Entre La Equitación Y La Pasión

Una hora después de su llegada, cuando el principe Emmet ya se estaba instalando en la habitación de huespedes, escuchó voces en el recibidor. No voces comunes..

la risa de Astrid, mezclada con un tono masculino joven que no reconoció.

Sin pensarlo, salió al pasillo.

Y allí estaba ella, brillando como siempre, con esa luz que él ya no podía ignorar… y a su lado, Frank Demont..

Astrid, al verlo, sonrió con la naturalidad que lo desarmaba.

Astrid: ¡Ah, Su Alteza! Justo venía a presentarle a alguien. Este joven es Frank Demont.. miembro de la familia del barón Demont

Frank: Es un honor conocerlo al fin, Alteza. Nunca antes tuve la oportunidad de verlo en persona.

Emmet lo miró con esa frialdad que solo él sabía usar.. Un vistazo.. Medido.. Letal.

Y aun así, Astrid intervino con una burla ligera..

Astrid: La verdad, Frank, yo tampoco lo vi antes de su primera visita… pensé que el principe era un mito o una estatua viviente.

Emmet respiró por la nariz, intentando no reaccionar, pero Frank soltó una risa respetuosa.

Emmet: No acostumbro participar en eventos sociales.

Frank asintió, pero Astrid ladeo la cabeza con esa frescura adorable e imprudente para él.

Astrid: Pues la próxima vez tiene que ir.. sería divertido verlo ahí por una vez.

Ella lo dijo sin pensar, sin intención oculta, sin imaginar el efecto..

Pero Emmet… Emmet sintió como la frase se clavaba directo en su pecho.

[La próxima vez tiene que ir.]

Como si quisiera que estuviera cerca.. Como si lo invitara a algo.. Como si… lo quisiera a su lado.

El principe sintió un vuelco absurdo en el estomago.

Frank seguia hablando, presentandose, explicando algo sobre caballos y torneos… pero Emmet ya no escuchaba nada.

Su atención estaba atrapada en una sola idea..

Astrid quería que él fuera.. Ella lo quería allí.. Con ella.

El corazón del principe latió más rapido, algo que no sentia desde su infancia entrenando magia. La sangre le golpeó las sienes, y por primera vez en años… se sintió nervioso.

Astrid, notando que él no respondía, levantó una ceja.

Astrid: ¿Su Alteza? ¿Me escucha?

Emmet parpadeó, volviendo al presente.

Emmet: Si tú… lo deseas, iré.

Frank frunció el ceño muy levemente.

ella por su parte, soltó una carcajada divertida.

Astrid: ¡¿Qué?! Pero si solo estaba bromeando.. No pensé que aceptaría tan fácil.

A Emmet, la frase lo golpeó como un balde de agua fría… pero también lo iluminó..

ella no entendía el peso de lo que había dicho.. No entendía lo que provocaba.

Emmet: Para mí… no fue una broma.

Astrid lo miró sorprendida.

Frank también.

El príncipe se dio cuenta tarde de lo que había dejado escapar y recuperó su máscara fría.

Emmet: Quise decir… que no es inconveniente asistir si la ocasión lo requiere.

Pero Astrid no era tonta. Sus ojos azules brillaron con cierta curiosidad nueva… una chispa distinta.

Astrid: Bueno… entonces ya veremos.

Luego se giró hacia Frank y continuó hablándole.

Pero Emmet ya no podía oírlos.. Cada palabra se disipaba como humo.

Porque una frase repetía en su mente, vibrante, peligrosa, adictiva..

[La próxima vez tiene que ir.]

un pensamiento lo atravesó como una sentencia:

[Si Astrid me pide algo… lo haré. Todo. Siempre.]

Astrid, tan espontánea como siempre, continuó la conversación con Frank sin darse cuenta del efecto devastador que sus palabras tenían en el príncipe que estaba justo a su lado.

Astrid: ¿Sabes, Frank? El príncipe es prácticamente la única persona con la que he empatado en una carrera.. Bueno… empate por empate… él no lo admite, pero yo sí.

Y entonces, como si no fuese nada, le sonrió directamente a Emmet.

Una sonrisa calida, luminosa, completamente natural.

Emmet sintió que el aire se detenía.

El corazón.. ese órgano al que nunca prestaba atención.. dio un salto violento en su pecho.

