Siempre nos hablan del tiempo como algo lineal, primero el pasado, luego el presente y por último el futuro y también nos hablan de que el único tiempo real es el presente, porque el pasado ya pasó y el futuro no está hasta que llega, pero ¿Qué tal si no fuera así? ¿Qué pensarías si te digo que el tiempo, paradójicamente, es y no es línea a la vez? ¿Y que vivimos varios momentos al mismo tiempo y esto no se limita para nada al presente?
Te invito a descubrir poco a poco la complejidad de esta historia y a sumergirte en un océano de emoción a medida que leas su trama.
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Capítulo XV, Eduardo
Finalmente había llegado el primero de diciembre, faltaba muy poco para el fin de este año dos mil veinticinco y el gran evento que traería la muerte de tantos iniciaría en la madrugada del veintiséis de enero del año dos mil veintiséis. Yo había muerto siempre en esa fecha y la mitad de las veces había resucitado o alguien más me había resucitado unos minutos después, esas veces que volví de entre los muertos había muerto ahogado en medio de los dos desastres naturales que arrasaron la ciudad Black Dragon donde vivo y con la ciudad Santos Sanadores que queda al otro lado de la montaña Águila Blanca. Se trataba de que, si quería volver a la vida, en lugar de tratar de huir de la muerte, tenía que aceptarle e incluso, buscarla. Y una vez resucitado, la recompensa mía y de otros por sacrificar nuestras vidas sería una enorme cantidad de poder tanto físico, como psíquico y espiritual, poder que nos permitiría una oportunidad de derrotar a la legión de demonios que había llegado a nuestro mundo y que tendríamos algunos años para dominar y así guiar a la humanidad hacia la supervivencia y la victoria en la guerra que vendría contra cientos de miles o incluso millones de esas legiones demoníacas.
Había vivido esa guerra varias veces y también había participado una vez en otra guerra, una formada entre seres humanos poderosos que habían triunfado sobre los demonios y luego se habían dividido en dos bandos. Había odiado esas décadas de guerra, odiada esos tiempos hasta lo más profundo de mi alma. Yo valoraba y amaba demasiado la paz y de mi vida pacífica quedaba muy poco.
No sabía qué pensaban los dioses acerca de que los demonios atacaran a los humanos, hasta donde sé se habían quedado indiferentes ante eso, salvo por un detalle, definitivamente uno o varios dioses eran los responsables de retroceder el tiempo luego de que fallábamos, de que la humanidad se extinguía o llegaba a un punto en el cual ya no podía continuar reproduciéndose. Así se limitaban a esa tarea: darnos una y otra vez otra oportunidad, incluso si esto amenazaba con convertirse en un ciclo infinito, incluso si al final, al menos para mí, que conservo los recuerdos de cada repetición, todas esas oportunidades no eran más que una tortura que parecía no tener fin y conducía a un océano negro de desesperación en el que ya estaba más que ahogado.
Ese día no tenía que trabajar, era sumamente temprano en la mañana, apenas y sí entraban algunos rayos de sol por la ventana, la sensación cálida que estos transmitían significaba paz y vida para mí. Alicia tampoco tenía que trabajar y aún estaba dormida.
«Espero que tú también vuelvas a la vida tras el gran desastre y en verdad espero que sobrevivas a esta guerra y lleguemos al final de este bucle, incluso si yo muero en el camino y no tengo otra oportunidad de resucitar.»
Vi como Alicia abría los ojos y la escuché bostezar, incluso sus bostezos mañaneros eran como el canto de los ángeles que sirven a los dioses de la belleza.
—Buenos días, amor —dijo ella.
No me dio tiempo a responderle cuando ella ya había descendido por mi cuerpo para brindarme placer con su lengua. Luego de eso ambos nos dejamos llevar por la lujuria y el inmenso placer que viene de satisfacerla y debido a eso no fue sino hasta una hora y media después que estábamos desayunando.
—La próxima vez despiertamente haciendo eso para mí —dijo ella, casi como dándome una orden y sonrió.
—No hay problema, querida, con mucho gusto lo haré. —Me apresuré a terminar de comer—. Voy a ejercitarme al parque, cuando vuelva si quieres retomamos donde lo dejamos.
No iba al parque sólo para hacer mi rutina de ejercicios que hacía seis a la semana, que los días que trabajaba la hacía tarde en la noche y en días libres como este, salvo que me hubiera ido de viaje, los hacía en ese parque, sino que, en este día en particular, habría un ave herida que, si la llevaba a tiempo al veterinario, sobreviviría. Nunca sería capaz de evitar que el señor Castle saltara desde un piso alto de la empresa, ni mucho menos que sobreviviera luego de eso, pero desde la tercera repetición siempre había sido capaz de salvar a ese pequeño turpial. Las vidas inocentes son importantes, sean humanas o no.
Tras terminar mi rutina de cardio y la de ejercicios para fortalecer mis músculos, fui a ver al turpial en el momento y lugar exactos para atraparlo en medio de su caída de un árbol luego de que algún infeliz le dispara en un ala con un arma de fuego. Lo cargué en mis manos hasta mi auto, donde le hice primeros auxilios y luego lo llevé al mejor centro veterinario más cercano y pocas horas después estaba fuera de peligro y lo dejaron en observación. Al día siguiente me lo llevaría a casa, donde permanecería hasta que estuviera totalmente recuperado y entonces lo dejaría una vez más libre.
