Entre la oscuridad y el eco de la sangre derramada, dos almas se cruzaron:
Elara Veyren, que deseaba liberarse del dolor, y Nyssa, que ansiaba una nueva vida.
El destino unió sus caminos.
Cuando Elara murió, Nyssa fue arrastrada hacia la luz, encadenada a ese cuerpo que dejaba de latir.
Cuando abrió los ojos, no estaba en el campo de batalla.
Estaba en la iglesia, vestida de novia… el día de la boda de Elara.
Pero ya no era la tímida joven.
Ahora, detrás de aquellos ojos grises, habitaba la mirada letal de La Furia Silente.
“Bien…
Me dan un matrimonio forzado, un esposo frío, una familia que la vendió…
No saben lo que acaban de desatar.”
Su sonrisa, apenas torcida y peligrosa, fue la primera señal de que la historia había cambiado para siempre.
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Me volverá a mirar.
Selene recorría la habitación una y otra vez, con el ceño fruncido y el abanico entre los dedos, apretándolo hasta casi romperlo. Llevaba días sin ver a Darius. Ni una nota, ni una mirada, ni un simple saludo. Desde aquel cruce.
– ¡No puede ignorarme así! – exclamó, arrojando el abanico al suelo.
Mireya, la observaba desde el diván, ya conocia los caprichos de su hija.
– Es un Comandante, esta ocupado, Selene. Ademas los hombres con poder se aburren rápido cuando sienten que los tientan demasiado, ta veras como llegara solo.
– No. – replicó Selene con un brillo obstinado en los ojos. – No es eso. Él está distraído por esa mujer… por ella, La fea de Elara
– Jaja. ¿ Elara? – completó Mireya, con una sonrisa fina. – Por favor.. Nunca la vio con esos ojos
– Exacto. Pero ahora si.– Selene caminó hacia el espejo, arreglándose un mechón de cabello. – Pero puedo hacer que me vea otra vez. Solo necesito estar cerca, todos los días. Que me recuerde. Que vea lo que se está perdiendo. Y que soy una dama más hermosa que Ella.
Mireya arqueó una ceja. – ¿Y cómo planeas lograr eso?
Selene se giró hacia ella con una sonrisa. – Padre puede conseguirlo. Pediré un puesto como ayudante en el cuartel. No sería extraño, ya hay damas colaborando con la logística de los cargamentos.
Mireya la miró en silencio por un momento, luego sonrió despacio.
– Hmm… interesante. Podría hacerlo ver como una acción “honorable”. Una Ravel sirviendo al ejército, ayudando al orden del reino. La prensa lo adoraría, Hasta podría llamar la atención del comandante Treytan el esta encargado de eso.
– Exacto. – Selene dio un paso más cerca, ilusionada. – Si ayudo allí, Darius tendrá que verme. No podrá ignorarme, y Treytan tampoco la miraría una vez que me vea.
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Horas más tarde, ambas estaban frente al Victor en su despacho. El hombre leía un documento con el ceño fruncido mientras Selene hablaba con tono dulce.
– Padre, solo quiero contribuir. Servir al reino, al ejército, demostrar que no soy solo una cara bonita. – Selene juntó las manos con humildad.
Victor la miró con desconfianza. – Servir al ejército, ¿eh? – murmuró. – Y justo en el destacamento del Comandante Darius. Qué coincidencia tan conveniente.
Selene fingió sorpresa. – No es coincidencia, padre. Él es el líder más disciplinado. Quiero aprender de su ejemplo.
Mireya intervino entonces, suavizando el tono.
– Esposo, piénselo. Sería bien visto para la familia Ravel. Una de nuestras hijas colaborando con la milicia refuerza nuestra imagen frente a los jefes. Haría ver a la casa como patriótica… responsable.
Victor la observó con suspicacia.
– Querrás decir "Nuestras hijas " – levantó la ceja, Mireya asintio de mala gana –Bien visto… – repitió, pensativo. – O muy mal visto si se interpreta de otra forma, los rumores de ti con Darius no es bueno.
– Nadie se atrevería a malinterpretarlo – aseguró Mireya con una sonrisa ensayada. – Además, su reputación la protege, Darius sólo es amigable. Sólo son habladurías de alguien celosa..– Hizo énfasis a Elara.
Victor suspiró, pasándose una mano por la barba.
– Escúchame, Selene. No quiero problemas con el Comandante Darius. Ni con tu Hermana . El es su Esposo, y ella tiene un peso quieras o no. Si ella decide apartarse, perderíamos su apoyo inmediato… y eso sería una pérdida considerable.
Selene cruzó los brazos. 《 Esa maldita 》 – No haré nada inapropiado, padre. Solo ayudaré.
– Aún así – respondió él con severidad – esto no es un juego. Si descubro que tu intención no es servir, sino coquetear con ese hombre, te sacaré del cuartel yo mismo y no habrá súplica que valga.– Su mirada rápida desafiante, ambas se miraron nerviosas.
Selene bajó la cabeza – Entiendo, padre.
Victor asintió, aunque su expresión seguía llena de dudas.
– Bien. Hablaré con la administración para autorizar tu envío. Pero que te quede claro,si esto nos causa un problema político o militar… será tu responsabilidad. Y tú también – Miro a Mireya que asintio
Cuando él salieron del despacho, Mireya se acercó a su hija con una sonrisa en los labios.
– Lo logramos..
Selene sonrió también, satisfecha – Aún no. Pero pronto Darius recordará por qué no podía dejar de mirarme.
Mireya le acomodó el cabello con cuidado.
– Solo asegúrate de que Elara lo vea, tu mi niña eres hermosa, ella ni se compara contigo.
Selene sonrió apenas, mirando por la ventana hacia el cuartel
– No me llega ni a los talones Madre. - ríen.
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