AL PRECENCIAR LA MUERTE DE SU MADRE IRINA PERDIO SU VOZ Y POR CULPA DE SU PADRE FUE OBLIGADA A CASARSE Y DESPUÉS DE DOS AÑOS DE MATRIMONIO FUE OBLIGADA A DIBORCIARSE Y A CASARSE VON OTRO HOMBRE AL QUE NO CONOCÍA.
NovelToon tiene autorización de A.R.B.F para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
CAPÍTULO 2
IRINA
Después de firmar, mi padre me llevó de regreso a mi habitación y me encerró. Dijo que mi nuevo esposo vendría por mí a la mañana siguiente. Encerrada allí, lloré como lo hice en mi noche de bodas, pero esta vez el dolor era aún más profundo. Mi hermana iba a tener un hijo de mi exmarido, y yo había firmado un certificado de matrimonio con un completo desconocido. No sabía qué sería peor: quedarme en esa casa, volver con Steve o vivir con el extraño con quien me había casado.
La puerta de la habitación se abrió y entró Carmen, mi madrastra y la madre de Inés, con una gran sonrisa. Era evidente que mi desgracia la hacía feliz.
—¿Creíste que serías feliz, estúpida muda? Por culpa de la zorra de tu madre, mi hija nació como una bastarda, y tú, la estúpida muda, como la princesa de la alta sociedad. Ahora vas a vivir con un viejo paralítico sin sentimientos. Seguro que él te hará gritar, pero de dolor —Carmen me dio un par de bofetadas y me tiró al suelo antes de irse.
Seguí llorando, esta vez en el frío suelo de mi habitación, hasta que me quedé dormida. Cuando abrí los ojos, era de madrugada. Ni siquiera había cenado y tenía hambre, pero no tenía sentido hacer ruido a esa hora. Sabía que nadie vendría, igual que cuando era niña y Carmen me encerraba o castigaba sin que nadie, ni siquiera mi padre, me ayudara.
Al amanecer, la puerta se abrió. Creí que al menos me darían de desayunar, pero en lugar de eso, me llevaron con un hombre que esperaba al final de las escaleras.
—Este es el chofer de tu esposo. Ahora ya no eres mi problema —dijo mi padre, y algunas lágrimas se escaparon de mis ojos.
El chofer abrió la puerta de una camioneta misteriosa. Aunque quería correr, no podía. Había varios hombres y otras camionetas alrededor. Subí al vehículo mientras me secaba las lágrimas. Los vidrios de la camioneta tenían cortinas negras, así que dentro estaba oscuro. Pude ver la figura de un hombre y escuchar su respiración. Estaba muy nerviosa y con miedo. ¿Será verdad que me casaron con un viejo paralítico?
—¿Por qué llorabas? —preguntó una voz fría y gruesa que me hizo estremecerme.
Volteé a ver a la figura, que estaba sentada un poco lejos de mí. La camioneta estaba modificada: solo tenía dos asientos y un gran espacio, supuse que para una silla de ruedas.
—¿Por qué no me respondes? —preguntó en un tono más fuerte, lo que me asustó.
Con manos temblorosas, tomé mi celular, escribí una respuesta y la voz robótica la leyó:
—Soy muda. Creí que se lo habían dicho.
El hombre se echó a reír. Su risa, aunque algo fría, era agradable, sincera.
—¿De qué se ríe? —escribí para que la voz robótica volviera a leer.
—De nosotros. Ahora sí que esto parece un chiste: la muda y el CEO paralítico. Pero no importa, igual serás mi mujer y me darás un hijo. Mis planes siguen siendo los mismos —dejó de reír, y mi cuerpo se estremeció.
¿Este hombre al que no conocía pensaba hacer lo que Steven no había hecho en dos años de matrimonio? ¿Este hombre del que solo había escuchado su voz quería tener intimidad conmigo y dejarme embarazada? ¿Pero no estaba discapacitado?
—Funcionó muy bien —dijo como si leyera mis pensamientos—. Siento mis piernas y puedo moverlas un poco, pero no puedo caminar. No te preocupes, te haré disfrutar. Sé que estuviste casada, no me importa. Te haremos exámenes antes de nuestra noche de bodas. No sé qué enfermedad pudo haberte contagiado tu exesposo.
—Mi ex jamás me tocó de esa manera —escribí en mi celular, y la voz robótica se escuchó.
De repente, la luz dentro de la camioneta se encendió y pude ver al hombre. Movió su silla de ruedas hasta estar muy cerca de mí, tanto que me eché hacia atrás para alejarme.
Mi madrastra solo se había equivocado en una cosa: él no era un viejo. Debía tener unos treinta años. Sus ojos eran de un verde esmeralda y, aunque estaba en una silla, debía medir cerca de dos metros. Era un hombre muy guapo, su rostro parecía esculpido por los dioses, pero no mostraba emoción alguna. Su mirada daba miedo y tenía un aura oscura.
—¿Por qué no te tocó? Tienes un cuerpo lindo, tu rostro es muy hermoso, y ni qué decir de tus labios —dijo, con una mano en mi cintura y la otra en mi nuca.
Acercó mi rostro al suyo y me besó de una manera tan exigente que no pude responder ni moverme. En algún momento me atrajo hacia él y me sentó en su regazo mientras me seguía besando y acariciando mi cuerpo. Me sentí extraña. Nadie me había tocado así, e incluso un pequeño ruido salió de mis labios. Él me soltó y sonrió.
—Buscaré la mejor ayuda para ti, volverás a hablar —expresó.
La puerta de la camioneta se abrió. Al parecer, habíamos llegado hace rato. Estaba a punto de bajarme de su regazo, pero me detuvo con una mano. Como su silla tenía motor, con la otra movió el control y nos condujo hacia afuera por una rampa que se deslizó cuando él apretó un botón.
Bajamos y no pude creer lo grande que era esa mansión. Era como tres veces más grande que la de mi padre y la de la familia de Steve juntas.
Al entrar, intenté bajarme de nuevo, pero me lo impidió. Sujetó mi cintura con fuerza. Volteé a ver su rostro, pero no demostraba nada.
—Martha —llamó, y una mujer de unos cuarenta o cincuenta años apareció.
—¿Sí, joven, en qué puedo ayudarlo? —preguntó la señora Martha.
—Ella es la reina de esta casa, mi esposa. Lo que ella pida lo tendrá sin problemas. Ella llenará esta mansión de niños, así que ayúdala en todo. Por ahora no puede hablar, así que si alguien la intimida, quiero que me lo digas y lo haré pagar —dijo el hombre.
—Como ordene, amo Dmitri —respondió la señora.
Y así fue como descubrí el nombre de mi esposo.