Mi nombre es Isabel del Castillo y, a la edad de dieciocho años, mi vida experimentó un cambio radical. Me vi obligada a contraer matrimonio con Alejandro Williams , un hombre enigmático y de gran poder, lo que me llevó a quedar atrapada en una relación desprovista de amor, llena de secretos y sombras. Alejandro, quien quedó paralítico debido a un accidente automovilístico, es reconocido por su frialdad y su aguda inteligencia. Sin embargo, tras esa fachada aparentemente impenetrable, descubrí a un hombre que lucha con sus propios demonios.
NovelToon tiene autorización de Beatriz. MY para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
Mamá
༺ Narra : Ignacio ༻
Mientras me dirigía al aeropuerto, estaba sentado en el automóvil con el chofer al volante. Mis pensamientos giraban en torno al regreso de Roberta, una mezcla de ansiedad y emoción me invadía. Los niños todavía no estaban al tanto de que su madre llegaría hoy, y la sorpresa que les esperaba me llenaba de alegría.
Cuando finalmente llegamos al aeropuerto, me bajé del auto, y el chofer hizo lo mismo, sosteniendo un cartel que llevaba el nombre de mi esposa: Roberta. Juntos nos dirigimos a la zona de llegadas, donde la anticipación llenaba el aire.
—Ahí está la señora —anunció el chofer, señalando hacia el horizonte, donde pude distinguir una figura familiar acercándose.
Observé a Roberta mientras levantaba la mano para salutarnos, acercándose rápidamente hacia nosotros con su equipaje en la otra mano. Cuando se posicionó a mi lado, dejó caer suavemente su maleta y se acercó un poco más.
—Cariño, cuánto te he extrañado —exclamó, acercándose lo suficiente para darle un pequeño beso en mis labios.
—Pero mira qué bien te ves. ¿Has estado haciendo ejercicio? —continuó, luciendo una amplia sonrisa en su rostro.
—¿Qué dices, mujer? Estoy igual que siempre —respondí, devolviéndole la sonrisa con alegría.
—Déjame tomar tu bolso, debes estar cansada —le sugerí, ofreciéndome a ayudarla.
La ayudé a subir al automóvil mientras el chofer colocaba su maleta en el maletero. Una vez que todos estuvimos acomodados dentro del vehículo, el chofer inició el recorrido hacia casa.
—¿Cómo estuvo tu viaje? —le pregunté, sintiéndome curioso y ansioso por escuchar su experiencia.
—Fue un viaje fascinante —me respondió, su rostro iluminándose con entusiasmo—. Tuve la oportunidad de visitar París, Roma y Berlín. Cada una de estas ciudades tiene un encanto especial. En París, pasé un tiempo maravilloso junto a la Torre Eiffel y exploré varios museos. Roma fue simplemente increíble, especialmente con su majestuoso Coliseo y la hermosa Fontana di Trevi. Y Berlín… ah, Berlín es un lugar que impresiona con su rica historia y vibrante cultura —continuó, su voz llena de pasión mientras recordaba cada destino.
—Me alegra mucho que hayas disfrutado de tu viaje. Sabía que te iba a encantar —dije, mientras una sonrisa se dibujaba en mi rostro.
—Sí, la verdad es que fue maravilloso, aunque un poco agotador. Los vuelos y las conexiones son bastante complicados, pero definitivamente valió la pena —respondió ella, recostándose cómodamente en el asiento del auto.
El trayecto hasta casa se hizo un poco largo, pero al fin finalmente arribamos. El chofer, de manera cortés, se bajó del vehículo y abrió la puerta para que pudiéramos salir. Con cuidado, le extendí la mano a Roberta para ayudarla a entrar a la casa.
—¿Y mis hijos? ¿Dónde están? ¿Por qué no han venido a recibirme a la llegada? —preguntó, mirando a su alrededor con cierta inquietud, como si estuviera buscando a los pequeños por toda la casa.
