Nicole con una patada en la cara, haciéndola escupir sangre, pero Nicole se recuperó rápidamente. Sin dudarlo, la sujetó con fuerza, y Niki conjuró manos de fuego y agua para liberarse. Sin embargo, en ese instante, Figueroa atacó desde atrás con una patada precisa en el rostro, enviándola contra una roca flotante.
Santiago observó la escena con sorpresa. Incluso Niki, quien hasta ahora había dominado el combate, se mostró impresionada.
Nicole y Figueroa cayeron al suelo, exhaustas, pero con sonrisas de satisfacción. Niki caminó hacia ellas y las miró con orgullo.
—Buen trabajo —dijo, ofreciéndoles la mano para ayudarlas a levantarse—. Pasaron la prueba. A partir de ahora, trabajarán conmigo en misiones.
Las chicas sonrieron, aunque sabían que el verdadero desafío apenas comenzaba.
Poco después, Santiago le contó a Carlos lo sucedido. Este frunció el ceño, irritado por la noticia.
—¡Primero fue un golpe, luego nos van a matar! ¡Son un peligro! ¡Hay que eliminarlas! ¡Que desaparezcan en la nada! —gritó con furia.
Santiago lo miró con desdén.
—No grites. ¿Tienes miedo de esas mujeres? Si llegara a pasar algo, Niki las encerrará en la prisión temporal.
Carlos apretó los dientes.
—No. Las voy a matar. Y también a Niki. Te lo juro. No voy a permitir que esas mujeres destruyan los Xtreme Tiempos ni causen el fin. Lo evitaré, aunque tenga que dar mi vida por ello.
Su mirada reflejaba una ira profunda, mientras su mente maquinaba un plan para acabar con ellas de una vez por todas.