Gia es una hermosa mujer que se casó muy enamorada e ilusionada pero descubrió que su cuento de hadas no era más que un terrible infierno. Roberto quien pensó que era su principe azul resultó ser un marido obsesivo y brutal maltratador. Y un día se arma de valor y con la ayuda de su mejor amiga logra escapar.
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Capítulo 14 – Nuevo paso.
El vestíbulo de B & Co. parecía aún más imponente aquella mañana. Gia respiró hondo frente a la puerta de vidrio que la separaba del área ejecutiva. Vestía un conjunto sobrio, profesional, y llevaba el cabello recogido en una coleta baja. Las manos le temblaban apenas, pero no de miedo… sino de nervios nuevos.
Cuando entró a la oficina del piso 15, la misma donde unos días antes descubrió que Noa era el CEO, fue recibida con una sonrisa amable por la misma asistente de recursos humanos.
—Bienvenida oficialmente, Daniela. Tu escritorio estará justo fuera de la oficina del señor Bianchi. Desde allí coordinarás su agenda, llamadas y documentación urgente.
Gia asintió con una sonrisa agradecida. Su espacio era sobrio, luminoso, y contaba con una pequeña planta junto al monitor. Había una taza blanca sobre la mesa con una nota doblada dentro.
Ella sonrió, sin poder evitarlo. Noa no era un jefe común. No era distante ni autoritario. Tampoco era invasivo.
La jornada transcurrió entre correos, reuniones virtuales, hojas de cálculo y documentos que requerían revisión. Gia se sorprendió a sí misma entendiendo rápido el ritmo de la oficina. Se sentía útil. Capaz. Era la primera vez en mucho tiempo que alguien le confiaba responsabilidad sin cuestionarla.
A media mañana, Noa salió de su oficina y le ofreció una taza de café.
—¿Cómo va tu primer día?
—Mucho mejor de lo que imaginé —respondió ella, aceptando la taza—. Y esta es mi segunda taza hoy. Vas a hacerme adicta.
—Es parte de mi plan —dijo él con una media sonrisa—. Trabajadores despiertos, oficina feliz.
Conversaron unos minutos. Nada íntimo, pero nada distante. Había una energía entre ellos que empezaba a formarse… algo tibio, suave, que no necesitaba ser nombrado aún.
En la tarde, mientras se dirigía al archivo, Gia tropezó con una caja mal puesta en el pasillo.
No cayó, pero el golpe seco al lado suyo una carpeta cayendo al piso la hizo saltar con fuerza.
Sus ojos se abrieron como platos, y sus manos se apretaron contra su pecho. El color se le fue del rostro por un instante.
Noa, que venía justo detrás, lo notó todo.
—¿Estás bien?
Ella asintió con rapidez, tratando de disimular. Pero la reacción había sido demasiado intensa para algo tan menor. Bajó la mirada, incómoda.
—Sí… solo me asusté. El ruido me tomó por sorpresa.
Noa no insistió. Solo la observó un momento más, y luego se agachó a recoger la carpeta sin decir nada más. Pero mientras se la entregaba, vio algo en su expresión que había cambiado. Como si hubiera visto una grieta bajo esa hermoso rostro.
Al final de la jornada, Gia estaba agotada, pero satisfecha. Mientras guardaba sus cosas, Noa se acercó con las manos en los bolsillos.
—¿Sobreviviste?
—Creo que sí. Mañana tal vez ni me duelan los pies.
Él la miró con una de esas sonrisas que no eran para cualquiera. Solo para ella.
—Hiciste un gran trabajo. Lo supe desde el principio.
Gia sintió que el pecho se le llenaba de algo cálido. Admiración, agradecimiento. Tal vez… algo más.
Cuando Subieron en el ascensor, fue con una mirada sostenida, que no necesitó palabras.
Noa no sabía aún todo lo que Gia escondía detrás de esa sonrisa tímida.
Pero empezaba a intuirlo. Y, aunque no lo admitiera todavía… quería ser quien la ayudara a sanar.