—Bueno, debo confesarte que no les mencioné nada acerca de tu regreso. Tenía la intención de que fuera una sorpresa. Espero que eso no te moleste —respondí, sintiéndome algo nervioso por la situación.
—No te preocupes por eso. Por cierto, mi hijo se va a casar y si no fuera por ti, ni me enteraría de la noticia. Ese chico ni siquiera se dignó a decírselo a su propia madre. Pero ya se verá cuando me encuentre con él —dijo, con una expresión que combinaba diversión y un leve reproche.
En ese instante, avistamos a Alejandro acercándose. Se detuvo en seco al ver a su madre, con una mirada de sorpresa que no podía ocultar.
—¡Mamá! ¿Qué estás haciendo aquí? ¿Cuándo llegaste? ¿Por qué no me avisaste para que pudiera ir a buscarte? —preguntó Alejandro, completamente sorprendido.
Roberta, llena de entusiasmo, se acercó rápidamente a él y comenzó a darle besos en la cara, a pesar de que sabía que no era algo que a él le agradara demasiado.
—Mamá, ya basta... Nos está mirando —le dijo Alejandro, un poco avergonzado por la atención.
—Pero, ¡mira qué guapo estás! —exclamó ella, sonriendo de oreja a oreja.
—No podía perderme la boda de mi hijo. ¿Acaso pensabas en no invitarme? —añadió Roberta, levantando una ceja y mirándolo con picardía.
—No, ¿cómo crees, mamá? —respondió Alejandro, sintiéndose algo nervioso ante la situación.
Roberta sujetó al niño de las orejas y comenzó a reprenderlo con firmeza.
—¿Cómo te atreves a comprometerte sin ni siquiera informarle a tu madre, pequeño ingrato? —le lanzó, su tono grave se mezclaba con un toque de humor—. Recuerda que estuviste nueve meses en mi vientre, así que no olvides eso.
Después de un momento de silencio, continuó, aún con un atisbo de sorpresa en su voz:
—No puedo creer que estés a punto de casarte y yo, ni enterada de que tenías novia o prometida. Espero, al menos, que la chica sea hermosa, eso será beneficioso para mis futuros nietos—dijo, levantando las cejas y haciendo un gesto dramático que acentuaba su descontento.
Alejandro se encontraba en una situación difícil, buscando ayuda, pero solo podía hacerlo con una intensa mirada. Yo tenía la intención de acercarme a él, pero la mirada de Roberta me detuvo en seco. Después, Alejandro desvió su atención hacia Oliver, como si buscara en él alguna forma de apoyo.
—Oh no, señor. No quiero involucrarme en esto. Discúlpeme —respondió Oliver con tono decidido—. Él ya conocía muy bien la personalidad de mi esposa y sabía que no estaba dispuesto a arriesgar su vida por una situación como esta.
Mientras tanto, Roberta continuaba con su reprimenda, sin dejar de sujetar las orejas de Alejandro con firmeza. Su voz resonaba con una mezcla de descontento y sorpresa.
—Dime, ¿qué clase de hijo es aquel que no le comunica a su madre algo tan importante? ¡Es realmente increíble! —exclamó, sacudiendo la cabeza con incredulidad, como si intentara procesar la magnitud de lo que había sucedido.
—Mamá, por favor, suéltame. Me duele —dijo Alejandro, tratando de liberarse.
—¿Te duele? Pues que te duela un poco más. Así me sentí yo cuando me enteré de esto, y no por ti, sino por tu padre... Así aprenderás a no ocultarle cosas a tu madre —respondió Roberta, sin aflojar su agarre.
—¡Papá, ayúdame! —gritó Alejandro, dirigiendo su mirada hacia mí.
—Vamos, mujer, suéltalo. De lo contrario terminarás arrancando su cabeza —dije. Y finalmente, ella lo soltó.
Alejandro se frotó las orejas, mirando a su madre con resignación.
de la que ocurrirá con esta historia