Logan es un joven empresario destinado a heredar la dirección de la empresa familiar, pero hay una condición: debe estar casado. Seguro de cumplir el requisito, anuncia a su padre que pronto presentará a Irina, su novia, y le pedirá matrimonio durante el cumpleaños de su madre. Sin embargo, su mundo se desmorona cuando descubre que Irina lo engaña con su mejor amigo. Herido y lleno de rabia, un accidente de auto lo lleva al hospital, donde su vida toma un giro inesperado.
Cuando su padre le exige respuestas sobre su supuesta novia, Logan improvisa desesperadamente y señala a Emma, una joven y amable enfermera, como su prometida. Ahora, debe convencerla de participar en su farsa para salvar su futuro profesional.
Lo que comienza como un acuerdo temporal pone a prueba los corazones de ambos. ¿Podrán mantener la mentira sin caer en el juego de las emociones? Entre secretos, atracción y el riesgo de perderlo todo, Logan descubrirá si es posible volver a creer en el amor.
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Dos caras de la misma moneda
Emma se sentó en la gran butaca junto a la ventana de la habitación en la que había despertado. La luz del sol de la tarde entraba en haces dorados, iluminando los documentos que Ethan le había entregado. Con un suspiro, comenzó a leer. Sabía que debía hacerlo; Logan había sido claro, casi cruel en su exigencia. Y aunque sus palabras todavía resonaban en su mente, decidió concentrarse en el propósito: entender mejor a ese hombre que, a pesar de su actitud distante, la intrigaba cada vez más.
Abrió el primer archivo y comenzó a repasar la información. Al principio, los datos parecían básicos: fecha de nacimiento, lugar, estudios... pero luego, mientras avanzaba, las hojas comenzaron a desvelar detalles más personales, más íntimos. Detalles que le daban forma al hombre detrás de la coraza.
—Así que... —murmuró para sí misma mientras leía—, las cicatrices en su brazo derecho fueron de... un accidente que tuvo en motocicleta, tiene una en la ingle por causa de una caída en bicicleta cuando era niño y otra de cuando tenía dieciséis años... y la del abdomen, de una cirugía después de un entrenamiento que salió mal. ¿Por qué no me sorprende? —Añadió con una sonrisa ligera, mientras leía la pequeña lista donde detallaba algunas cicatrices más.
Pasó a una sección que tenía grandes letras rojas que decían alergias. Era corta, pero interesante.
—Alérgico al polvo y a la penicilina —leyó en voz baja, frunciendo el ceño—. Eso explica por qué siempre parece irritado con cualquier lugar que no sea impecable. Aunque... eso también podría ser solo él.
No pudo evitar reírse un poco ante el pensamiento, aunque rápidamente su sonrisa se desvaneció. Logan parecía tan impenetrable, tan rígido, que imaginarlo vulnerable por algo tan mundano como una alergia era... casi reconfortante. Le recordaba que, después de todo, también era humano.
En la siguiente página, Emma se detuvo en una lista sorprendentemente breve. Logan no era un hombre de muchas pasiones, eso quedaba claro, pero entre ellas se mencionaban algunas piezas musicales que disfrutaba. La mayoría eran composiciones clásicas: Beethoven, Debussy y, curiosamente, Philip Glass. Había una nota adicional al margen: Disfruta las melodías estructuradas, casi matemáticas, que reflejan su forma de pensar.
Emma ladeó la cabeza, intrigada.
—Así que... ¿nada de música popular? ¿Nada que puedas tararear o bailar? Logan, realmente necesitas aprender a relajarte un poco.—Sacudió la cabeza con una sonrisa divertida, pero no pudo evitar admirar el detalle. Había algo fascinante en imaginarlo sentado, escuchando piezas complejas mientras estudiaba o simplemente... pensaba.
Conforme avanzaba en la lectura, más detalles de Logan salían a la luz. Su historial médico incluía un par de resfriados importantes en la infancia, pero por lo demás era una persona saludable, salvo por el incidente con alguna cirugía que era para reparar lo ocasionado por sus " accidentes ". Lo que realmente la sorprendió fue la mención de su deporte favorito: artes marciales mixtas.