Su sonrisa… Para él.. Solo para él.

Y por un instante, dejó de existir el mundo.. Solo estaba ella.. Ella, Astrid Huxley, mirandolo como si aquello fuera lo más simple del mundo.

[Me está… sonriendo]

No era una sonrisa social.. No era una burla.. Era sincera.. Era dulce.

Y Emmet quedó fascinado.. Hipnotizado.. Desarmado.

Una sensación cálida.. extraña, peligrosa.. se expandió por su pecho.

Como si el invierno dentro de él, por primera vez en su vida, empezara a derretirse.

Pero ese momento duró muy poco.

Astrid seguía conversando con Frank, sin darse cuenta de absolutamente nada.

Pero el Príncipe… sí lo notó.. Notó cada segundo en que los ojos del barón recorrian el cuerpo de ella con descaro.. Notó la forma en que el joven se inclinaba demasiado cerca.. Notó la sonrisa que Frank le dedicaba.. Y dentro del Príncipe, algo oscuro comenzó a crecer como una tormenta que no podía contener.. El aire a su alrededor bajó varios grados.. Su mano derecha.. la que mantenía detrás de la espalda, tensa, rígida.. empezó a emitir un resplandor azul intenso, casi eléctrico.

Era magia antigua.. Peligrosa.. La que Emmet nunca usaba delante de nadie.. El resplandor se intensificó.. Su respiración se volvió mas profunda, mas controlada, casi forzando a su cuerpo a no actuar.. A no destruir.. A no congelar a Frank donde estaba.

Astrid, completamente ajena al peligro, finalmente se giró hacia él para decir algo.

Pero se quedó muda.. Sus ojos azules se abrieron enormes al ver la mano del Príncipe brillando como si contuviera un fragmento de un cielo nocturno.

Astrid: (Principe… ¿qué es eso?

Él no respondió.

Estaba demasiado cerca de perder el control.. Demasiado enfurecido por una sola mirada indebida de Frank.. Astrid no sintió miedo.. Sintió fascinación.. Nunca había estado tan cerca de magia antigua.. Nunca había visto algo tan hermoso.. Y sin pensarlo, sin pedir permiso, sin medir consecuencias… Astrid extendió la mano y tocó la palma encendida del Príncipe.

El contacto fue leve.. Casi un roce..

Pero para él… fue devastador.

El mundo entero se detuvo.

La magia azul estalló en un latido, luego se apagó de golpe, como si el toque de ella hubiera robado toda la furia que contenía.

El Príncipe tembló.

Un estremecimiento profundo recorrió su espalda, sus brazos, su pecho..

No era dolor..

No era miedo..

Era… algo más.

Algo que nunca antes había sentido.. Algo que lo desarmó desde la base.

Principe: Astrid…

Astrid retiró la mano lentamente, pero sus ojos seguían fijos en él.

Astrid: Su magia… es tan hermosa.. Nunca había visto nada parecido.

El Príncipe respiró hondo, intentando recomponer su postura.

Pero aún temblaba.. Aún sentía el calor del contacto de ella.

Aún estaba atrapado en la sensación de su piel contra la suya.

Principe: No… deberías tocar magia antigua.

Astrid: ¿Por qué no? No pasó nada.

[Pasó todo.. Astrid]

El Príncipe la observó con una mezcla de incredulidad y vulnerabilidad.

[¿Cómo podía ella no notar lo que había provocado? ¿Cómo podía estar tan tranquila, tan cerca, sin saber que había detenido una tormenta entera con solo un toque?]

Ella lo miraba como si nada fuera peligroso.. Como si él no fuera peligroso.

Y eso… lo desarmaba aún más.

Principe: Pudo haber sido… demasiado para ti.

Astrid: Bueno, no lo fue.. Además, si es su magia… no creo que me haga daño.

La frase lo golpeó directo al pecho. un golpe cálido.

Intenso.. Desconcertante.

Ella confiaba en él.. Instintivamente.. Profundamente.

Él, que jamás habia permitido a nadie acercarse tanto.

Él, que habia sido entrenado para no sentir.

Él, que llevaba semanas obsesionado con ella… tan cerca de perder el control…

Y ella… lo calmaba con una simple caricia.

Astrid sonrió suavemente y se volvió hacia Frank para seguir hablando como si nada hubiera pasado.