Emma dejó caer los papeles sobre su regazo y levantó la vista, procesando la información.
—¿Logan? ¿En peleas cuerpo a cuerpo? no lo hubiera imaginado—pensó, incrédula—. Aunque tiene sentido, supongo. Siempre tan calculador, tan preciso. Claro, eso explicaría su disciplina y su... bueno, su físico.
Sin darse cuenta, su mente divagó por un momento, recordando las veces que lo había visto entrenar en el gimnasio privado de la mansión. No solía quedarse a observar, pero ahora lamentaba no haberlo hecho. Un hombre tan controlado, pero también tan explosivo... definitivamente, una combinación peligrosa.
La tarde fue avanzando, y Emma siguió memorizando datos. Leyó sobre los estudios de Logan en economía y administración empresarial, sobre sus logros en competiciones deportivas cuando era más joven, incluso sobre sus aversiones personales, como su disgusto por las multitudes y su desconfianza hacia los desconocidos. Cuanto más leía, más se daba cuenta de lo estructurado y complejo que era.
—Eres un misterio envuelto en datos, Logan. —Cerró los ojos por un momento, dejando que su cabeza descansara contra el respaldo de la butaca. Sus pensamientos comenzaron a divagar.
¿Qué tipo de hombre escuchaba Philip Glass y al mismo tiempo disfrutaba lanzar golpes en un ring? ¿Qué escondía detrás de esas cicatrices, no solo las físicas, sino las que no estaban escritas en esos papeles?
Mientras las hojas descansaban en su regazo, Emma no pudo evitar sentir un peso creciente en el pecho. Logan era más que un hombre frío y calculador; había capas que apenas comenzaba a vislumbrar, y la curiosidad por conocerlas parecía crecer con cada segundo.
Sin darse cuenta, el cansancio la venció. Sus párpados se cerraron lentamente, y los documentos se deslizaron de sus manos al suelo. Emma se quedó dormida, sus sueños llenos de fragmentos: cicatrices, música, un ring de pelea... y una sonrisa encantadora que, aunque rara, era imposible de olvidar.
Mientras dormía, en su mente se mezclaban imágenes de Logan. En una, lo veía de pie en una sala oscura, escuchando las notas de un piano solitario; en otra, lo veía entrenando, su cuerpo cubierto de sudor y concentración mientras lanzaba golpes al aire. Había algo hipnótico en la forma en que esas dos facetas, aparentemente opuestas, coexistían en él.
En su sueño, Emma se acercó a él, pero justo cuando iba a hablarle, Logan se dio la vuelta y comenzó a caminar, dejándola con preguntas que nadie parecía poder responder.
Cuando Emma despertó, la luz tenue del atardecer había sido sustituida por las sombras de la noche. La habitación estaba en penumbra, y el frío del ambiente la hizo estremecerse. Miró a su alrededor, dándose cuenta de que había estado durmiendo más tiempo del que pensaba. Los papeles estaban esparcidos por el suelo, y su mente, aunque adormilada, estaba llena de nuevas reflexiones sobre Logan.
—Tal vez... —murmuró mientras recogía los documentos—, no seas tan impenetrable como quieres que todos piensen. Tal vez, detrás de todo eso, hay alguien que solo necesita que le pregunten qué más escucha aparte de Philip Glass... o por qué las artes marciales significan tanto para él.
Mientras doblaba cuidadosamente los papeles, sintió un extraño impulso de entenderlo mejor. No por obligación, no porque él lo exigiera, sino porque algo dentro de ella lo deseaba. Tal vez, solo tal vez, Logan no era el único que necesitaba aprender algo nuevo de sí mismo. Emma también estaba empezando a descubrir partes de ella que no sabía que existían. Y lo más curioso era que Logan parecía ser la chispa que encendía esa búsqueda.
Maldito logan espero que te quedes solo.
Emma aguanta que más da ya no intentes entenderlo porque te trata peor que zapato viejo.